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Ni arepas ni tequeños

El general Omar Torrijos solía visitar con frecuencia Venezuela en la época del primer mandato del Presidente Carlos Andrés Pérez (CAP). Una vez, un periodista le preguntó sobre lo que venía a hacer y con su proverbial sencillez respondió que “cuando un pariente rico te invita a comer siempre te llevas algo para tu casa”. En esa época CAP estaba empeñado en ser campeón del Tercer Mundo para abajo y Panamá, como nación “bolivariana”, (no sé con precisión qué significa esto) siempre recibió porciones de la torta venezolana. Entre otras cosas, el tratado Torrijos-Carter por el que los EEUU se comprometían a devolverle la soberanía del canal a Panamá tuvo un defensor a tiempo completo que fue el propio presidente Pérez. Panamá ha sido una nación apoyada por Venezuela desde los tiempos del acuerdo petrolero de San José. Ello se explica por la tradicional generosidad de la nación, expresada en lo que Francisco Herrera Luque definió como el “complejo de la hermana mayor” que es el del familiar que cada vez que se ha sentido próspero y pudiente ha llamado a sus relacionados menesterosos a compartir la mesa. Desde Centroamérica, el Caribe hasta la Patagonia pueden dar fe de esta prodigalidad. Ni hablemos de la política de asilo con los perseguidos y disidentes.

Hace unos días, un grupo xenófobo, descriteriado y anancefálico, el Frente Nacional de Panamá, convocó una concentración para pedir mayores controles migratorios. De acuerdo con los tuits de la organización, la manifestación fue fundamentalmente contra la migración venezolana. Huelga decir que la convocatoria resultó minúscula pero entre el grupo muchos coreaban: “Ni arepas ni tequeños”, como forma peyorativa de etiquetarnos. El frente no es un reflejo del sentir del pueblo panameño. Los venezolanos establecidos allá han aportado capitales y un know-how profesional de valor en todas las disciplinas. Las historias que se ventilan en la red para consagrar el anti-venezolanismo son de una parroquialidad tosca y van desde el abusador que no respeta las leyes de tránsito, la manicurista con un contrabando de maquillaje hasta la doña altanera que no recoge la caquita del Schnauzer en el parque. Al lado de la gente valiosa que se ha ido a aportar riqueza, también se cuela lo impropio. Los países están compuestos de grandezas y bajezas. Pero en el saldo pesa más la suma.

Los venezolanos han emigrado gracias a la miseria del socialismo y los enemigos de la democracia. Ojalá Panamá siga construyendo prosperidad y no descuide la libertad porque por esas grietas se cuelan tiranos y populistas. Que esta protesta no sea más que un capítulo de la insensatez. Miremos lo que fortalece y demos las gracias a Panamá por la generosidad de haber recibido a nuestros coterráneos.

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