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Azucena Melcano

El mundo de las ideas

Living in the material world es el nombre del cuarto álbum de estudio de George Harrison como solista, en él se puede apreciar la ideología del músico cada vez más influenciado por las corrientes del pensamiento hindú. Es cierto, vivimos en el mundo material, somos materia, estamos constituidos por elementos químicos, rodeados de ellos y de fenómenos físicos. Sin embargo, la realidad es que todas nuestras interacciones dentro de este mundo material y todas las construcciones que realizamos de él pertenecen simplemente al mundo de las ideas. Mas este mundo no se constituye, como señalaba Platón, por medio de elementos incorruptibles y eternos ajenos al cambio; sino simplemente como su nombre lo indica se forma por medio de ideas o imágenes de lo que creemos o queremos ver, sentir o percibir.

No importa cuán químicos seamos en términos científicos, convivimos, discutimos y nos enamoramos de ideas, jamás de las personas. Estamos diseñados para crear conceptos a través de la nominalización, cada concepto, que representa una diminuta abstracción del mundo, se compone, en su mayoría, por el misticismo idealista en el que lo envolvemos. De esta manera nuestra interacción se vuelve limitada y nuestra comunicación poco eficiente.

Nos es imposible interactuar con una persona a la que no hemos configurado de acuerdo a nuestros niveles de percepción. Para ello las armamos tal como lo haríamos con un rompecabezas, pero sin preocuparnos por que todas las piezas sean siquiera del mismo color. Y una vez que hemos sido capaces de encapsular la idea nos esforzamos mucho por mantenerla vigente; pero, sobre todo, intentamos desesperadamente que la persona corresponda con la idea y no al revés. Nos asusta pensar que la persona no sea como la hemos construido en nuestra cabeza. Mas no es tanto el miedo a saber que es un ser imaginario como el temor a habernos equivocado, porque en ese instante surge la frustración.

Marcel Proust es uno de los autores que hacen una magistral referencia a este tema en el tercer libro de À la recherche du temps perdu, en el que menciona al hada que imaginamos asociada a un nombre:

«El hada, sin embargo, se esfuma si nos acercamos a la persona real a que corresponde su nombre, porque entonces el nombre empieza a reflejar a esa persona, y ésta no contiene nada del hada».

Es precisamente aquí  donde nace una doble paradoja: vivimos en el mundo material, lo constituimos con ideas y al final terminamos por dar más importancia a las situaciones físicas que emocionales.

Surge entonces el tema del engaño y la decepción. De forma contrastante las emociones que brotan tras la decepción son perceptibles y reales, y nuevamente una paradoja se apodera de nuestra mentalidad: proyectamos la ira, tristeza  o decepción en contra del ente real, cuando ha sido el ente imaginario, creado por nosotros mismos, el que ha terminado por generarnos inconformidad. 

Nuestras relaciones son puramente narcisistas, puesto que mientras configuramos a nuestros familiares, amigos  y, sobre todo, a las personas que nos atraen, buscamos con desesperación la identificación, subsanar el vacío que implica el saberse completamente solo y totalmente diferente al resto de las personas. Tratamos entonces de comunicarnos de forma infructuosa, configurando mensajes que sólo pueden ser entendidos por nosotros mismos, por la parte de nosotros que creemos depositada en el otro. Pero olvidamos que jamás dos personas, menos tres, cuatro o mil millones podrán experimentar una misma sensación aun bajo las mismas circunstancias; y si lo hicieran les sería imposible comunicarla de manera que el otro la entendiera, porque las emociones son exactamente como los idiomas, susceptibles a la interpretación pero imposibles de traducir.

Quizá estemos condenados a vivir en este irónico mundo material y tal como decía George Harrison «I got born into the material world, getting worn out in the material world, use my body like a car, taking me both near and far, met my friends all in the material world…» sólo que los amigos que conocemos en el mundo material e incluso nosotros mismos pertenecemos únicamente al mundo de las ideas.

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