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Resguardar la narrativa

Lo ocurrido el pasado 24 de febrero demostró el talante de la élite regente. Maduro y sus adláteres cruzaron una línea que hasta yo, que de ellos espero lo peor, pensé que no cruzarían. A la luz de quienes no nos embriagamos con monsergas socialistas, lo ocurrido en las fronteras del Táchira y Bolívar fue una estupidez. Sin embargo, aprendí de mi abuela que no hay nada más estúpido que creer que los demás lo son. También estoy al tanto de sus cuidados cálculos a la hora de actuar, por lo que me pregunto su lógica para haber perpetrado lo que a la luz de los países verdaderamente democráticos entienden como crímenes de lesa humanidad.

No, no los tengo por imbéciles. Podrán ser perversos, y lo son ciertamente, pero, sin lugar a dudas, nadie se mantiene en el poder durante veinte años padeciendo cretinismo. Ellos no dan puntada sin dedal. Para comprender su lógica entonces, debemos asumir que no son demócratas. Son militantes de una izquierda que justifica todo para imponer su proyecto, aun la violencia y el asesinato de disidentes. Cuando hablan de lucha de clases no se refieren a un eufemismo, a una metáfora. Para la élite, siempre se ha tratado de una guerra.

Siguen los ideólogos izquierdistas la lógica de Maximiliano Robespierre: el régimen del terror es necesario para crear al nuevo ciudadano, y aprovechando la estrategia goebeliana durante el régimen nazi (1933-1945), se valen de la propaganda para distorsionar la realidad y culpar a otros – enemigos reales o imaginarios – de la catástrofe causada por las políticas socialistas.

Maduro y su entorno se siente amenazado por fuerzas internas y externas. Puede que en su lógica distorsionada (por su dogmatismo e incluso, por temores profundos y pecados inconfesables), crean que en efecto, el pasado sábado «impidieron una invasión», aunque bien sabemos, no ocurría tal invasión. Creen que su «lucha» arriesga los privilegios de aquellos que según sus dogmas, sustentan su poder sobre el lomo de los desposeídos, y por ello, los ataques a su proyecto, la inminencia de una agresión militar extranjera apoyada por apátridas.

El ejercicio absoluto del poder les corrompió absolutamente y por ello, no son solo sus razonamientos revolucionarios, sino el miedo, el terror de verse desamparados del único salvoconducto que les resta: el ejercicio del poder, aunque sea de facto. No son ignorantes de los juicios que en cortes nacionales e internacionales les aguardan por sus fechorías. Puede que dentro de su razonamiento, ya no les quede sino reprimir. Y después de lo ocurrido el sábado, no esperemos bondad que el escorpión no es capaz de ofrecer.

Si fue estúpido o no lo del sábado resulta sin embargo irrelevante. Salta a la vista de lo que es capaz la élite, como lo confesara Delcy Rodríguez luego de la agresión a la ayuda humanitaria que ingresaba por las fronteras con Colombia y Brasil. Dudo mucho que haya sido una simple memez de la élite. Imagino que la intención (de la élite, aunque creo más que de sus asesores cubanos) es preservar la narrativa de la izquierda. Buscan una confrontación que nutra el discurso manido que desde la caída de Allende ha exculpado a los pésimos gobiernos socialistas por sus errores. A la luz de su credo, si la salida es inevitable, como parece serlo en el caso venezolano, mejor mutar de victimario a víctima.

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