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gabriel jaime caro

Neruda de Pablo Larraín

Dos filmes pegados, escoja usted el mejor, O ríase de su árbol genealógico nerudiano.

Neruda calmó las expectativas que teníamos de Pablo Larraín, su director, Neruda, y sus biopics. Una venta más, muy latina, hispanoamericana, pero sigue siendo el rey, aleluya, amén y pescuezo, destronó a Inárritu. Al menos un triunfo de Hollywood tan espectacular, con Cañones de Navarone, da contextura a la imagen con luz de nieve, pasando por los resguardos, ranchos en la niebla, y a todas estás Neruda, señor Reyes, interpretada magistralmente por, Luis Gnecco, a quién vimos en Perez, el sindicalista socialista.

En aquel trailer, la otra película que exaspera, que invoca pasados y presentes del sur del continente. Ay dios mio Gael García Bernal, como el policía Óscar Peluchonneau, hizo la misma cagada en Mala Educación, ayudó a Almodovar a llegar a una parte del guión donde denigra de los homosexuales. Aquí la oferta denigra de él. Diríamos mejor una mamertada, dentro del filme. Exigencias de la producción, sin violencia por favor, solo al final pum. En un mundo de mujeres donde no pueden viajar en barcos de la KGB, solo para mariquitas.

Larraín tiene que ser inocente, no ausente, de lo que se le planteaba con Hollywood, para después decirle a Gael, no, otra de Leonardo Di Caprio, usted tan abierto al público, no Larraín, Hollywood rendido a los pies del chileno, pero que odia y quiere al actor mejicano; cuando estemos más viejitos, le responderá la Academia. Jijiji.

No leí sus créditos, no daré ningún dato relacionado con la fotografía, ya lo había dicho en la otra crítica sobre El club, la más buñueliana. Le robó el Óscar de verdad verdad por El renacido. Diré y destacaría a su guionista, Guillermo Calderón. No, mentiras, estoy exagerando, y que no se me quite la espalda del butacón, del teatro.

Volviendo al filme, Neruda y sus dos identidades ante la policía fronteriza, no se puede, lo siento mucho. La justicia transicional, cuando todavía no había llegado en forma el fascismo que se anunciaba con Pablo Neruda -El Canto General, ya existía- como senador en los cuarenta. Neruda atractivo, más mujeriego que chimberito mayor haya existido más allá de las Mil y una noches. Puedo escribir los versos más tristes esta noche, se convirtió en el leimotiv del filme, su voz casi perfecta, la musa en el cine, y no exactamente ella, sino la actriz Mercedes Morán, la más francesa de las actrices hispanas.

La escena de la película que pretende ser más teatro stanislavsky que cine, se la gana el cantante del prostíbulo con Óscar Peluchonneau en la fiscalía de una cárcel gay, como usted la quiera. Y vimos apenas a Pinochet de neonazi entre los Mapuches.

¿Pero dos protagonistas en el filme qué son dos filmes pegados? Parece, salvó el director de la producción. El policía filipichín, en el actor Gael García, lo pone como un ridículo, del que no se salva como actor. Y por el otro filme Neruda real, lo que pronosticábamos, que es lo que conocen más en USA, y un poco más de García Márquez. A César Vallejo, solo lo recuerdan los budistas zen.

Dos viejitas me miraron con desprecio, desacato, por una incomodidad mia en la butaca desbarajustada, menos mal que no las vi al final de la proyección, se caen las pobrecitas. Manhattan, sede de las viejitas en flor. Una de ellas ya la conocía por una pelea en un cinema, por una película turca. Precisamente turca, las uñas de gallo.

Solo pienso que, lo intuiría de otros, las aproximaciones, que sí afectan el drama, pero las tomas del policía, más parecido a nuestros tíos, y primos. Leyendo el librito de poemas de Neruda, es pura literatura en el espejo, mandada a recoger, desde Paul de Man y su millón de palabras, llegando en yet hacia el cine de Luis Buñuel, que a propósito soñé. Estábamos, en el infierno, y él persiguiéndome con rostro de mujer boudica, pensando en la luz. Para la observación, Susana.

Harían buena pareja G.G.Bernal y Natalie Portman (Jackie), de pronto uno de los dos se gana un Oscar en el 17. Gael tal vez realice el próximo 007, y esta vez haga de Stalin y sus Bigotes de cucaracha, como le decía el poeta ruso, Ozip Maldelstam. Sería el primero en aplaudirlo.

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