Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
dina dipiero
Photo Credits: Ted Eytan ©

Orgullo y prejuicio

It is a truth universally acknowledged,
that a single man in possession of a good fortune,
must be in want of a wife.
Jane Austen

La poeta que conoce que con un bello lenguaje también se puede mentir,
que el lenguaje del opresor a veces tiene un hermoso sonido.
Adrienne Rich

El aroma de estas axilas es más fino que las plegarias,
Esta cabeza es más que las iglesias, las biblias y todos los credos.
Walt Whitman

Los sueños te asientan a veces la puñalada trapera. Hace mucho tiempo que apostaste por una vida ordinaria. Por una ciudad que pone todas sus cartas sobre la mesa si lo deseas. Ya no hay que tomar instituciones por asalto. Se lucran con tu causa y te lucran, si estás clara. Pones la sangre en los paisajes que te embellecen. Luchas por tu propia visión.  Hicieron bien su trabajo los que llegaron antes.

Sabes que la letra se cumple y no se cumple, pero está escrita. Y eso es algo. Eso es todo. El sálvese quien pueda de la sociedad de doble cara donde nací hizo ciudadanos de acero, con capas fantasiosas, máscaras bien ganadas, desafíos a la suerte. La lotería nacional repartió, como lo hizo, el grado de crueldades e impotencia; repartió la parte dulce y la amarga. Cada quien hizo lo que pudo. Pero esto empieza una y otra vez. Allá y aquí.

Sorteando trenes desactivados para adaptarlos a mega proyectos de mega capital imaginaria, nos convirtieron, en honor al gran futuro de la ciudad, en soldados-bomba con sus propios detonadores. Siempre listos y al amparo de una causa. Expertos en desactivar lo que llevamos dentro cuando saltamos al fin de un tren y nos ponemos a tono con la hora temática, densos y simples, cómplices re-vendedores de la energía hecha a pulso.

Vamos sacudiendo paraguas, en la vida temática del verano con el corazón de bandera arcoíris decorando algunos los vagones. Los leones de mármol rosado de Tennessee, Patience y Fortitude, aparecen entre despliegues de colores del Orgullo que ondean en la New York Public Library al lado de la imagen del poeta Walt Whitman. El gran maestro de la lucha por el orgullo y la verdad del prejuicio personal, tiene su exposición en la planta baja. En el tercero los pasillos documentan las luchas por la visibilidad de la ciudad como efecto dominó del Stonewall. Un señor mayor elegante, que lo vivió, lleva un paraguas multicolor en la mano y va guiando. Vuelvo a Walt Whitman, eres responsable de la marcha propia. Pero en el sueño vuelves a repasar el  miedo.

Vuelves a entrar al hospital en 1993 llevando en brazos a tu amigo que agoniza y  todos se apartan y corren. No lo quieren recibir. Muere esa noche bien atendido por un amigo médico de infancia que sí acudió. En el periódico local escriben al otro día: “Alarma sanitaria, hay que hacer algo pues están viniendo extranjeros a morir aquí y nos pueden contaminar”. Otro amigo de infancia riposta con un artículo donde recordaba quiénes éramos. La enfermedad y la vida queer abierta nos borraban. No importaba todo lo que hicimos como personas de bien.

Aquello de extranjeros fue lo que más dolió. Mi amigo quería ser enterrado allí donde nacimos.

Pero siempre pensó que debíamos irnos a New York. Aquí descubrí que el ostracismo tiene más que ver con clasismos y elitismos y menos con quien te acuestas. O sí. “Cachapera con chequera no es cachapera. Es una dama libre, hace lo que le viene en gana” y tú una boba. Y sí depende del estatus socio-económico de la persona con quien te acuestas. Recuerdo la chica que iba de vacaciones a Caracas y presentaba a su novia aristocrática  así: “es una condesa, está loca por mí, no pude decirle que no, tú sabes que no me gustan las mujeres”.

Mi primera fiesta colectiva en junio del 2000 me la pasé entre náuseas por toda la emoción represada, mi traje de mujer de acero sin chequera quedó en la calle de mi primer baño de la marcha del orgullo. Después de la fiesta recogía cada quien su máscara para cada día. ¿Ya no necesitaría acrobacias emocionales nunca más?

En el sueño, la boa de plumas gigantesca del orgullo multicolor a la medida del turismo que la ciudad necesita para no maltratarnos, pierde las plumas y regresan la humillación y el miedo. La voz de aquel psiquiatra en Caracas diciéndome (mientras jugaba golf) cuando le hablé de la destrucción mental que temía en una muchacha que yo quería, paciente suya: “Pero si en Caracas todos nos vamos a morir”. Y dirigiéndose a ella: que viera con quién andaba, yo era solamente una mujercita, nadie, qué clase de apoyo le podría dar. Ciertamente, no estaba en capacidad de asumir sus deudas, ni los honorarios de su médico. Como en una novela del siglo XIX.


Photo Credits: Ted Eytan ©

Hey you,
¿nos brindas un café?