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andrea arroyo Kavanaugh
andrea arroyo Kavanaugh

Si Brett Kavanaugh llega a la Suprema Corte

Blasey versus Kavanaugh. Una mujer que denuncia y un hombre que se defiende desmintiendo cada una de las acusaciones. La mujer, Christine Blasey Ford, es una apreciada profesora e investigadora con una brillante carrera en el mundo de la psicología. El hombre, Brett Kavanaugh es un magistrado con una importante trayectoria profesional y, sobretodo, es candidato a asumir uno de los cargos de mayor influencia y poder en Estados Unidos: Juez de la Corte Suprema. 

Mucho se ha dicho de las posiciones fuertemente conservadoras del juez Kavanaugh y del efecto que podría tener su ingreso en la Corte Suprema. Derechos que se consideran seguros y que son fruto de luchas largas y dolorosas, podrían estar en peligro: entre ellos el del aborto, los matrimonios gays y las adopciones de parejas homosexuales. Esos temores se volvieron más profundos tras las declaraciones de Blasey y Kavanaugh, frente a la Comisión de Justicia del Senado, antes de la votación que confirmó la nominación del magistrado a la Suprema Corte. 

Habló antes la dra. Christine Blasey Ford quien, con entereza y a pesar del nerviosismo que le causaba toda la situación, confirmó haber sido víctima de un intento de violación por parte de Kavanaugh y de otro amigo, ambos borrachos, cuando eran adolescentes.  

La respuesta de Kavanaugh fue, a decir poco, desconcertante. Con una rabia reprimida a duras penas, culpó a los demócratas de estar detrás de la acusación de Blasey, reafirmó su inocencia aún aceptando haberse excedido en alguna ocasión en la ingesta de alcohólicos, en particular de cervezas, algo que hubiera sido difícil desmentir ya que otros “amigos” lo habían confirmado a la prensa.  

No vale la pena demorarse en algunas de las declaraciones del magistrado, por ejemplo cuando comparó su asistencia a la misa de los domingos al cepillado de los dientes, un acto automático que poco tiene de devoción; ni en sus lágrimas que más bien parecieron el berrinche del niño al que quieren quitar el juguete. Mucho menos consideramos relevante la posición de víctima en la que trató repetidamente de colocarse, porque una persona con su carrera y su experiencia sabe bien que, cuando alguien aspira a un cargo de tanta relevancia como el de Juez Supremo, su vida está sometida a la evaluación pública. 

Otros son los detalles y declaraciones del magistrado Kavanaugh que despiertan perplejidad y preocupación. La forma rabiosa con la cual empezó su defensa diciendo que el discurso de apertura lo había escrito él mismo, solo y sin la ayuda de nadie, y cuando calificó la comparecencia frente a la Comisión de Justicia del Senado “un circo y una desgracia nacional”.  

Al decir que había escrito solo su discurso y al acusar a los demócratas de haber orquestado ese “golpe político”, Kavenaugh ofende y descalifica a la acusadora. La considera una muñeca de trapo incapaz de asumir decisiones propias. No había necesidad de hacerlo. Hubiera podido defenderse y desmontar las acusaciones sin desvalorizar tan de raíz a su acusadora. 

Al culpar abiertamente a los demócratas y al decir que, a través de él, quisieron atacar al Presidente Trump, dejó bien claras sus preferencias políticas, con todas las consecuencias que podemos imaginar si llegará a detener una posición de poder durante la cual debería ser capaz de mantener un criterio sereno, imparcial y sobre todo apolítico. 

La afirmación según la cual el proceso de confirmación de su nominación fue un “circo y una desgracia nacional”, finalmente deja abiertas algunas preguntas importantes: ¿Considera el juez Kavanaugh que, frente a una acusación de agresión sexual, los senadores hubieran tenido que hacer oídos sordos y seguir adelante como si nada? ¿Cree el alto magistrado que la dra. Blasey no merecía ni el derecho de la duda? ¿Será que piensa que las mujeres deben ser invisibles, existir de luz refleja, actuar siguiendo las indicaciones de otros, vivir sumisas y sin nunca crear olas? 

Difícil saber ahora lo que pasó hace más de 30 años, pero, lo que sí sabemos es que una agresión sexual puede trastornar la vida de una mujer, puede tener un efecto devastador sobre su manera de enfrentar no solamente las relaciones con sus parejas sino la vida en general. Imaginamos también cuán difícil debe ser para una persona quien no está acostumbrada a la vida agitada de las personalidades públicas sino más bien al cálido refugio de los libros, subir a un estrado y hablar públicamente y bajo juramento de un hecho que la humilló como mujer y como ser humano. La digna exposición de los hechos de la dra. Blasey ha sido una lección para las mujeres del mundo, una exhortación a salir del silencio en el cual muchas veces condena una agresión sexual. La dra. Blasey habló en nombre de todas las mujeres quienes, aún hoy, viven con el temor de ser víctimas de asaltos sexuales y que, cuando sufren uno de esos ataques, prefieren esconderlo dentro de sí mismas. La dra. Blasey habló de una realidad que, lejos de ser tapada, debe ser enfrentada seriamente.

Es lo que está haciendo el movimiento #MeToo a pesar de quien trata de denigrarlo. Esfuerzos inútiles. Lo único que no podrán lograr ni el juez Kavanaugh ni el Presidente Trump, es quitar fuerza a un movimiento que habla de solidaridad y respeto, un movimiento que no tiene ni color político ni sexo, como demostraron las 1600 firmas de hombres que fueron publicadas en el New York Times en respaldo a las declaraciones de la dra. Blasey.

Si bien nadie tiene suficientes datos para saber con exactitud qué pasó hace 36 años en la vida de estas dos personas, todos pudimos ver la actitud de la dra. Christine Blasey Ford y la reacción del juez Kavanaugh.  

No se necesita mucha imaginación para adivinar cuál será la posición de Kavanaugh si un día llegará a ocupar esa silla de Juez de la Suprema Corte para la cual está luchando con tanta determinación.


Photo Credits: Andrea Arroyo 

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