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Félix J. Fojo
Félix J. Fojo - ViceVersa Magazine

Poder duro, poder blando, poder agudo: Poder… (IV)  

Poder agudo (Sharp power)

El autoritarismo está nuevamente en un período de franco crecimiento en el planeta, acompañado de una caída pronunciada del poder blando que estos gobiernos autoritarios pueden generar (el caso turco, entre otros, es muy ilustrativo), pero esta vez los gobiernos autoritarios encuentran servida y lista para emplearse como un arma que los iguala, y que en ocasiones les permite superar las posibilidades “blandas” de los gobiernos democráticos: las tecnologías de la información, la inteligencia artificial (AI) y las redes sociales.

El así llamado poder agudo (sharp power), por tanto, viene a ser un híbrido entre el poder duro y el poder blando. Un híbrido altamente agresivo y contra el que no es fácil luchar con eficacia salvo que se esté dispuesto a la confrontación directa, o sea, a la utilización del poder duro a plena capacidad contra el que nos golpea con el poder agudo.

La primera definición clara de poder agudo fue introducida por los académicos Christopher Walker y Jessica Ludwig en el estudio “The meaning of Sharp power: How authoritarian states Project influence”, publicado en el 2017.

El poder agudo se propone, sin arriesgarse o arriesgándose lo menos posible, provocar problemas, desorden, confrontaciones, caos e inestabilidad en el país blanco, o incluso algo peor, provocar que el país blanco degrade, por miedo o por revancha, sus capacidades de generar poder blando.

Ejemplifiquemos lo dicho. Si somos capaces, mediante la manipulación, la distracción, la mentira, el bullyng y otros medios, y sin llegar a la guerra, de producir en un estado blanco cualquiera que este implemente la censura, pierda la fe en sus instituciones, repela sus alianzas y se repliegue sobre sí mismo, habremos obtenido una victoria “barata” sobre ese estado. En otras palabras, habremos acercado a ese estado al autoritarismo, y por tanto lo habremos convertido en una especie de “aliado” mucho menos eficaz y poderoso que lo que era cuando gozaba del máximo prestigio.

Obsérvese que aquí la idea no es derrotar al contrario mediante medios puramente militares o económicos (poder duro) o atraérselo mediante la influencia cultural, el nivel de vida, el consumo, el prestigio, la gobernabilidad o incluso la buena comida (poder blando) sino degradarlo, caotizarlo, hacerle disminuir o perder sus logros democráticos, en una palabra, volverlo loco. Es una forma nueva de obtener la victoria, con paciencia, pero sin los larguísimos métodos del poder blando. Y, por supuesto, tratando de evitar a toda costa los enormes costos de la confrontación bélica.

Y obsérvese también que aquí el estado agresor utiliza “la debilidad” democrática del estado agredido. Hemos supuesto que la democracia, los derechos humanos y las libertades individuales son palancas del poder blando, pues bien, aquí la idea es valerse de esas “palancas” de poder blando precisamente para penetrar y degradar, o sea, vencer, a ese estado. Piense por un momento en las interminables elecciones venezolanas y en el “desmerengamiento” (les suena) de la oposición democrática de ese país y estará pensando sin darse cuenta en el poder agudo. Si hemos estado de acuerdo que tanto el poder duro como el blando tienen un elemento innato de cinismo, aquí, en el poder agudo, el cinismo alcanza niveles insospechados.

Pero sus defensores abiertos, que los hay, alegan que no matan a nadie (o matan muy poquito). Es más, sus defensores niegan rotundamente que el poder agudo exista. Si los países blancos de “ese fantasma” se vuelven inestables y caóticos, es sencillamente porque la democracia no sirve. Obsérvese que ya en el argumento hay una especie de “victoria” lograda sin disparar un tiro. Aquí entramos, ni que decirlo, en el extraño territorio de las “fake news”, la “posverdad” y otras lindezas por el estilo.

La niña lesionada de la introducción solo quería mudarse con su novio. Si lo miramos bien, sobre todo desde la perspectiva actual, no pedía demasiado. Pero cuanto destrozo y caos creó para obtener resultados tan magros. Es que nadie le había enseñado las “virtudes” del poder agudo bien utilizado.

Pero eso es pasado.

Ya es tiempo de señalar que son Rusia y China los principales sospechosos de emplear vigorosamente el poder agudo. Pero probablemente no sean los únicos (Israel sería otro sospechoso). Y por supuesto, la tentación de utilizar estos métodos es muy grande para mucha gente, máxime que se puede recurrir a los proxi, o sea, los que se presten, por dinero u otros medios, a laborar para los verdaderos culpables.

Pero tengamos paciencia y esperemos, que seguramente vendrán otras formas de poder, más duras, más blandas, más o menos inteligentes, más romas o más agudas o de formas que ni nos imaginamos ahora porque lo último que dejarán de lado los seres humanos, cueste lo que cueste, será… el poder.

Qué como muy bien nos decía Orwell, es un fin en sí mismo.

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