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Terrorismo de odio

No dejan de sorprendernos los psicópatas que atentan contra inocentes en crímenes de odio. El tiroteo en un centro comercial de El Paso, Texas, dejó al menos 22 muertos y 26 heridos. El fiscal del distrito, Jaime Esparza, pidió la pena capital para el joven acusado de tan solo 21 años. El sospechoso se entregó a los policías en el centro comercial sin oponer resistencia, es raro, la mayoría termina suicidándose.

Los norteamericanos critican a México por la violencia, pero, no hay comparación con su terrorismo, el atentado es el número 249 en lo que va del año.  Los líderes demócratas en el Congreso, solicitan controlar el acceso a las armas de fuego y critican a los republicanos, que son mayoría en el Senado, por su rechazo a las propuestas legislativas.

El negocio de las armas es una de las principales industrias de los Estados Unidos, las venden en los mercados de pulgas y en Walmart como si fueran juguetes, están en el mismo pasillo donde se pueden encontrar los balones para deporte. También las adquieren por internet y les llegan al domicilio. La presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, dijo: “ya es suficiente, son demasiadas familias las que han sufrido el horror de la violencia por las armas de fuego. La inacción del Senado republicano deshonra nuestra obligación de proteger a hombres, mujeres y niños inocentes”. Los vendedores de armas siguen defendiendo su negocio, argumentando que las armas no son el villano. La discusión sobre los terroristas se basa en varios temas que son el caldo de cultivo: intolerancia a la ideología, la salud mental de los jóvenes, la compulsión a repetir y la facilidad para comprar armas.

El presidente Trump incita al odio, utiliza su cuenta de Twitter para alimentar el racismo, la discriminación, la criminalización étnica y los mexicanos somos el chivo expiatorio.  En todos los atentados hay un patrón similar al de los ataques en las escuelas de Estados Unidos, el atacante acumula sentimientos de frustración; los autores de estos crímenes recurren a las armas como forma de mostrar su virilidad y proyectar la imagen de guerreros. La mayoría para evitar el castigo decide quitarse la vida.

Para entender el fenómeno de los atentados, hay que revisar la “Compulsión a la repetición” un concepto que Sigmund Freud definió para dar fundamento al impulso de los seres humanos de repetir actos y situaciones desagradables. La tendencia a repetir experiencias, en sujetos con salud mental dañada por abuso de drogas, situaciones familiares y un ambiente social agresivo, hace que ciertas actuaciones (acting-outs) se vuelvan una necesidad del yo para controlar las tensiones excesivas y derivarlas por catarsis. Los afectados repiten condiciones perversas introyectadas en su aparato psíquico. La pulsión inconsciente del sujeto dañado mentalmente, lo lleva a repetir más de lo mismo: una dinámica conflictual en la que interviene el principio del placer contra el principio de la realidad. Mientras más se publican los atentados más estímulos recibirá el siguiente terrorista para repetir lo mismo con alguna variante para competir y llamar la atención.

Las palabras matan tanto como las armas, los discursos de odio anteceden a los crímenes terroristas. Los genocidios iniciaron con discursos de antipatía. El Holocausto no inició en las cámaras de gas, los judíos han sido chivos expiatorios durante toda la historia. El presidente López Obrador, no escapa de la división social, recurre a calificativos despectivos como: Fifís, conservadores, canallas, entre otros para los que no piensan como él.

Hoy en día las migraciones son un problema difícil de controlar y los migrantes son despreciados en muchos países; debemos entender que salen de su país por el terrorismo y la falta de oportunidades. Necesitamos educación para la paz, que la palabra se convierta en herramienta para la solución de conflictos, aceptar que no pensamos igual, ni estamos de acuerdo con todo, pero que hay que respetar las diferencias para vivir en armonía.

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