Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Anabella Lenzu
Photo by: nydia hartono ©

Quiero ser la eterna estudiante

Como bailarina, mi momento de mayor crecimiento creativo y técnico, se dio durante los años 1995-1999, en mi ciudad natal, Bahía Blanca (Argentina). Al dirigir mi propia escuela L’Atelier Centro Creativo de Danza, todas las mañanas con Soledad Gutiérrez (mi asistente), enseñaba y me «auto-daba» clases desde las 10 hasta las 14. ¿Por qué ese esquema de trabajo tan exigente? Porque se trataba de una cuestión de autodisciplina, de autoconocimiento y de respeto por uno mismo.

Sin conciencia y sin madurez nada da sus frutos en la vida, y aún más, en la carrera de un bailarín. Reconozco este período como uno de los más significativos para mí. Porque a veces, aunque la pereza me tiraba de la mano, sabía que sin esfuerzo no era posible el crecimiento y una voz en mi interior me invitaba a creer en mi misma y a seguir adelante.

Aunque no me sintiera al cien por ciento,  me levantaba, tomaba un té y salía para mi estudio.

Esta era mi rutina: una hora de estiramiento y preparación física, otra hora de trabajo en la barra, y una hora de ejercicios en el centro, para finalizar ensayos de mis coreografías. ¡Qué difícil es para todos nosotros la disciplina y el compromiso de encontrarnos día a día con uno mismo!

¿Por qué nos cuesta tanto generar el tiempo para dialogar con nosotros mismo, a través del movimiento, si sabemos que después de realizarlo nos sentimos mejor?

La pereza, las distracciones, el miedo a no poder lograr nuestras metas, a conocer las propias limitaciones, son algunos de los monstruos a vencer.

¿Por qué  luego de tantos años de tomar clases con otros maestros, añoro tanto ese periodo? Soy a la vez mi mejor estudiante y mi mejor maestra.

Ese período fue y será mi mejor regalo: dedicar tiempo para escucharme y para recrearme a mi misma.

Hoy por hoy, viviendo en Nueva York, siendo madre y esposa, trabajando como profesora en tres universidades y dirigiendo mi propia compañía de danza, siento que las distracciones a veces «me comen», y no me permito el placer de autoescucharme nuevamente.

La vida del bailarín, es una constante lucha donde se intercalan períodos de pleno desarrollo y trabajo, pero también de distracciones y autoevasión.

La conciencia y autodisciplina que logré adquirir en ese tiempo, me acompañan hasta el día de hoy y me ayudan para poder afrontar mi vida. Porque interiormente sé quién soy.

Uno se pone a prueba diariamente mirándose al espejo, tratando de descifrar quién es la persona allí reflejada. Muchas veces no queremos ver la realidad, preferimos hacer «la vista gorda» o generar una  falsa imagen de nosotros mismos.

Fui bulímica, con la paciencia y control de mi familia, y especialmente de mi mamá Graciela, pude superarlo. Apelé a mis límites físicos y mentales más de una vez.

He sufrido de ataques de pánico cuando sentía que no podía controlar mi vida, y también gracias a Dios lo pude superar escuchándome, enfrentándome al espejo y cerrando los ojos para verme hacia adentro. Este es mi training como bailarina, el mismo que aplico día a día, en todas las áreas de mi vida.

 

El desarrollo de la propia percepción

Cuando bailamos, y luego de años de training, desarrollamos la capacidad de vernos exteriormente y de entender cómo el público nos percibe. Construimos el andamio, el esqueleto de nuestra personalidad artística, pero, así como construimos la carcasa, también construimos nuestro interior.

Al cerrar los ojos muchos monstruos aparecen: el miedo, la inseguridad, la búsqueda de la perfección, la autorepresión y censura. Al cerrar los ojos no podemos mentirnos a nosotros mismos. Debemos estar aquí y ahora, sin dejar de transportarnos a otro lugares a través de la imaginación. Ese cordón umbilical, que conecta la oscuridad con la luz, se construye lentamente a través de años de constante trabajo.

Los invito a sumergirse en ustedes mismos para así buscar el autoconocimiento, porque sin ello andaremos perdidos por la vida, caminando con los zapatos de un desconocido, privándonos del placer de crecer, transformarnos, y así encontrar finalmente nuestro equilibrio interior.

Ese período en la Argentina, fue mi laboratorio creativo y padagógico.

Un lujo al cual me gustaría acceder a diario y una invitación para todos ustedes a intentarlo.


Photo by: nydia hartono ©

Hey you,
¿nos brindas un café?