El jueves 7 de noviembre, cerca de las 4 de la tarde, Juan Armando Rodríguez Castro, de 55 años de edad, degolló a su pareja sentimental, la antropóloga e historiadora Raquel Padilla Ramos. El asesinato sucedió en una cabaña que ambos habían construido en El Seuz, localidad de Ures en Sonora. El hijo (menor de edad) de la doctora Padilla fue testigo del feminicidio, de allí que saliera empavorecido hacia la casa de la vecina para avisarle que Juan estaba apuñalando a su madre de 53 años. «Desde hace seis años los conozco, desde que venían a echarle vueltas al terreno hasta que construyeron la casita, a donde venían a pasar todos los fines de semana. Todo fue muy rápido, muy inesperado… le ganó la ira a Juan». Dice Silvia Núñez, representante en Sonora del OCNF, que hacía dos días que Raquel había reanudado su relación. «Esto es algo que es un patrón, hay muchos casos de feminicidios en los que el agresor al sentir que puede perder la víctima, la asesina» (Animal Político).
¿A cuántos hombres les gana la ira en México al punto de matar a su pareja? ¿Cuántos de ellos se sienten con todo el derecho y poder de degollar a sus parejas? Este año 24 mujeres fueron asesinadas por sus parejas en Sonora, el quinto estado más violento. Asesinan a su pareja porque pueden, porque saben que en México se vale, al fin que nadie los persigue. En otras palabras, la matan por la sencilla razón de que es mujer, punto. Los feminicidios han ido al alza, cada día mueren tres mujeres mexicanas por hechos de violencia. En lo que va el año, se han dado 637 casos de feminicidios en el país. El año pasado se registraron 494, por «lo que la cifra reportada hasta ahora de 2019 es 10% mayor a la del mismo lapso» (Expansión). Como dice Alejandro Gertz Manero, titular de la Fiscalía General de la República, que de 32 millones de delitos hay 99% de impunidad.
A Raquel Padilla la degolló Juan Armando Rodríguez Castro para callar la voz de la defensora de los yaquis. La voz de Raquel no era cualquiera, gracias a sus estudios y doctorado en Etnología por la Universidad Hamburgo y a que era integrante del Sistema Nacional de Investigadores, su voz era escuchada con todo respeto y fervor por estudiantes de antropología e historia. Era escuchada por el grupo intelectual de Sonora, por investigadores y académicos. La voz de Raquel era una voz feminista y muy comprometida, por eso su hija Raquel Torua, en el velorio de su madre se refirió a ella como defensora de las causas nobles del país y de las mujeres, indígenas, migrantes, campesinas, desplazadas, víctimas del narco y el medio ambiente. «A mi mamá me la arrebataron de la manera más cruel, mi mamá tan linda, y es una prueba muy grande porque no solo llevo el luto de que murió mi mamá, sino el dolor tan grande de pensar cómo murió, no solo pienso en mi mamá fallecida, sino en lo que sufrió antes de fallecer».
Raquel siempre fue muy generosa y abierta para compartir con los estudiantes e investigadores sus enseñanzas de los yaquis, respecto a la muerte, cuyo tránsito de un año por un camino oscuro y muy sinuoso, finalmente, llega hasta al sewa ania, es decir al «mundo flor», un universo donde animales, fauna y hombre viven en armonía. Lo maravilloso es que según la creencia yaqui, cada octubre y noviembre regresa el muerto desde el infinito, a visitar a los vivos, ritual que se adapta al Día de los Fieles Difuntos. En el homenaje a Raquel, que se llevó a cabo en el patio central del Museo Regional de Sonora, se siguieron al pie de la letra estos rituales yaquis: danzas y cantos fúnebres. Primero rezaron y luego bailaron la danza de los Matachines (soldados de la virgen). Muchos de ellos viajaron desde sus pueblos especialmente para acompañar a Raquel en su último viaje.
En el caso de Raquel, no fue un fallecimiento, fue un fe-mi-ni-ci-dio. Al degollarla, le robaron su voz, pero afortunadamente allí están sus libros, entre los que destacan: Los partes fragmentados. Narrativas de la guerra y la deportación Yaquis, Los irredentos parias. Los Yaquis, Madero y Pino Suárez en las elecciones de Yucatán, 1911 y las diversas ediciones del libro: Misiones del noroeste de México. Antes de morir, Raquel estaba preparando la Yaquienciclopedia.
Todas somos Raquel. Todas nos sentimos violentadas por su muerte y todas, sobre todo las empoderadas, podemos morir degolladas por nuestra pareja