Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Novela, archivos, ecos: Lost Children Archive, de Valeria Luiselli

En 2016 Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) publica Los niños perdidos (un ensayo en cuarenta preguntas), un texto que surge precisamente del cuestionario que se les hace a los niños indocumentados que cruzan la frontera entre México y Estados Unidos y que la autora, en calidad de traductora voluntaria en la Corte Federal de Inmigración, más específicamente en un juzgado de menores en la ciudad de New York, donde reside, recopila. Su trabajo consiste en presenciar los interrogatorios y traducir las respuestas de los niños de modo que éstos, si tienen un caso fuerte, puedan presentar una solicitud de asilo o regularizar su situación migratoria. A partir de estos interrogatorios, Luiselli reconstruye una historia compleja que muestra no solo extremas condiciones de vida, sino también el futuro incierto que les espera a estos niños en su país de acogida.

Ante la profunda crisis migratoria que aqueja a Estados Unidos por estos tiempos –las leyes propulsadas durante los gobiernos de Obama y Trump, el muro, la amenaza manifiesta-, Luiselli advierte que el ensayo publicado no es suficiente. En 2019 retoma el tema, incluso las primeras escenas del viaje que realizará con su por entonces pareja y los hijos de ambos (un niño, hijo de su pareja, y una niña, hija suya), en plan familia ensamblada hacia Arizona, pero esta vez en la forma de una novela, texto que recibe como un eco su obra anterior. Lost Chidren Archive, su primera novela escrita en inglés y publicada por Knopf, resulta una de las trece finalistas al Premio Brooker 2019 para ficciones en lengua inglesa, siendo Luiselli la primera mexicana en aparecer en esta lista. A su vez, la editorial chilena Sexto Piso publica en septiembre la versión en español con el título Desierto sonoro, traducida por Daniel Saldaña Paris y la misma Valeria Luiselli.

Los protagonistas de la novela son una pareja y sus dos hijos, identificados con los genéricos the Mother, the Father, the Boy, hijo del padre de una relación anterior, y the Girl, hija de la madre pero no de su compañero actual. Los adultos se conocieron trabajando en un proyecto que consistía en recopilar un mapa sonoro de las lenguas de New York y se identifican como “documentarist” y “documentarian” respectivamente. Juntos emprenden durante el verano un viaje en coche desde la ciudad hacia el sur de Estados Unidos en el cual intentarán de alguna manera salvar una relación que ya saben rota, además de trabajar en sendos proyectos personales. El objetivo del padre, la Apachería, quien quiere reconstruir las presencias de los últimos indios a través de ecos y reverberaciones. O hacia Arizona, donde la Madre pugna por averiguar el paradero de las hijas de Manuela, una mujer que conoce en New York, quienes han cruzado solas la frontera de México y se encuentran en ese momento extraviadas, o desaparecidas, en la vasta geografía norteamericana, a la vez que intenta componer su propio documental sonoro sobre migrantes.

Así, la novela nace inscripta en la densa tradición de novela de viaje de la literatura norteamericana. Leemos un recorrido con/de mapas, moteles, rutas, paisajes áridos matizados por audiolibros y música, además de las siete cajas –cinco con materiales necesarios para el trabajo de los adultos, dos vacías, que los niños llenarán al fin del viaje-, que van tejiendo, junto con la voz interior de la Madre y los juegos y conversaciones de los hijos en el asiento trasero, un relato en el cual aparecen distintos registros, sonidos, voces, ecos. Estos registros serán los encargados de visualizar el drama que se despliega y que tiene como vórtice los niños migrantes centroamericanos. Cada una de las cuatro partes comienza con la descripición de los contenidos de una de las cajas que llevan en el coche. Al final del texto, en una suerte de apéndice, Luiselli enumera y describe los materiales suplementarios, las lecturas, e incluso publica algunas de las polaroids a las que hace mención a lo largo del texto. La novela que emana de estos materiales se concibe, a su vez, como archivo, llena de los artefactos que cada personaje escoge llevar, incluso las dos cajas vacías de los niños que, en vez de llenarse de libros y mapas –el mapa dibujado por el Niño queda en la caja de la Madre- se llenan de ausencias y voces opacas (la de la Niña), experiencias, fotos y un archivo de audio que graba el Niño para la Niña intuyendo la disolución de la familia. Esta grabación cobra la importancia de la memoria histórica que quizás la Niña, a causa de sus pocos años, pueda no tener pero que debe conservar.

Sin embargo, Lost Chilren Archive es mucho más que eso. Es también una novela de frontera, donde el archivo por momentos se vuelve físico, incluso para el lector, y también un entramado donde viaje y novela se entrecruzan, donde la novela es el viaje, y el viaje es la novela, un road trip de la alienación de una familia y de una búsqueda interior, de voces, de vacíos, de resonancias, de identidades, de personas. El cambio de género entre el ensayo de 2016 y la novela de 2019, pese a que comparten la materia, y ligeramente el título, tal vez obedezca a la necesidad de una escritura atravesada por una dimensión ética y estética diferente del ensayo, y no solo a la posibilidad de transmitir un testimonio. Cada género tiene sus propias reglas, y la novela permite empatizar desde otro lugar, en un texto cuidadosamente construido, sin golpes bajos, con cajas y mapas, con una topografía particular que le presta una multiplicidad de dimensiones por las cuales entrar, suerte de cuerpo diseccionado conformado por esta “novela-archivo.”

A su vez, es un texto muy poético, no cae en los lugares comunes, o la sordidez de la situación de los migrantes –para eso hay otro tipo de literatura, quizás más documental-, y hace un inteligente uso de un libro “fantasma” dentro del libro, Elegies of the Lost Children de Ella Camposanto, una autora ficticia que le permite narrar, inserto en distintos momentos de la trama, el viaje de unos niños a bordo de La Bestia, la serie de trenes que cruzan México llevando migrantes en los techos de los vagones en un viaje atroz. Este texto incrustado sirve para contar otra historia, la de los niños perdidos, sugiriendo los peligros, los abusos, las miserias sin caer en los excesos narrativos, y funciona como otro eco dentro de una historia plagada de otras voces que, como la misma Luiselli escribe, ya no son audibles por sí solas acaso porque ya no estén, o porque hayan cambiado las voces y solo quedan los resabios. Con estos ecos palimspsésticos, los que busca el Padre, los que intenta encontrar la Madre, los que corporizan los propios hijos, se escribe la novela.

La novela plantea una serie de preguntas que van más allá del argumento, trabaja en los intersticios de lo ético y los límites de la empatía por el dolor ajeno ¿Cómo escribir esta historia? ¿Cómo construir la memoria histórica? ¿Cómo utilizar el archivo y el evento? ¿Cómo documentar? Quizás la evidencia documental no haga más que crear su propia ausencia, señalar lo que no está ahí, como el mapa de los muertos que marca a los que ya no están ahí, lo que no vuelve sino en destellos, vacíos, agujeros, recreando una experiencia de la ausencia. ¿Cómo escribir esta historia sobre la crisis migratoria sin “dañar” a los migrantes iluminando las sombras, creando una visibilidad no solicitada, desnudando la vulnerabilidad de los niños perdidos? Pero, al mismo tiempo, surge otra pregunta que nos atañe como lectores: ¿qué hacer con esta escritura? ¿cómo leer este libro? No cabe dudas de que estamos ante una ficción urgente.

Hey you,
¿nos brindas un café?