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Adriana Mora

Lo que nadie te dice acerca de los matrimonios interculturales

Así que llevas ya un tiempo saliendo con un americano amante del baloncesto, del beisbol y del fútbol americano –por supuesto fan de los Celtics, los Red Socks y los New England Patriots porque él es de Boston–, hasta que llega el día en que finalmente se arrodilla y te propone matrimonio (porque los chicos todavía se arrodillan, verdad?).

En ese momento sientes que todos los retos de la relación han valido la pena, como practicar –sin éxito– cientos de veces frente al espejo el día antes de conocer a sus padres la manera correcta de pronunciar en inglés el sonido de la T y la H juntas para no sonar como el personaje de Sofía Vergara en Modern Family.

Ahora ya no importan las ocasiones en que te sentiste impotente porque tuviste que repetir 3, 4 o incluso 5 veces la misma palabra a su familia porque no entendían lo que tratabas de decir. El momento en que tu novio te propone matrimonio es uno de los mejores de tu vida, incluso si lo hace en un McDonalds.

Saber que hay alguien que está dispuesto a pasar el resto de su vida contigo, hace que tu ego quiera hacer el baile de la victoria. Pero ese período de autoestima exaltada solo dura hasta que empiezas con las preparaciones de la boda. ¿Dónde nos vamos a casar: En tu país, en mi país, o en la ciudad en la que vivimos? A partir de aquí vendrá una lista interminable de preguntas.

En ese instante te das cuenta que todas las charlas que tuvieron cuando empezaron a salir acerca de una vida juntos necesitan ser aclaradas definitivamente, porque una vez te conviertes en “Mrs. Smith”, ya no hay vuelta atrás. No hay cabida para más conversaciones dejadas a medias para evitar una futura pelea.

No es fácil, nadie dijo que lo fuera. Cuando nos casamos con alguien de otro país, idioma, cultura, religión, o todas las anteriores, las decisiones van más allá de si mudarse a los suburbios o convertir el closet en un cuarto para el bebé con el fin de seguir viviendo en la ciudad.

Y como nadie discute esto abiertamente, quiero contarte qué situaciones te vas a enfrentar una vez celebres la boda dos veces en dos ritos diferentes (porque al final, así no quieras, terminas teniendo una boda en cada país para que nadie se quede por fuera).

La familia importa. Suena bien, verdad? Pero no me refiero al nuevo nido de amor que ustedes dos acaban de formar, estoy hablando de su familia y de la tuya. Como es bien sabido, cuando uno se casa lo hace también con la familia de la pareja, una familia que te llega como regalo –no pedido– por la boda. A partir de ahí los empezarás a ver en ocasiones especiales y si vives en su país, incluso los verás más que a tu propia familia. Esto implica tener una mente abierta para recibir sus costumbres y realizar actividades que tú nunca antes habías intentado. Después de todo, probar cosas nuevas es lo que hace a la relación más divertida. Así que a no frustrarse por ese viaje a esquiar con su familia porque van a estar a temperaturas de -20º cuando tú lo que quieres es acostarte por horas en una playa del Caribe tomando mojitos. La nieve tiene lo suyo.

Hay malentendidos… prácticamente cada día. Es normal tener algunos problemas con una persona que se ve cada mañana y cada noche (ojalá alguno de los dos no trabaje desde casa), pero cuando esa persona es tu cónyuge que no precisamente domina tu lengua y tu todavía luchas por mejorar tu pronunciación en la suya, las discusiones pueden surgir de la nada porque tú dijiste “sheet” pero él entendió “shi…”. Bueno, el punto es que a veces los malentendidos no tienen que ver con lo que se dice si no con cómo se dice. El inglés y el español son idiomas con ritmos y entonaciones diferentes y mientras en español todas las palabras en una oración tienen la misma importancia, es decir, no se acentúa ninguna, en inglés es necesario enfatizar las palabras claves de una frase o solo alguna sílaba de una palabra, haciendo que esa falta de énfasis en una persona que no es nativa en inglés sea confunda con apatía o molestia. Son pequeños detalles a los que no deberíamos prestarles atención, pero el día que estás teniendo un mal día y llegas a casa de mal humor con ganas de ver Gilmore Girls en lugar de Strangers Things y tu esposo te dice “don’t be a bitch”, no importa que él ya te haya explicado 30 veces que ese “bitch” no es el mismo “bitch” que tu piensas, igual la noche ya está perdida a pesar de la pizza de pepperoni y el helado de chocolate belga.

La religión será parte de todas las decisiones que tomen, te guste o no. Incluso si la única religión que los dos profesan es Netflix, si sus familias practican una, verás cómo cada uno de ustedes empieza a considerar la idea de criar a los hijos de la misma manera en que fueron criados y eso incluye celebrar fiestas religiosas con las dos familias, así hayan fiestas religiosas que tú nunca hayas escuchado en tu vida. Hanukkah con su familia? Navidad con la tuya? Por qué no tener lo mejor de los dos mundos? Después de todo dobles celebraciones significan doble diversión, no?

Escoger nombres para los hijos va más allá de qué tan lindo suenan. Tiene que ver más con el hecho de que las dos familias sean capaces de pronunciarlos correctamente. Hay muy pocos nombres que se pronuncien o escriban igual en cada lengua, pero esta es una oportunidad para ser creativo, tus hijos seguramente apreciarán el esfuerzo que hagas. O siempre está la opción de que sean Jorge y Luisa en un país y George y Louisa en el otro.

Las vacaciones serán en su mayoría para visitar a la familia que vive del otro lado de mundo. Esto no es necesariamente algo malo a menos de que seas un espíritu aventurero que tiene una lista de países por conocer antes de los 35. Pero esta es una gran oportunidad para que tu esposo amplíe su vocabulario en español además del “gracias”, “mamasita” o en el mejor de los casos, “gracias mamasita”.

Al final un matrimonio intercultural implica tomar más decisiones, pero te aseguro que será una aventura entretenida llena de situaciones y experiencias nuevas, a pesar de los problemas normales debido al shock cultural del inicio; y aunque en este tipo de relaciones hay que hacer un esfuerzo extra para que las cosas funcionen, la satisfacción de lograrlo es la mejor recompensa. Después de todo el amor es lo que realmente cuenta (y los futuros niños bilingües que con suerte aprenderán un tercer idioma y algún día podrían trabajar en las Naciones Unidas).


Photo Credits: Joel

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