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Procrastinar

Procrastinar es un vocablo que está de moda; es sinónimo de, aplazar, dejar para después, posponer deberes y responsabilidades por otras actividades que resultan más gratificantes o que son irrelevantes. Procrastinar es una forma de evadir, de no enfrentar ciertas responsabilidades, hombres y mujeres refuerzan sus conductas y se vuelven adictos a la tensión del posponer. Las personas procrastinan de diferentes formas, algunas llegan al extremo de hacerse dependientes de actividades alternas como, navegar en Internet, pasar horas en los videojuegos, caer en compulsiones como gastar en exceso, limpiar la casa o comer y beber sin parar. La procrastinación se encuentra dentro de los trastornos del comportamiento; es una de esas conductas que son reforzadas a través de los años y de los modelos culturales aprendidos en familia. Muchos están conscientes de no cumplir en tiempo y forma, y su comportamiento les causa culpa, ansiedad, hasta angustia; sin embargo, por más que se esfuercen, no logran pasar al cambio de segundo orden que les permitiría superar esa conducta y cumplir en el momento indicado. En México somos procrastinadores por naturaleza. En todas las áreas de la cadena productiva se suele dejar para después. Por ejemplo en los talleres, por más que nos aseguren que el carro estará listo a cierta hora, nunca es así y, cuando vamos a recogerlo, los responsables son expertos en pretextos. Los constructores saben bien de lo que estoy hablando; no pueden cumplir con la fecha de entrega de una obra porque el personal de la construcción suele tomarse el «san lunes». Toman en exceso el domingo y el lunes tienen resaca.

Procrastinamos por diversos motivos: aprendizaje cultural, familiar, miedo al fracaso, impaciencia, perfeccionismo, adicciones, estrés y por saturación de responsabilidades. Todos nos encontramos de una u otra manera atrapados en ese círculo vicioso, desde el estudiante que deja la tarea para última hora, aunque sepa que los maestros ya se conocen todos sus pretextos, hasta los artistas quienes necesitan la adrenalina del último minuto para llevar a cabo un trabajo. Muchos laboran bajo presión, por ejemplo quienes temen perder su trabajo, quienes no pagan sus deudas hasta que los amenazan de embargo, quienes esperan hasta el último día para pagar los impuestos y luego se quejan de las filas.

En el gobierno sucede lo mismo con los programas sociales, los promueven con bombo y platillo, la gente acude con regularidad y pronto los van procrastinando, hasta que de plano los abandonan. Estamos tan acostumbrados a que ningún proyecto del gobierno permanezca que cuando inauguran un parque, unidad deportiva, hospital, un centro cultural, las dudas no se hacen esperar y la pregunta recurrente es: “a ver cuánto dura”.

Además, no hay continuidad. En cada cambio de gobierno dejan de lado lo que hizo el anterior. Eso conlleva que dinero, esfuerzos, cambios de conducta que ya se estaban logrando, quedan desechados.

Incluso en los procesos terapéuticos, son tan pocas las personas que continúan sus tratamientos; acuden cuando están en crisis aguda, por ejemplo cuando el hijo se quedó con secuelas de una sobredosis.

Muchas veces nos enteramos de que alguien que se suicidó tenía tiempo pidiendo ayuda, otros que se presentaron con un coma que afectó los riñones porque no curaron a tiempo su diabetes. Es importante tomar consciencia de nuestras conductas, revisar hasta qué punto estamos priorizando nuestras actividades y no desplazar la responsabilidad y culpar a otros.

Necesitamos ser más responsables y productivos, revisar lo importante y evitar intervenir solamente cuando un problema se vuelve urgente. Como dice un dicho “no dejes para mañana lo que pues hacer hoy”.

Es importante optimizar el tiempo. Las juntas pueden transformarse en una pérdida de tiempo, hay que poner reglas. La regla de las 3D es muy útil: deseo, disciplina y decisión para llevarlo a cabo. Otra recomendación la de las 3 hojas: escribir en una lo que puedo hacer hoy, en la otra, lo que puedo dejar para la siguiente semana y finalmente lo que no puedo hacer pero que me preocupa. La responsabilidad, la voluntad y la disciplina personal son nuestra mejor carta de recomendación.

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