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Azucena Melcano

Regateando el amor

“Después de todo, ¿Qué pueden saber los ignorantes sobre el amor?”

Takemiya Keiko

La música resonaba en la amplia sala haciendo vibrar las paredes. Al verla ahí, sentada frente al piano con su vestido formal y sus elegantes movimientos, siguiendo el ritmo de su canción favorita, las dudas que lo asaltaban un momento antes se disiparon. Sacó  la rosa roja de la caja en la que la había ocultado hasta ese momento. Cruzó la sala completa, subió al estrado y se detuvo frente a ella, tendiéndole la flor.

La música cesó. Ella levantó la vista y fijó su mirada en él. El recinto estaba lleno de gente; sin embargo en aquel momento solo existían ellos dos. En su pequeño universo no había cabida para nada más, porque aquella rosa, era el símbolo de que finalmente habían logrado salvar la distancia que hasta entonces los había separado…

Escenas como ésta las podemos encontrar prácticamente en cualquier película hollywoodense, drama coreano y hasta en las ficheras mexicanas,  (aunque claro, con mucho menos romanticismo), especialmente cuando se acerca el día de San Valentín y las televisoras se aprovechan para hacer gala del repertorio de películas cursis con el que cuentan.

Existen diversas formas de festejar este día. Aunque es una tradición propia de los países occidentales; principalmente de Inglaterra, Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos, otros países la han adoptado añadiéndole sus características particulares, como en el caso de Japón, en donde son las mujeres quienes obsequian chocolates a los hombres. Ahí, cada chocolate adquiere un significado especial de acuerdo al precio de éste, la forma en la que se elabora e incluso la envoltura y las palabras que se utilizan para entregarlo. Es tan grande la popularidad que ha adquirido esta costumbre, que de acuerdo a la cantidad de chocolates que los hombres reciben, se mide su nivel de aceptación entre el sexo opuesto.

De igual forma, los coreanos  han adoptado esta tradición aunque de manera distinta, ya que no festejan como tal el día, sino una variante de éste. A diferencia de la costumbre japonesa,  en Corea, los hombres suelen entregarles rosas rojas a las mujeres cien días después de haberlas conocido.

En el caso de México, la celebración no se enfoca únicamente a las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres. En nuestro país, suelen entregarse desde los clásicos chocolates con forma de corazón, hasta globos con formas de animales extraños sin relación alguna con la figura que se supone representan.

Pese a que el catorce de febrero no es más que una fecha marcada con rojo en el calendario, no sólo durante ese día; sino que durante todo el mes, las tiendas de autoservicio, centros comerciales, tianguis, mercados y hasta los bares frente a las escuelas adornan sus establecimientos con motivos que hacen alusión al “Día del amor y la amistad”. Sin embargo detrás de toda la algarabía que se muestra, existe una total falta de conocimiento del tema.

Son muy pocas las personas que saben algo sobre  los orígenes o mitos de ese día y son todavía menos aquellos a los que les interesa conocerlos. Y no es que sea necesario saber la leyenda inglesa sobre el sacerdote condenado a muerte que se enamora de la hija del soldado;  el poema que Chaucer escribió para el rey Ricardo II de Inglaterra y Ana de Bohemia o cualquier otra leyenda sobre el día para poder festejarlo, después de todo es un día para celebrar el amor, pero, si no se necesitan datos históricos precisos para festejar la existencia de un sentimiento tan inefable que carece de un concepto concreto para definirlo,  resulta también absurdo contar con un día específico para recordar que estimas a otra persona.

Hoy en día, el catorce de febrero no es una fecha para celebrar el amor, es un día para medir en términos monetarios la atracción de la pareja.

Nos encontramos sumergidos en una época en la que todo se mide con base a la popularidad y a los cánones que dictan los estereotipos más publicitados. Los comerciantes, no conformes con vendernos la idea de mostrar afecto mediante objetos, resaltan la trascendencia de la amistad como valor único e incalculable, cuya importancia sólo puede transmitirse por medios materiales.

Para fines prácticos las celebraciones por el catorce de febrero se podrían resumir con la frase “Demuéstrale con un costoso regalo que su amor no tiene precio”. Los conceptos de amor y amistad se han tergiversado hasta el punto en que su valor es únicamente comercial.

Es innegable que la amistad no es más que una convención pragmática y el amor se resume en términos químicos; no obstante ambas emociones han sido explotadas por escritores, pintores, compositores y artistas en general. Si bien se encuentran entre los más abyectos sentimientos del ser humano,   también es cierto que son la materia prima de grandes obras de arte. Pero, ni la amistad, ni el amor desde su punto de vista social deberían validarse en un solo día. Como todo lo físico tienen su origen en los más nimios detalles, y ninguno de estos es material.

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