Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

En el nombre del padre-madre

Yo, como tantos otros niños de Latinoamérica, crecí sin un padre en casa. Por muchos años, prediqué la idea de que mi mamá fue “madre y padre a la vez”, pero estudiando Psicología me di cuenta de lo absurda de esta frase. Antes me parecía un lindo reconocimiento hacia las madres que criaban a sus hijos solas, hasta que me di cuenta que es una gran contradicción porque no se puede ser dos personas al mismo tiempo, a menos que tengas ciertas patologías psiquiátricas, pero ese no es el punto.

No es necesario ser un gran sociólogo ni recurrir a estadísticas para darse cuenta de que entre las familias latinoamericanas, entre ellas la mía, existe una gran asimetría. Las sociedades que conviven hoy en las latitudes alguna vez descubiertas por Colón, por muy disímiles que aparenten ser, tienen rasgos en común, entre ellos, el padre ausente.

Cuando me refiero a un padre ausente, puede ser por distintos factores: no está físicamente o emocionalmente, hay relaciones fuera del matrimonio o porque se divorcian, trabaja todo el día, sólo tuvo hijos para complacer un estándar social… Al final del día los resultados siguen siendo parecidos: crecemos sin esa figura.

La consecuencia de crecer en este tipo de hogares están ampliamente enumeradas en diversos estudios psicológicos, pero más allá de las influencias en el entorno familiar y en el desarrollo de cada individuo, existen consecuencias sociales a gran escala.

Nos hemos desarrollado como sociedades contradictorias: Matriarcales pero machistas. Valoramos a las mujeres por ser madres y a los hombres por ser hombres. ¿Una mujer sin hijos es una desgracia, pero un hombre no?

Hemos compuesto un puzzle social de individuos que cojeamos. Tenemos personas tratando de cubrir dos roles al mismo tiempo, y eso es humanamente imposible. Resalto lo de personas porque no sólo le ha tocado a mujeres, sino a hombres también, aunque sea en menor medida.

Más allá de citar a Freud y su teoría del Complejo de Edipo, cuyo entendimiento puede resultar algo parecido a digerir piedras a cualquier neófito o no interesado en las teorías psicodinámicas del desarrollo; el punto es ir desmontando mitos: Ni ninguna mujer u hombre es madre y padre al mismo tiempo, aunque en la práctica cumpla ambas funciones, las de alimentar y ser ley del hogar; ni nadie sale ileso de sus padres.

Por experiencia puedo concluir que todos terminamos teniendo un rollo con “el viejo” o “la vieja”, estén o no, pero la mayoría (por no arriesgarme a decir todos) se componen de más o menos lo mismo: una madre y un hombre, ausentes o no, tratando de sacar adelante un hogar. El problema es que los dos no se entienden en el mismo plano, no son una madre y un padre ni un hombre y una mujer, son dos personas jugando en equipos distintos para una misma meta.

Claro está que en este tipo de cosas no hay reglas infalibles, pero hay algo que sí es de lógica: La/el padre-madre no existe, sólo es un mito que quizás ayude a dormir mejor a algunos, pero que al abrir los ojos vemos que no era más que un cuento.

No creo que se necesite de un pueblo entero para criar hijos, como reza el refrán popular, sólo se necesita a una o dos personas claras en lo que pueden o no hacer. El resto es añadidura.

Hey you,
¿nos brindas un café?