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¿Otro México es posible?

Horrores se suman a horrores. La olla que destapó la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala es tan podrida que nos preguntamos si algún día será posible que exista otro México, si ese país que amamos por sus paisajes y su historia, por su literatura y un legado de cultura antigua logrará erradicar de su seno la barbarie y la corrupción. Es difícil entender cómo pueden pertenecer a un mismo pueblo las maravillosas personas que conocemos y los feroces engendros cuya máxima diversión reside en el dolor ajeno. Pero México da para todo eso. La extensión de su territorio, las diferencias ancestrales entre las masas pobres y las clases privilegiadas, las asimetrías entre el campo y la ciudad, el aislamiento endémico de las poblaciones indígenas, y una larga frontera con Estados Unidos, terreno ideal para el tráfico de armas, de personas y de droga, están a la raíz de muchos de los males que hoy padece ese gran país.

Es desgarrador el dolor de los padres de los 43 jóvenes quienes no se resignan a aceptar la muerte de sus hijos, muchachos que fueron a la guerra armados de libros e ideales. La impunidad que permitió a un alcalde y a su esposa mandar con el terror durante años a una población indefensa sin que nadie alzara un dedo para evitarlo, las fosas macabras que cubren apenas los huesos de decenas y decenas de cadáveres que van emergiendo del olvido mientras todos buscan los cuerpos de los muchachos,  las declaraciones de los familiares de las centenares de mujeres, en su mayoría niñas que no superan los 18 años, que han sido y siguen siendo violadas, torturadas y asesinadas, no ofrecen ulteriores espacios para la indiferencia.

Según el reporte de las organizaciones reunidas en el Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio entre 2012 y 2013 fueron asesinadas 3.892 mujeres. Muchas a manos de policías. Pobres, sin acceso a la educación representan el eslabón más débil de una sociedad violenta y sin piedad. Se trata de cifras escalofriantes.

Ha llegado el momento de cambiar. Y esos cambios no se logran con las palabras que en estos días están llenando el aire de la política con frases altisonantes y declaraciones huecas. Se requieren acciones. Es indispensable promover una transformación estructural que permita el crecimiento económico de las zonas más pobres y la inclusión de las poblaciones más necesitadas.

La verdad es que muchas de esas personas quienes hoy se dan golpes en el pecho sabían perfectamente lo que estaba pasando en el estado de Guerrero así como en muchos otros estados. La connivencia política en altas esferas es lo que permitió a la violencia y al narcotráfico radicarse con tanta fuerza en el país.

Nada va a cambiar por voluntad de esos mismos políticos corruptos que han permitido al cáncer de la violencia transformarse en metástasis. Ha llegado el momento de desenmascarar a los corruptos y ofrecer un fuerte respaldo a los honestos.

El gran miedo es que después de tantas palabras se aplaquen los ánimos y todo vuelva a ser igual. Es lo que esperan los políticos corruptos, los policías quienes viven de las remesas de los narcos y naturalmente los cabecillas de los carteles.

Es posible que el tiempo se encargue de apagar las consignas, el cansancio de liberar las calles de manifestaciones, la resignación y el miedo vayan diluyendo las ganas de luchar.

Es posible pero sería terrible, sería matar de nuevo una y otra vez a los jóvenes, a las mujeres y a todas las víctimas sin nombre que llenan las fosas comunes, verdaderos agujeros del terror.

La sociedad civil mexicana, los políticos honestos, los tantos trabajadores voluntarios en Ong’s y organizaciones de base, están conscientes de ese peligro y saben que no deben permitir que se aplaquen los ánimos y las protestas.

Al mismo tiempo es fundamental el apoyo internacional. No solamente el que deben dar organizaciones como las Naciones Unidas sino el de todos nosotros. Cada persona que cree en la posibilidad de un mundo distinto, que ame México y sienta un compromiso social con lo que pasa fuera de la puerta de su casa, debe hacer sentir a los mexicanos su respaldo y su solidaridad. Y finalmente el gobierno de Estados Unidos deberá asumir su responsabilidad en lo que se refiere a los tráficos ilegales que se desarrollan en la frontera y que implican la connivencia de organizaciones criminales pero también de policías y políticos locales.

No sabemos si será posible desmantelar los carteles del narcotráfico, sanear la policía y combatir la corrupción de los políticos, pero estamos seguros, y Ciudad Juarez lo ha demostrado, que la política honesta, las organizaciones de bases y los ciudadanos pueden lograr milagros que antes parecían imposibles.

 

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