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Paola Maita

Saudade (Parte II)

Un ser humano realmente vil y ambicioso, con tal de hacerse con o mantenerse en el poder, es capaz de utilizar cualquier medio que se le presente para lograrlo. La historia de la humanidad está repleta de mandatarios déspotas y autoritarios. Desde Nerón y el Conde Vlad, como muestra de los más sanguinarios; hasta Fidel, Franco, Mugabe, Obiang o Pinochet, como muestras de la represión moderna. Todos estas cabezas de Estado han causado graves secuelas a sus pueblos durante milenios, pero ahora que tenemos manuales diagnósticos de psicopatologías en las manos, podemos darnos el lujo de preguntarnos cómo han afectado estos regímenes el desarrollo psíquico de las personas que los han vivido.

La semana pasada hablaba de la saudade en la que creo que actualmente vivimos sumergidos los venezolanos. Sí, así, sumergidos, porque creo que nos está ahogando, pero ese no es el punto. La cuestión está en cuando la saudade escala a niveles patológicos, cuando deja de ser una simple añoranza intraducible.

Es cierto que las situaciones socio-ambientales no son las únicas detonantes de las patologías mentales, pero vaya que tienen su peso. No es lo que pasa, es el cómo la persona lo percibe, lo interpreta y deja marcas en su vida. Más allá de cualquier predisposición biológica, cuando las personas se enfrentan a este tipo de situaciones donde sus países son mal dirigidos política, social y/o económicamente, están expuestas a desarrollar varias patologías, como episodios depresivos o trastornos relacionados a la ansiedad (como ansiedad generalizada). Hay otras, pero estas son las más frecuentemente relacionadas con esas situaciones.

La depresión puede surgir por el sentimiento de tristeza profunda de ver cómo se derrumba el país en el que se habita, por desesperanza en el futuro, por impotencia al no poder cubrir las necesidades más básicas, o cualquier eventualidad que genere una tristeza profunda y crónica en la persona. Es necesario que aclare que no cualquier tipo de tristeza es un episodio depresivo, pero cumpliendo ciertos criterios establecidos puede llegar a serlo, tales como la duración, intensidad y grado de afectación de la vida cotidiana de la persona.

La ansiedad, por el contrario, está más asociada a un estado de tensión, de estar alerta excesiva ante peligros imaginarios o reales. De nuevo, debe cumplir ciertos criterios para ser considerada patológica.

Si en este momento a los venezolanos nos hicieran alguno de los test relacionados con rasgos patológicos, la mayoría saldríamos por encima de lo esperado para estándares internacionales, pero aquí podría ser considerado normal. Por ejemplo, en otro país, pensar que alguien te puede estar persiguiendo constantemente puede ser una señal de paranoia, aquí es una medida de seguridad, un mecanismo adaptativo para sobrevivir.

Estos dos no son los únicos grupos de trastornos que podrían ser inducidos o potenciados por regímenes autoritarios. Los trastornos que alteran la personalidad también son bastante posibles en estas situaciones; pero más que dar una clase de Psicopatología, la idea es dejarles esto: ¿Cómo creen que quede la mente de alguien que haya sobrevivido una dictadura, una guerra, una hambruna o todas las anteriores?

Los que hemos tenido contacto con personas que han sobrevivido situaciones donde se dificulta conseguir alimentos, hemos visto como algunas de ellas, después de que la situación ha terminado o que están en otro lugar donde esto no sucede, suelen tener las despensas abarrotadas de alimentos no perecederos, una sensación de que algo podría pasar y que es mejor tener comida guardada. Algunos abuelos que vivieron guerras en sus países y luego emigraron son ejemplo de esto. Hay un video de una sobreviviente del holocausto judío que relata su experiencia que creo que relata mucho mejor todo esto.

En resumidas cuentas, cada hecho que vamos viviendo va moldeando nuestra mente, y más todavía cuando estos ocurren a tempranas edades. Vivimos en una época donde es posible sanar estos traumas con la atención psicológica adecuada, pero tiene que haber la intención y el interés de quien lo padeció para que haya progreso. Es necesario una labor social, al menos en mi país una vez que esta crisis haya pasado, para recuperar la salud mental, porque si algo queda claro es que en Venezuela no hay ni habrá sólo saudade, sino que está emergiendo una demostración casi completa de cualquier manual completo de psicopatología en la población.

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