Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

De paseo por La Habana

Cabe recordarles a algunos que es un consejo muy sabio aquel de no escupir para arriba porque el salivazo ha de caerle en la cara

Maduro, una vez más, viajó a Cuba. Sin embargo, las viudas de Fidel Castro plañen como sayonas por el imperialismo yanqui. Maduro, de nuevo, consulta a Raúl Castro, y uno empieza a comparar, porque la revolución bolivariana recuerda al oprobioso Gobierno de Vichy, que en 1940 permitió la ocupación de Francia por las tropas nazis.

En 1994, cuando Chávez viajó a La Habana para entrevistarse con Fidel Castro, este viejo zorro, maestro de felones, asumió la captura ideológica del comandante barinés como una estrategia de Estado. Así lo refiere Thays Peñalver en su obra «La conspiración de los 12 golpes», y para ello encargó a altos funcionarios de su gobierno, aunque debería llamarlos por su nombre, los esbirros de su dictadura cincuentenaria.

Si bien es cierto que uno de los principales asesores ideológicos de Hugo Chávez fue el neofascista Norberto Ceresole, como lo dijo Alberto Garrido infinidad de veces, y de él compró el corporativismo, también lo es que el dictador antillano le instruyó en el innoble arte de gobernar a perpetuidad. Del autócrata comunista aprendió más que las teorías marxistas, cómo ejercer el poder tiránicamente. Y, al igual que Castro le «vendió» a Allende sus «asesores», a un hombre sin la innegable formación del médico chileno le resultó mucho más fácil arrebatarle el dinero a cambio de «expertos», que a la postre terminarían siendo un ejército de ocupación en suelo venezolano. Sin dudas, un viejo anhelo del fallecido tirano caribeño.

Puede que algunos aún rezumen resentimiento por una paz que no deseaban. Tal vez sigan viendo como héroes a quienes bajaron triunfantes de la Sierra y derrocaron una dictadura corrupta como la de Fulgencio Baptista. Olvidan ellos, sin embargo, cegados por esa admiración pueril hacia Fidel Castro y su ejército de barbudos, que a pesar de ser Pétain un fiel creyente del fascismo y del propio Hitler, él y su pueblo fueron tratados como una nación ocupada (y lo fueron). Los funcionarios venezolanos que aún celebran el horror que ha sido la Revolución Cubana no ven que son ellos igualmente reos de un ejército, al que sin pudor dejaron ocupar nuestra patria. Olvidan también que Henri Philippe Pétain acabó sus días preso, conmutada su pena de muerte por el encarcelamiento perpetuo. ¡Y él fue un héroe de guerra! ¿Qué pueden esperar unos hombres a los que la palabra heroísmo les queda grande, le resulta tan distante como lo está el sol de nuestro mundo?

Acusaron al liderazgo democrático de venderles el país a los gringos, cosa que desde luego, no solo es un embeleco de embusteros y rufianes, sino que basta ver como actuaron entonces los funcionarios en los distintos entes internacionales para constatarlo. Sin embargo, según cifras extraoficiales, más de cien mil cubanos ocupan Venezuela. Y bien sabemos para quién trabajan ellos.

Tristemente, aquí no acaba el cuento. Depauperados por la forma como Chávez usó los recursos de los venezolanos, Maduro ha debido ceder el oro, el petróleo y pare uno de contar nuestras riquezas a los chinos y los rusos, que, de acuerdo al diputado José Guerra (entrevistado por Julio Borges en su programa «Contigo, Julio Borges», por RCR 750, en su edición del pasado lunes 14 de agosto), las reciben a cambio de préstamos, menguando la capacidad de pago del Estado. No solo permiten un ejército de ocupación cubano, sino que entregan nuestros recursos a potencias extranjeras como no se le puede culpar jamás al liderazgo democrático. Un crimen así no da cabida al perdón.

La revolución ha depauperado a la nación. Solo una élite se ha enriquecido a costillas de los ciudadanos que a diario hurgan la basura en busca de alimentos o fallecen por la falta de medicinas. Somos los venezolanos habitantes de un gueto, privados de todos los derechos y desde luego, siempre sospechosos de algún delito. Maduro es pues, la cabeza de un gobierno que como el de Vichy, permitió la ocupación del territorio y la sumisión de su propio pueblo a las decisiones de otros gobiernos. No será hoy, pero no dudo que en algún momento, él y sus conmilitones serán juzgados como lo que realmente son: traidores a la patria.

Hey you,
¿nos brindas un café?