Ay, alma de mi alma ¿y yo qué hago con las sandalias que metí en la maleta? ¡Estos no son 22 grados jamás! Hace un frío que no aparece en ningún sitio de Internet, cuando pones Sevilla siempre te dice calor. Me sospecho que sucede que el clima de Sevilla no se mide en las nubes sino en la temperatura de su gente.
Para empezar, en Sevilla se habla cantado, que mira que no hay nada que la detenga, van y vienen dándole a la lengua aunque sea bajo el paraguas que golpea la lluvia y el viento, en la acera estrecha, esquivando a los que suben cuando bajan, y los retrovisores de los carros que pasan casi rozando los cuerpos… ¿y qué importa que vaya solo con los audífonos puestos? Eso no quita que tenga muchas cosas que decir… siempre en tono de fiesta… y muchas veces en tercera persona… ella ha dicho, él nunca ha querido, creo que ella debiera… Son otros los sujetos de todas las oraciones, aunque lo digas tú… A mí lo que me parece es que ellos, es lo que yo le digo, ¡pero no hacen nada!… Es todo un arte hablar de uno mismo por oposición a los otros… eso que hacen no tiene sentido, eso tiene mucho sentido, ella es una niña que nunca, y además esa gente que parece encantada y da charla, pero no dice lo que piensa… de madre a hija, de hija a madre, de todo eso que no se entiende… Es una tía muy inconstante, una mente muy complicada, un día le interesa esto, el otro día lo otro. Que ya yo no sé como manejarla más. A ver si se da cuenta pero no. Se pasa el día, y tiene un lenguaje, que yo se lo he dicho a Valeria. El otro día me dijo, y mi madre me ha dicho, barbaridades, que si mi padre no se mete en nada, coño que no se parece a nadie, yo también tengo experiencia, por lo menos que sepa que sí, pero la tía se encojonó, mi hija sí que no, nada, que eso no tiene nada que ver, es que está como una pasa, ella no está para eso, qué manera de desconfianza… conocerse, reconocerse, distinguirse, es por sí o por no, decirse por el que se cuenta y verse en el que escucha. No es chisme, es opinión de la que sirve para descifrar los misterios propios. Porque de todas formas, lo que pasa en Sevilla, se queda en Sevilla.
¿La Alameda es por aquí? ¡Que no! ¡Que es para el otro lado!… sigue por ahí derecho, que te la vas a encontrar a la derecha… camino y escucho varias cuadras de dimes y diretes, ya sería hora de tomar a la derecha, ¿si bajo por aquí llego a La Alameda? Que no, mi alma, todavía te falta un cacho, sigue rejto, rejto, guapa, hasta que se acabe la calle…
Son las nueve de esta primavera que no quiere anochecer, el día se extiende en rosados sobre el Guadalquivir, la conversación sigue y se anima con la noche, ¿sabes que es lo que pasa?, a mí parece que esa relación, cuando una mujer sale de una relación, como la niña no va bien… en las mesas del Café la Habanilla, desde 1936, las palabras que juzgan a los que no están, se mezclan en un rumor feliz. A ella le conviene, vale, vale pero no me voy por ahí… Hay que decirle, hablar con ella, yo sí soy sincera…
Un hombre joven camina rápido bajo su sombrero, su paso es decidido, no mira a los lados. Una mujer con minifalda de faralaos y botines de tacón, lo alcanza con dos copas de vino blanco en una mano. Urgente, ella le habla de algo que pareciera de los dos. Quiere convencerlo pero sin embargo, conserva la distancia. Será un hombre de temer… Déjame, déjame, dice él. Ella habla de lo que nadie escucha aunque probablemente otros vieron y por eso el entuerto. Siguen por toda la plaza, se pierden entre las mesas de otros cafés, otras gentes que no alcanzan a interesarse, pasan demasiado rápido. La vida de los otros hablando de la vida de los otros también pasa rápido. De verlos cada vez más ansiosos en la distancia, siento que menguo. Que se me escapa de las manos… no sé, esa historia, la historia, la vida, el lugar… de pronto me he quedado sin lugar sin advertencia. Desprevenida de lo que afuera de mí sucede como si fuera película. Llenándome de textos que imagino sin destino. Muero… No, no muero, todavía me dan ganas de llorar cuando veo a la mujer de la minifalda de faralaes volver sola y cabizbaja aun con las dos copas de vino en una mano. Sin miedo, unas amigas la llaman desde otra mesa.
Y pienso que el único sitio donde no me da miedo perderme es Sevilla, porque le puedes preguntar a cualquiera, las calles están llenas de gente que siempre está dispuesta a darte la dirección como si fuera canción. Y no es suerte, ni casualidad, te juro que dos cuadras más allá vuelves a preguntar, y de nuevo es fiesta. En Sevilla, son todos así. Si Hemingway dijo que Paris era una fiesta, yo me atrevo a completar, parafraseando a una amiga, que ciertamente es una fiesta a la que no nos han invitado. Pero en Sevilla la fiesta se le mete en el cuerpo a quien ose andar por sus calles.