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Solo tenemos una vida y es tan simple disfrutarla

Atrapados en la incertidumbre, vivimos saturados de noticias alarmistas. Nos preocupan los desastres que ocasiona el cambio climático al igual que la crisis económica que va de mal en peor. Sin embargo, podemos mitigar la frustración.

La comida nos acompaña desde el nacimiento hasta la tumba, pero, no es lo mismo comer que alimentarnos y deleitarnos con lo que nos llevamos a la boca. Un platillo preparado con amor es un orgasmo para los sentidos que se guarda en la memoria.

Como profesional de la salud mental, me preocupan los trastornos que algunas personas están sufriendo a causa de la pandemia. En estos meses no tenemos otro tema ya que esa es nuestra mayor preocupación.

Quiero transmitirles esta experiencia: lo que siento al sentarme a comer tras preparar mis alimentos. Por la mañana inicio mi desayuno leyendo el periódico, me concedo ese tiempo que disfruto, me entero de las noticias del día sin prisa ya que, al fin y al cabo, ya no tengo que llevar hijos a la escuela.

Para la comida, me preparé un medallón de atún acompañado de mayonesa hecha en casa. Lo bañé con un guisado de huitlacoche que compré en un mercado sobre ruedas. Lo acompañé con restos de alimentos que había en mi refrigerador: puré de papá, ejotes, arroz y de entrada una sopa de verduras. Para cerrar con broche de oro, té verde con unos rollitos con masa para galletas que preparé con cajeta de Sayula. Mi amiga, propietaria del negocio, me regaló un frasco de cajeta suprema (Sayula es un pueblo a una hora y 45 minutos de Guadalajara). Al estar saboreando todos esos platillos, me sentí muy afortunada. Faltaba solo el mesero para sentirme en un restaurante de 5 estrellas.

Tengo intolerancia a ciertos alimentos de manera que disfruto lo que puedo comer. Siempre recomiendo tomar consciencia de los 5 sentidos: qué huelo, qué escucho, qué saboreo, qué siento. Masticar lento, darse el gusto de cocinar y alejarse de la comida rápida. Yo preparo mi yogurt y el pan con levadura es uno de mis placeres desde la adolescencia.

Hay un movimiento internacional que se llama Slow food (comer lento) y reúne a todos los interesados en alimentarse con todos los sentidos. Tienen una página en la cual recomiendan lugares que respetan la agricultura local, esos que siembran hortalizas, hierbas de olor y se alimentan con animales de pastoreo, como la comida Kosher, pilar fundamental de la tradición judía.

Las generaciones modernas viven de prisa, las mamás ya no transmiten a sus hijas el placer de cocinar y las recetas de familia. Mi abuela dejó un linaje a sus nietas, nos gusta el buen comer. La cultura tiene que ver con la alimentación, con lo que cultiva cada región, con la pobreza y la riqueza. Es un deleite disfrutar de los platillos regionales, esos que se transmiten de generación en generación y que se están perdiendo.

Estos meses que estuvimos encerrados nos tienen que llevar a la reflexión de qué es lo verdaderamente importante. Tenemos un gran problema social: siempre más personas sufren de obesidad y diabetes, ambos son trastornos ocasionados por el cambio de alimentación y el trabajo sedentario. Ya muchos no salen de compras, todo llega a la puerta de su casa.

También reflexioné sobre los ciudadanos originarios de Chiapas y Oaxaca quienes migran a las ciudades. Saliendo de una tiendita de abarrotes vi a una familia de nativos, de los que vienen de Oaxaca, comiendo una bolsa grande de churros y su refresco. – ¿Qué venden? Les pregunté – Nada, tocamos la chirimía. ¿Nos puede dar una ayuda?, no hemos desayunado. – Sería bueno que, en lugar de churros, compraran una fruta, algo más nutritivo. Me quedé pensando en cómo han cambiado sus costumbres. Las señoras ya no cocinan, utilizan pañales desechables que tiran en la calle. No crían gallinas para alimentarse con sus huevos, y tampoco cerdos, chivos o vacas para beber leche y comer queso.

Si el gobierno quisiera ayudarles sería bueno que mandara brigadas de nutriólogos y expertos en agricultura, para que vuelvan a enamorarse del campo. También les ayudaría recibir clases de economía doméstica, ya que no ahorran y viven de la limosna.

Solo es cuestión de voluntad, muchos se quejan cuando llevan a cabo el servicio social, no le ven el aspecto positivo que tiene, independientemente del área que estudiaron. Pero estoy soñando demasiado, en este gobierno, creen que con darles un apoyo económico ya resolvieron el problema. La verdad es que están solamente fomentando la parasitosis social.

En la licuadora: un huevo, una cucharadita de mostaza, el jugo de un limón, media cucharadita de sal, yo le agrego una cucharadita de bolitas de mostaza (de la que venden en tiendas de careles) es opcional

Prender la licuadora y quitar el plástico a la tapa, en chorrito agregar una taza de aceite (si quieren ponerle de oliva, la mitad de la taza, para nosotros es sabor fuerte, pero si están acostumbrados, adelante) cuando queda la consistencia de mayonesa, guarda en frasco de vidrio en el refrigerador.

*Precaución. la licuadora tiene que estar bien seca, unas gotas de agua y se corta. Cuando se les corta. Vuelven a poner los ingredientes, menos el aceite y con toda la preparación que se cortó, se la van agregando de nuevo en chorrito y vuelve a quedar.

Puedes hacer cualquier aderezo, le agregas, unas gotas de salsa tabasco o de la que quieras, pimienta, salsa inglesa, una cucharada de catsup y te queda mil islas. Otra es ponerle salsa de soya. También se le puede agregar un ajo, cebollin. Otro aderezo es con yogurt natural, perejil, ajo, pimienta, un poco de chile seco, en la licuadora, refrigerar para qu vuelva a tomar consistencia, en fin su imaginación.

Las papas horneadas con mayonesa y pimienta, quedan deliciosas. Yo las cocino en el microondas.

Necesitan cursos de nutrición

Saliendo de una tiendita de abarrotes estaba una familia (indígenas) de los que vienen de Oaxaca. Estaban comiendo una bolsa grande de churros y un refresco. Les pregunté:

– ¿Qué venden? Les pregunté

– Nada, tocamos la chirimía. Nos puede dar una ayuda. No hemos desayunado

– Sería bueno que, en lugar churros, mejor compraran una fruta, o algo más nutritivo.

Me quedé pensando, lo que han cambiado sus costumbres por venir a la ciudad a pedir ayuda. Las señoras ya no cocinan, utilizan pañales desechables que los tiran en la calle. Ya no crían, gallinas para comer huevos, cerdos, chivos o vacas para beber leche. Si en verdad el gobierno quisiera ayudarles sería bueno que mandara brigadas de nutriólogos, expertos en agricultura, para que siembren sus verduras, hortalizas, y vuelvan a lo de antes criar sus animales y clases de economía doméstica. Solo es cuestión de voluntad. Cuando terminan la universidad, al realizar el servicio social, muchos se quejan de que ni siquiera lo llevan a cabo en el área que estudiaron. Pero en este gobierno estoy pidiendo demasiado, creen que con darles una ayuda económica ya resolvieron un problema

Las lavo, las pico con un cuchillo y depende del tamaño, unos 3 minutos, luego se tapan con una servilleta de tela y se dejan otros 10 min

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