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Artavazd Pelechian
Artavazd Pelechian, Escena Nature

Natura: la naturaleza convertida en una orquesta

Asistimos al estreno de la última película del cineasta armenio Artavazd Pelechian, quien después de 27 años proyecta Nature, un film que le encomendó la Fundación Cartier y, que tras 15 años de trabajo laborioso, ve la luz o, mejor sería decir, nos brinda luz, en tiempos en los cuales lo que menos tenemos es claridad. Unos sesenta periodistas vienen armados con bolígrafos, libretas, grabadores, cámaras digitales, micrófonos y sobre todo: mascarillas.

En estas dos décadas se pensó que su filmografía había concluido con Life en 1993. Sin embargo, Artavazd Pelechian vuelve hoy tranquilo, como si los años no hubiesen pasado, como si su visión en blanco y negro no fuera un tanto premonitoria. Esta nueva película, discretamente titulada Nature, conecta al ser humano con su entorno, tema al cual ya nos había acercado a través de sus nueve largometrajes.

Manteniendo la distancia de seguridad y sin siquiera rozarnos, nos disponemos a compartiruna película que se construye a sí misma mostrando el caos de la naturaleza.

Artavazd Pelechian
Foto por Andreina Mujica. Fundación Cartier

La sala está llena con mucho menos de la mitad de su aforo. La dirección impecable de los anfitriones de la Fundación Cartier, nos permite esperar con tranquilidad que comiencen los 62 minutos de La Naturaleza.

Una periodista de pelo como la nieve deja caer un grito desesperado lumière a lo que otra responde Mais quelle violence!. Hay que decir que la tolerancia, en estos días, es tan necesaria como lo son el gel antibacterial y las mascarillas. Una de las anfitrionas pide un poco de paciencia, la película está por comenzar y las luces se apagan lentamente, con la dulzura del caso. ¡Como si en Francia nos hiciera falta violencia, mon Dieu!

Este collage de imágenes no toma su fuerza únicamente gracias a una edición impecable. Hay algo más, bien sea porque las imágenes de Getty Images extraídas directamente de internet y que construyen el engranaje, son, en su mayoría, frágiles en cuanto a calidad y quizás por eso mismo se nos vuelven tan próximas. O también porque nos permite experimentar el ruido de los volcanes, el estruendo de los terremotos, vivir el arrase de comunidades enteras que con los tsunamis constituyen el grueso de los sesenta y dos minutos.

Artavazd Pelechian
Foto por Andreina Mujica. Hervé Chandés Director Fundacion Cartier

En otras imágenes la naturaleza hace gala de su elegancia entre texturas de grises, reflejos que nos recuerdan a Wim Wenders o muestran barcos, que más nos acercan a escenas escritas por Herman Melville, cuando son engullidos como si de cartón se tratase su materia.

Artavazd parece recordarnos que el desastre ecológico en el cual estamos surfeando a lo largo de este Siglo XXI, tiene un vínculo directo con nuestro comportamiento irresponsable y con el negacionismo. Aun cuando no se trate de un film moralista, llega en el momento adecuado porque pareciera que, en tiempos de pandemia la reflexión sea una opción de la cual deberíamos de sostenernos. Ni en la película ni en la realidad parece que las cosas dependan del azar.

Artavazd Pelechian
Foto por Andreina Mujica. La frágil naturaleza del jardín de la Fundación Cartier

Decir que esta película es un documental sería un tanto reduccionista tampoco podríamos definirla un film de denuncia. La ausencia de actores nos permite sentir que hay una naturaleza «actuando», ejerciendo su derecho a hacerse sentir. Beethoven y Mozart contribuyen a convertir al espectador en un interlocutor asombrado, (a veces atrapado) entre tornados, derrumbes, avalanchas, inundaciones y demás desastres posibles. Una pausa en la fuerza a veces destructiva de esta «naturaleza» nos llega con las olas: Hokusai se asoma entre la espuma y los azules que no vemos pero que surgen del imaginario como una caricia que envuelve. Las olas se devoran a sí mismas, con una majestuosidad de cientos de metros, se elevan y hacen un túnel, luego se rompen y salpican a los que estamos cerca y seguro empapan a los que están más lejos.

Artavazd Pelechian
Foto por Andreina Mujica. Fundación Cartier, Arquitecto Jean Nouvel

Se percibe un ruido entre sinfonías, se asemeja al canto de los pájaros. Sin embargo, lejos de cantar pareciera advertir que viene el fin, ese mismo fin que encontraron las tantas víctimas del abuso a la Nature, el fin de un film que se sigue registrando a diario.

En el mientras, quien vive en París y se atreve, puede acercarse a la Fundación Cartier. Los otros tan sólo tienen que abrir las puertas de sus casas. Seguro, algo encontrarán.

La película quedará en la Fundación Cartier de París hasta el 7 de marzo.

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