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Palabras huecas

Deambula entre los autos aparcados a un lado de la calle. La tarde apenas comienza. Mientras yo leo a Orhan Pamuk, él golpea bolsas de basura con un palo, un tubo; no lo sé con certeza. Anda descalzo. Viste unos bermudas estampados y una franela azul. Sus pies están roñosos. Su cara la pinta el hollín. Se aleja. Habla solo. Arroja el palo. Tal vez se cansó de golpear las bolsas. Hace ademanes. Se cree pitcher. O sueña serlo. Seguramente. ¿Qué niño venezolano no sueña lo mismo? O acaso solo sueña comer, porque minutos después lo veo mendigar en la avenida principal de Bello Campo. Es un niño. Solo un niño. No tendrá más de diez.

El gobierno venezolano habla de amor, de paz. Aun con lenguaje de señas y en cadena nacional. Y yo me pregunto, ¿para qué? Un niño hambreado que no conoce otra cosa distinta a la mendicidad y al hambre desesperante ignora conceptos como amor y paz. Ignora qué significa realmente la justicia. Porque al tiempo que no pocos funcionarios llevan vida de jetsetters, él se levanta con hambre y se acuesta con más hambre. También con más odio en sus tripas. Cada día de su vida representa una lucha descarnada con su infame destino para encontrar algo qué comer. Porque a diario, en vez de amor, recibe desprecio.

El desprecio es el alimento de la violencia y del odio.

No es original la escena. Por el contrario, en esa misma esquina en la que ese niño mendiga para comer, hordas de muchachitos hacían lo propio semanas antes. La policía los ahuyentaba del lugar. La estampa grotesca se repite en todo el país. En cada ciudad de este desventurado país. Como perros y gatos realengos viven en las calles. Como animales callejeros hurgan basureros y andan en manadas. Niños de diez y doce años, cuyo futuro se acerca demasiado al de un gato o un perro, que en las calles, coquetea a diario con la Muerte.

El desprecio es una constante en sus vidas depauperadas.

Es imposible que haya paz. En este país, la justicia es un sinsentido, un concepto absurdo, una palabra carente de significado. ¿Una obscenidad? En este país la paz ni siquiera puede imaginarse. Canibalizado, solo la cruda ley de la selva forja sobrevivientes. Y ya sabemos, son estos los más fuertes, los más rudos. Y yo me pregunto si también es ese nuestro futuro.

¿Lo es?

Lo veo marcharse. Acompañado tan solo por sus fantasías. Sucio, roñoso, después de fantasear durante la hora del almuerzo para algunos, sin nada en el estómago regresa a su trabajo, que no es otro que mendigar, que inspirar lástima y pedir, cuando debería ser educarse en una escuela. Para ese niño, la justicia, el amor y la paz son solo palabras huecas.

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