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Paola Maita
protestas venezuela

Postales de las flores de abril

¿En Venezuela se respira aire de primavera? ¡Sí! ¿No? Bueno, la verdad es que no sé… Nadie sabe en verdad. La cosa es complicada de responder, porque ni los más expertos analistas políticos pueden entender bien el escenario.

Hoy es el último día de abril, y este es un mes en el que han ocurrido tantas cosas, que jamás habría podido prepararme para él. Han sido 30 días que se dicen fácil, pero vaya que han estado difíciles. La incertidumbre se ha vuelto cotidiana. Ha habido por lo menos 34 muertos según este resumen, desde el 06/04 hasta el 27/04, en distintas ciudades. Heridos hay más todavía… Es común escuchar la gente decir “y los que faltan”, asumiendo que si este es el inicio del florecimiento de una nueva democracia venezolana, la única forma de regar esas flores es con sangre.

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“Pero es que no hay actividades de la MUD planificadas para hoy”, me respondió una de las personas para las que trabajo mientras discutíamos el horario de ese día. Es verdad que las acciones de calle convocadas por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) han estado ordenadas interdiarias, y el día anterior a esa conversación había sido de marcha. Ese no es el problema.

La cuestión está en que en este momento la desinformación propiciada por el Gobierno a través de los medios masivos tradicionales (radio, prensa y televisión), está jugando en su contra. Hay protestas y sucesos que se gestan de forma local y espontánea, sin convocatorias, ni líderes.

El viernes 21 me sucedió al salir del trabajo. La tarde había sido tranquila, y todos los niños con los que tenía que trabajar llegaron puntuales a sus citas. En el camino de regreso a casa, había varias calles bloqueadas por protestas espontáneas. Cada quien está pensando por y con su propia cabeza, iniciando una versión social de los incendios salvajes. Quizás está comenzando a haber mucho cacique y poco indio, o siempre ha sido así pero ahora es que se nota.

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Después de un mes de viaje, M., una de mis amigas más queridas, volvió a Venezuela.

-¿Llegaste?

-Sí

-Avísame cuando tengas humor para vernos

Tarda unos 20 minutos en responder.

-Al llegar al aeropuerto, el calor y la fetidez del baño embargaba el recinto o migración, o el área de recibir el equipaje… También el ruido de celulares, las personas llamando para avisar que habían llegado, los funcionarios gritando que lleváramos el tiquete en mano para agilizar… Salieron tres maletas por el sistema de correas transportadoras, la gente aglomerada a su alrededor saltó hacia atrás al oírse un ruido sordo, entorpecedor ¡Se jodieron las correas! El piso transportador se levantó. Ahora sí, tiquete en mano, hagan la cola; comenzaron los gritos nuevamente: 0099. 4520. 6636… Llegamos a nuestra tan querida y maltratada Venezuela. Cuando entregué el pasaporte para que sellaran la entrada, las primeras palabras no fueron de bienvenida, como ya me había acostumbrado a oír en los otros países, no, no lo fueron. La funcionaria me preguntó: ¿Es psicóloga? (Sin darme tiempo para contestar, prosiguió) ¿Usted estaría dispuesta a darnos una charla gratis? Porque esto está lleno de enfermos. Sonreí, con mucho gusto. (Tal vez envenenaría unos cuantos)

Sospecho que ha usado nuestra conversación como “pendrive”, para guardar la descripción del momento. Ella pinta, y a veces escribe. Quizás ella luego utilice eso que comenzó a escribirme para algún poema, o sólo hizo catarsis. Mientras tanto, yo me robo sus palabras para describir la llegada de alguien a Venezuela. ¿En eso nos hemos convertido?

***

No todo ha sido cauchos quemados y desesperanza en mi vida. Este mes también cumplí 29 años, adelanté preparativos de mi boda y volví a bailar en un teatro después de casi 2 años. Claro que suceden cosas buenas. Hay cosas que florecieron para mí y para cada quien, pero ¿Son estas las flores de la primavera democrática que tenemos lo que parecen infinitas vidas esperando? Esa es la pregunta que nos compete a todos, para la que quizás ninguno tenga respuesta.


Photo Credits: Hugo Londoño

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