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arturo serna
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Segunda carta a JDB

Estimado JDB:

Me tildas de inconsecuente y me dices que no somos Crates ni Hiparquia. Nadie es nadie, estimado. Y menos yo o lo que supongo que es mi yo. Pero de esto hablaré un poco más adelante.

Déjame decirte lo siguiente: la comparación con Crates y con Hiparquia es solo un modo de argumentación. Mi razonamiento no está atado a la literalidad. Sabemos que el lenguaje nos entrega la posibilidad del salto metafórico y de la curiosa analogía. Aristóteles –aunque se equivocó en todo y especialmente en la física—acertó en una sola cosa: el análisis de los recursos de la argumentación y de la retórica. El estagirita ya vio el potencial de la analogía. Y lo que he hecho es hacer uso de una analogía. Si tenemos la rica agua de la lengua ante nosotros, ¿por qué no usar los elementos de ese mar?

Salvo notable excepciones, los filósofos son egocéntricos y meros amanuenses de los físicos y rehúyen de las metáforas porque no aceptan que, en el fondo, son poetas frustrados. En ese sentido, creo ser más consecuente que Heidegger, por ejemplo. Admiro más a los poetas que a ciertos filósofos canónicos. Heidegger cree que hace filosofía cuando en realidad lo que hace es poesía insulsa por otros medios. Su uso mediocre del lenguaje lo convierte en un poeta mediocre y es, también, un impostor. Se presenta como pensador pero es, fundamentalmente, un malabarista desequilibrado de la lengua.

Por otra parte, JDB, no sos solo el rejunte de tres iniciales. Detrás de las letras y de las palabras hay un orden secreto. Estoy seguro de que detrás de las iniciales o de los nombres hay “algo” aunque no sé lo que es. No sé quién eres, JDB. Tampoco sé quién soy. Yo mismo soy un misterio para mí y para los otros. Sospecho que detrás de un yo hay un haz de percepciones, pasiones e ideas. Ese conjunto amorfo conforma un yo. ¿Pero quién sabe lo que es un yo? Digo “yo” y siento inmediatamente un abismo, un desierto poblado de incógnitas, de incertidumbres imborrables. Cuando digo que admiro más a los poetas que a los filósofos lo que digo es un tanteo, una aproximación, esa exploración que me permite y, a la vez, me limita el lenguaje. Detrás de las palabras, todo. Qué es eso que hay no lo sé. Solo tengo la sospecha del mundo.

Vuelvo sobre los filósofos y los físicos. Los filósofos son los divulgadores fracasados de los físicos brillantes. Giordano Bruno fue el publicista de Galileo; Kant reflexionó sobre los postulados básicos de Newton; los positivistas repiten ciegamente “algunas” consecuencias de la teoría de Einstein. No sería inoportuno que algunos filósofos se dedicaran a otra cosa.

Aunque suene exagerado, Stephen Hawking dio en la tecla. Refiriéndose a la pregunta por la naturaleza de la realidad dijo que “tradicionalmente esas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto”. La filosofía no ha muerto pero pende de un hilo en el abismo.

Los filósofos hemos sido los amanuenses idiotas de los físicos. Es hora de despertar del sueño dogmático. La ciencia brinda conocimiento. Aunque el conocimiento no pueda salvar a los hombres –nada nos salvará ya que no hay nada que salvar– al menos es un lenitivo frente a la nada. La filosofía, en cambio, es la extensión por otros medios de los prejuicios sentimentales de un individuo.

Te propongo que nos veamos en el rincón de la plaza Urquiza que contiene una estatua de uno de los autores más sobrevalorados de nuestro país: JLB (de este Homero menor hablaremos en otro momento). Estas coordenadas me las dio Soberón ya que, como sabrás (si pudiste leer mis textos) nací en Moreno, provincia de Buenos Aires, y mi conocimiento de tu ciudad es escaso o nulo.

Un saludo cordial,

Arturo Serna


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