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amparo bojorquez
Photo Credits: J Stimp ©

Tolerancia a la intolerancia

Hoy en día el internet, especialmente las redes sociales, llevan una variedad de opiniones, noticias y entretenimiento a millones de usuarios. En un post sobre una noticia pueden existir miles de comentarios. Un tuit personal puede volverse viral en horas, con cientos de interacciones. Cada segundo que pasa sube en Youtube, desde distintas partes del mundo, aproximadamente una hora completa de videos de distintas duraciones.

El intercambio de comentarios sobre cualquier tópico puede llevarse a cabo con un anonimato parcial o total y con rapidez, de forma totalmente globalizada y sin ninguna barrera (quizá con la única excepción del idioma). Cualquier individuo puede, a su discreción, dar alguna opinión con el potencial de llegar a diferentes partes del mundo.

Con este cambio en la corriente informativa, surgen nuevas problemáticas: lo que podría considerarse como una total libertad para expresarse ha sido usado para pregonar mensajes de odio, ofensivos, bullying, etc.

Varias redes sociales han optado por incluir entre sus términos de servicio una cláusula con la cual se reservan el derecho de suspender o retirar una cuenta en el caso en el cual se detecten comportamientos nocivos.

Surge entonces la pregunta: ¿tenemos realmente libertad de expresión en un medio invariablemente controlado por empresas privadas?, e incluso la reflexión: ¿deberíamos tenerla, independientemente del mensaje dado?.

Dejando de lado la primera cuestión, no se puede negar o minimizar el inmenso poder de los mensajes en redes sociales. Fuera de las consecuencias legales, dar un cierto tipo de opinión puede resultar en la caída en desgracia de una celebridad, o en el linchamiento colectivo de un individuo por parte de grupos específicos.

De la misma forma, un mensaje de odio anónimo puede resonar en un círculo más amplio del de su realidad geográfica local.

En Estados Unidos hemos visto cómo se empieza a tratar la cuestión, con la denuncia y subsecuente eliminación de las llamadas Fake News dentro de Facebook, noticias que podrían “atentar contra la democracia” al hacer cambiar de opinión a grandes masas con informaciones falsas. Hace tan sólo unos días, el contenido del grupo de extrema derecha liderado por Alex Jones llamado InfoWars ha sido eliminado de las plataformas de Facebook, Apple y Spotify, por violar sus políticas anti odio.

Cualquier regulación de la opinión personal suena como un atentado en contra del derecho a la libertad de expresión, e invariablemente (o hasta que se desarrollen inteligencias artificiales capaces de distinguir moralmente), estará en manos de otro u otros seres humanos con todas sus imperfecciones.

La cuestión parece caer en la pregunta de si la censura es actualmente la única manera de luchar contra opiniones que difieran a la nuestra, o si debemos seguir a pie de la letra el ideal de libertad de expresión y dar plataforma a cualquier opinión, sin importar sus intenciones perjudiciales.

¿Estaremos dispuestos como sociedad del internet, a enfrentar las consecuencias de esta decisión, en cualquiera de los dos casos?


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