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Paola Maita

Psicopolítica chavista: 3 microcuentos de terror para USA

Recuerdo que una de las primera veces que discutí con mi mamá de política, ella me dijo: “Chávez es demasiado bruto”, y justamente ese fue el punto de quiebre, porque apenas comenzando mi carrera de Derecho y sin sospechar aún que sería psicólogo en un futuro, estaba clara que ella no tenía la razón.

A simple vista, las decisiones de Chávez y su sucesor podrían ser de las peores que han sucedido en la historia política contemporánea de Venezuela, dado el declive social y económico al que han inducido al país; pero analizadas en profundidad, está claro que siempre tuvieron un norte: Mantenerse en el poder. Estas intenciones evidentemente están en contraposición con lo que debería ser el trabajo de un Jefe de Estado y de Gobierno.

Creo que hay 3 cuentos importantes que pueden describir cómo el chavismo empleó la psicología para perpetuarse en el inconsciente venezolano.

 

El muerto vivo

A pesar que ya “El Comandante” tiene más de 3 años y medio de haber fallecido, desde entonces se ha montado una maquinaria propagandística que ha insistido en la idea de que “Chávez vive y la lucha sigue”, pero ¿Cuál es la consecuencia de eso?

Hablar de alguien muerto en presente, como si estuviese aquí, no permite que el duelo por el cual tenemos que pasar todas las personas cuando perdemos algo o a alguien se elabore correctamente.

Recuerdo cuando, durante los primeros meses después de su muerte, escuchaba el Himno Nacional cantado por su voz. Me parecía espeluznante el saber que estaba muerto pero que al mismo tiempo oía su voz saliendo por la bocina del radio.

Esa, desde mi punto de vista, ha sido una de las jugadas más brillantes del chavismo, porque pudieron aplicar el lema de “larga vida al líder” y perpetuar su popularidad post-mortem a favor de un sucesor que definitivamente no la tenía.

 

La malvada pirámide

Abraham Maslow postuló hace bastantes años una teoría con la cual jerarquizaba las necesidades del ser humano, graficándolas en forma de una pirámide donde las necesidades fisiológicas, como comer y dormir, son primarias y la autorrealización viene de último, una vez que estén satisfechas todas las demás.

Cuando estamos muy ocupados pensando en necesidades básicas (por ejemplo comida, seguridad, casa), poco tiempo y disposición tenemos para pensar en cómo tumbar al gobierno que nos aprisiona. Hace una semana, hubo crisis de gasolina en algunos estados. Eso tuvo como consecuencia que muchas personas tuvieran que hacer colas de hasta 6 horas e incluso más para poder llenar el tanque del vehículo.

Un pueblo que apenas se alimenta, apenas piensa, no se educa… Pues, es un pueblo fácil de domar. Como diría Maslow, si las necesidades primarias no están cubiertas, los deseos más elevados no surgirán.

 

Estado paranoide

La terminación “-oide” hace referencia a algo que tiene una forma parecida a otra cosa, sin serlo realmente. Cuando pienso en la “paranoia” en la que vivimos los venezolanos constantemente, es más paranoide que paranoia en sí por no cumplir en la mayoría de las personas todos los criterios necesarios para ser una patología.

Ver que creemos que nos pueden robar en cualquier momento, que un carro nos puede estar persiguiendo, que un movimiento militar incierto puede surgir para terminar con la miseria en la que vivimos; y saber que hay un cierto grado de realidad en ello, no me permite evitar pensar “¡Maldita sea, qué inteligente si alguien diseñó esto!”.

Macabro, pero inteligente, porque el condenar a una población a vivir en un temor constante desgasta psíquicamente, tanto que la persona se aliena y es más difícil ponerse de acuerdo para un objetivo común.

 

Conclusión

Hoy me encantaría decir “¡Ánimo, USA! Son sólo 4 años, eso pasa rápido”, pero como audiencia de estos 3 microcuentos de terror, que no me los han contado sino que los he vivido, me sentiría un poco hipócrita haciéndolo.

Conozco cubanos que han vivido algunos de ellos, y desearía que en 20 años no tenga que conocer a estadounidenses que me cuenten cosas similares. Quisiera no ver a mis amigos con miedo acerca de su futuro en el país que escogieron como segunda patria, pero no, la realidad es otra. Supongo que si queremos saber lo que va a pasar, tendremos que seguir viendo Los Simpsons. Larga vida a Matt Groening y sus guionistas quienes aparentemente han sabido comprender el mundo mejor que el resto de nosotros.

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