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Otros Pinos

Para A. F.

Tenía que ir, puesto que me queda muy cerca de mi casa y al no tener gasolina en mi coche, decidí ir a pie. Desde que se inauguró como museo tenía mucha curiosidad de visitar Los Pinos, como cualquier ciudadana mexicana. Sin tener cita con nadie importante, sin pagar la entrada, pasé feliz las rejas por la puerta 3. La mañana en que fui, había mucha gente; grupos de jóvenes universitarios y familias que venían de varias partes de la República. Todos querían conocer la mítica casa donde habían vivido durante seis años los expresidentes con su familia. La residencia oficial donde se había recibido a los jefes de Estado de muchas partes del mundo. ¿Cómo eran las cabañas de los Fox? ¿Cómo vivía Miguel Alemán durante su sexenio? ¿Por qué el general Cárdenas se rehusó a vivir en el Castillo de Chapultepec como los presidentes que los antecedieron debido a que le pareció un lugar sumamente ostentoso?

Entonces Los Pinos era un rancho llamado La Hormiga que estaba a un lado del Molino del Rey, muy cerca de Tacubaya. Era un predio enorme con muchos árboles muy viejos. Dicen que el joven matrimonio Cárdenas decidió llamar al rancho «Los Pinos», en recuerdo del lugar de Michoacán en que se habían conocido antes. De todas las casas presidenciales, la más bonita es la del general Cárdenas por sencilla y porque resulta muy nostálgica, semejante a las casas californianas de Polanco de la década de los cuarenta. Al visitarla lamenté que el presidente López Obrador no hubiera aceptado vivir allí con su esposa Beatriz y su hijo Jesús Ernesto. El adolescente hubiera estado feliz recorriendo en bicicleta o patineta los maravillosos jardines perfectamente bien cuidados. Además la familia presidencial, quien ya decidió vivir muy cerca del Palacio, no correría tanto riesgo en un posible temblor, lugar donde dicen que se sienten fortísimos los terremotos. Cuentan que cada vez que tiembla suenan las paredes, se mueven los techos y las escaleras, las ventanas parecen estar a punto de caer en añicos, junto con las piedras del edificio. En cambio, es sabido que en Los Pinos no se sienten los temblores. Tal vez al primer temblor de tierra la familia López Obrador cambie de idea y se vaya a un lugar más seguro. Mientras caminaba por la casa de los Cárdenas, imaginé perfecto a doña Amalia, muy joven, caminar entre los muebles sumamente confortables de estilo Pani, para recibir tal vez a la esposa de un embajador o a las damas voluntarias del DIF. En la oficina del general Cárdenas, con muebles forrados de piel y arriba de la chimenea un gran medallón con el águila mexicana (no vi las fotografías de las serenatas de Agustín Lara y Pedro Vargas, que el general le llevaba a su esposa en Los Pinos), al ex presidente Cárdenas lo visualicé redactando los principales decretos de su gobierno, entre los que se destacaban la entrega de 22 hectáreas a los trabajadores del campo. En una oficina muy sobria, cuyos grandes ventanales dan a un jardín precioso y a una fuente de piedra, el presidente Lázaro Cárdenas restituyó a la nación, el 18 de marzo de 1938, nada menos que la riqueza petrolera. Entonces no existía la corrupción de los huachicoleros, ni de los empresarios, ni de los políticos ni de los funcionarios de Pemex involucrados en el robo de nuestro petróleo. Sin embargo, entonces el petróleo no era de México, sino de las empresas petroleras extranjeras. ¿Qué será peor que el petróleo esté en manos extranjeras o en manos de los huachicoleros?

Cuando Manuel Ávila Camacho llegó al poder, se volvió a encender la polémica, pues mucha gente opinaba que el sitio adecuado para un Presidente era el Castillo de Chapultepec. Sin embargo, tanto el Presidente como su esposa, doña Soledad Orozco, decidieron que lo mejor era continuar en Los Pinos, porque además era un lugar más íntimo, con estanques y paseos llenos de rincones muy acogedores.

De todo lo que vi en Los Pinos, lo que menos me gustó fueron las cabañas donde vivieron los Fox y los Calderón. Sin personalidad, ni estilo arquitectónico, frías y decadentes. En cambio, la residencia Miguel Alemán, a la que regresó Peña Nieto, vale mucho la pena visitarla.

Después de la visita al museo de Los Pinos, comprendí mucho mejor que estamos viviendo otro México, uno que corresponde más con la realidad, con la democracia y con la austeridad republicana.

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