Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Jorge Alonso Espiritu

El péndulo de Newton y nuestra América

Sobre el escritorio de un amigo estaba un péndulo de Newton. La curiosidad que me motiva a escribir –porque, en algún sentido, al escribir partimos del misterio– es que aquel péndulo estaba arropado a medias por la sombra de un organizador de papeles, con lo cual una de las esferas quedaba en la claridad y la otra en la penumbra.

Este raro juguete de escritorio es una metáfora de las fuerzas sociales conceptualizadas por Sarmiento en «Facundo», y más tarde por Gallegos en «Doña Bárbara». Una esfera traslada la energía a otras tres, que siempre están en reposo, pero que son esenciales para que una quinta, al final de todas, se dispare a completar la mitad restante del típico movimiento oscilante de los péndulos.

La realidad sociopolítica de nuestra Latinoamérica es eso: un péndulo de Newton que oscila entre la civilización y la barbarie. De un lado, la esfera iluminada representa las fuerzas civilizatorias, pues estas fuerzas son un constructo de civilidad, alejado del mundo militarista. Intencionalmente alejado, tanto que se diría en franca rebeldía ante la voz de mando. Del otro lado, la bola oscura representa las fuerzas militaristas, que impulsan el constructo de anticivilidad. En medio de ambas, quedan las tres esféricas en reposo, el pueblo.

Nos dejamos deslumbrar por el movimiento de las dos esferas extremas, pero… el aparente reposo de las esféricas centrales encierra un principio de la física que constituye en sí mismo una metáfora de lo que es nuestra América. Entender el péndulo de Newton es entender la idiosincrasia latinoamericana: la vacilación entre el país y el cuartel.

Nuestros pueblos hicieron mucho aspirando en aquel amanecer del siglo XIX a las más altas prendas de la vida civil y republicana, cuando no habían conocido más pedagogía social que la del «ordeno y mando», contra la cual murmuraban el «se acata, pero no se cumple», dos expresiones que nos recuerdan las dos esferas en claroscuro del péndulo de Newton que utilizo como metáfora.

En una jurisdicción militarista la independencia de criterio es un delito que Orwell calificó en «1984» como «crimental», y contra el cual habrá de gastar sus mejores esfuerzos toda Policía del Pensamiento. No es poca cosa: es la única a la que no pasó revista en su «Elogio de la necedad» el gran humanista holandés, y la primera que persiguen los mediocres discípulos de Tito Larcio. Al sucumbir la independencia de criterio, lo que sigue es la construcción de una sociedad jerarquizada como efluvio del Caudillo.

Y ahí está la bola umbrosa a punto de golpear la masa inerte, el cúmulo de esféricas en reposo que transmitirán y conservarán la energía depredadora de la civilidad. Pero esa energía civilófaga –si se me permite el neologismo– que discurre en el seno de la sociedad latinoamericana, paradójicamente, impulsa la última esfera hacia la luz. La energía depredadora se transforma en energía productiva. El Caudillo acaba de perder su empuje civilófago. Surge así el ascenso parabólico de los pocos que no se uniformaron el pensamiento.

Y en el ascenso de la energía cinética a potencial, crece el ansia de institucionalidad, de pluralidad, de independencia de criterio, de libertad, de ciudadanía. La esfera luminosa se prepara para impactar con toda su energía civilizatoria la inerte masa de esféricas centrales. Mientras, la bola del Caudillo yace en el aniquilamiento temporal, esperando un nuevo rostro.

Hey you,
¿nos brindas un café?