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No me digas lo que piensas, para poder seguirte amando…

… Baselitz…

Yo sé que la provocación juega un papel central en el afán de notoriedad de los artistas, pero no te me pongas Trump, Baselitz. Es un juego pernicioso. Porque es así que juega Trump, excediéndose en la expresión de lo que aunque proviene de inquietudes honestas y legítimas de un sentir popular, que bien merecen ser tomadas en cuenta, toda vez payaseadas y exacerbadas en el mal gusto ético y estético y perempempético de Trump, pierden toda su fuerza y verdad. ¿Será por eso que lo han dejado llegar a donde ha llegado, a Trump… porque para eso es que Trump le sirve al sistema? ¿Para desactivar lo que la gente quiere hacer distinto a como le dicen y regulan? ¿Para mostrarnos que cuando no pensamos como nos indica el status quo, nos acercamos a ese bufón anaranjado, capaz del verbo más desvergonzado y brutal, inhumano, injusto, imbécil… digno de nuestro desprecio?

Digamos que dentro de esa lógica del escándalo que tanto le sirvió a Chávez y ahora le sirve a Trump, y a CNN y demás medios en su pelea por el rating, ¿para qué te sirve a ti, Baselitz, escandalizar con decir que «las mujeres no pintan muy bien”… y que eso “es un hecho»? ¿Qué exorcizas  tú con eso, Baselitz? ¿Para quién trabajas? ¿Qué podemos hacer nosotras, mujeres todas artistas y no artistas, en respuesta?¿Debemos por dignidad, simplemente olvidarnos de la potencia de tu arte, del alcance humano que tiene tu pincelada cargada de emoción y sensibilidad histórica? ¿Es que estoy ahora obligada a no gustar de lo que pintas, por lo que despintas cuando hablas?

Hoy que los artistas son considerados como videntes, empáticos capaces de expresar verdades, de convocarnos en nuestra condición humana, de asumir el desafío de mostrar en toda su crueldad las injusticias y problemas sociales, por promover así algún cambio… a razón de que mientras más famoso el artista, más poder y responsabilidad de influir en la concepción del mundo que tiene el mundo… ¿qué hacer entonces cuando lo que el artista hace con las manos lo deshace con la lengua?

La misoginia de Baselitz es sin restricciones, se extiende en declaraciones sin fundamento sobre el valor de mercado y la calidad del trabajo producido por las mujeres, y sus ofensas las ha reiterado en varias ocasiones y sin complejos. En tiempos de corrección política, cuando empieza a haber una cierta conciencia de la desigualdad de género sistémica en el mundo del arte, Baselitz está tan engreído de su éxito, que se da el lujo de ni siquiera considerar rendir cuentas por sus declaraciones. ¿Con qué se come eso? ¿Es que su obra y el lugar que ya tiene Baselitz en la historia del arte, deben ser llevados a juicio como castigo a sus pensamientos oscuros?

No sé si abogue en su favor recordar que las provocaciones de Baselitz han sido desde siempre su modus operandi. En sus inicios (1957) fue expulsado de la escuela de arte por socio-políticamente inmaduro; clausurada su primera exposición por obscena (1963); nunca tuvo miedo de expresar su desconfianza del establishment, de ser considerado marginal, de expresar sin miedo el dolor post-guerra-mundial de su generación… articulando experiencias, ideas y emociones en imágenes que muchos alemanes no podían encontrar palabras para expresar. ¿De dónde saca entonces su desprecio hacia la mujer uno de los más grandes pintores alemanes de su época?

Actualmente Georg Baselitz exhibe en el Museo Städel de Frankfurt, dos series de obras producidas entre 1965 y 1966, (cuando Baselitz tenía 27 años de edad). Las pinturas muestran con una sensibilidad tan honesta que se hace contagiosa, una profunda tristeza. Retratos de jóvenes que fueron héroes, que apenas lograron sobrevivir a los estragos de la guerra, dimensionan el alcance destructivo de la sociedad que los abandonó. En días de renovados nacionalismos, descaradas posiciones retrógradas de derecha, engañosas ofertas de izquierda, xenofobias y demás egoísmos europeos, pareciera esta una exposición muy oportuna. Tanto como es oportuno recordar las tragedias del pasado calamitoso y reciente de Europa en días de necesidad de libertad, de cambios de paradigma, donde pulula una peligrosa, auténtica y lógica confusión. Todo esto por decir que el profundo humanismo de Baselitz, que es lo que sostiene su trabajo, no necesita de la pequeñez de la difamación misógina, ni del truco publicitario sensacionalista.

Así como tampoco necesita Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, de la “ayuda” publicitaria de su esposa, cuando se retrata en cada salón de su residencia, particularmente  vestida con profusión de adorno, a la sazón de cada espacio, haciendo gala de lo nutrido de su closet, “porque a la mujer venezolana le gusta mostrar lo que tiene… y las chavistas son feas… y sucias…”, en tiempos en que los niños abandonan la escuela cuando no desmayan en clase por falta de alimento, y esto por humildemente cotejarla con apenas una de las tantas abominaciones de los días que se están viviendo en Venezuela. Lo que necesita Ramos Allup es que su mujer se quede callada la boca… como Baselitz… porque son tiempos de muchas mujeres que sí saben decir y pintar lo que piensan, amar y ser amadas… por decir lo menos.

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