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paola maita
Photo Credits: Holly Lay ©

Que los hombres no se enteren (Parte II)

Incluso puedo darte más material…

Después de mostrarle a M. el borrador de la crónica que iba a publicar y en la cual hablaba de una de sus historias, su primera reacción fue contarme más. Me habría encantado que no tuviese más historias, pero como muchas de nosotras, la historia no es una sola ni tampoco el agresor.

A sus 12 años, el hermano de uno de sus vecinos, un conocido, alguien cercano a su casa, también comenzó a acosarla. Otra vez alguien que la espiaba sistemáticamente.

En la fiesta de Año Nuevo, la interceptó cuando estaba sola. La abrazó con la excusa de desearle Feliz Año, pero era un abrazo, raro, diferente. No lo sentí normal y… Él se fue. Yo pensé voy a esperar unos minutos y luego entro. Esperé como cinco minutos (…) Y me lo encontré en el pasillo (…). Me dijo que era demasiado bella y que quería abrazarme. Me metió la mano debajo de la falda, me agarró la nalga e intentó besarme. Yo lo pisé, (…) él se fue hacia las escaleras y yo entré al apartamento llorando. Le conté a mi mamá, a mi abuela y a mis tías llorando. Todas se miraron en la cara y lo único que dijeron fue: “Que los hombres no se enteren”. Me metieron al cuarto y mi papá nunca se enteró hasta que yo tuve como 20 años.


Ese audio llegó directo a una de mis historias, una de esas que jamás pensé pertinente contar porque después de todo, “no fue tan grave”. Y cuando la justifico, me doy cuenta de lo que estoy haciendo… Decir que no fue “grave” porque no fue una violación o «algo peor» es decir que todo lo que está antes de eso estaría permitido, que «no pasa nada».

La voz terapéutica que llevo dentro enseguida se dio cuenta de la disonancia, y me preguntó: «Si no fue tan grave, ¿Por qué no te atreves a contarlo ni siquiera a tu esposo?».

Sí, podría decir que no es problema de nadie, que es porque ya lo he aceptado, que pasó hace mucho tiempo, que éramos solo dos niños en una piscina, que podría haber sido una maldad de niños… Sí, claro que podría haberle dicho todas esas cosas pero habría sido perpetuar la mentira… La verdad es que, por mucho que intente negarlo, a mí también me han tocado.


«Que los hombres no se enteren»… De toda la historia, esta es la frase que me sigue asustando más. No porque piense que todos sean iguales, o sea partidaria de fundar un orden social donde sean sometidos. No, ese no es el argumento que me lleva a sentir miedo o ira. Es la forma de ordenar las prioridades, de que lo primero que nos preocupe proteger sea el orgullo de ellos, que no se enteren que “sus mujeres” han sido tocadas por otro… Y lamentablemente, somos muchas las que tenemos historias. Pues ya es hora de que no solo ellos lo sepan. Que se enteren todos.


Photo Credits: Holly Lay ©

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