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paola maita
Photo by: Ivan ©

Misiva a los imaginarios

Queridos hijos-que-aún-no-tengo:

He visto a una mujer embarazada y he entrado en pánico. No me malinterpretéis, no es la primera vez que veo alguna. Después de pasar un par de días con ella, me he obsesionado con dibujar conejos de peluche y una bebé con un lazo muy feo llorando.

No he dejado de preguntarme si esto quiere decir que comienzo a plantearme vuestra existencia de una manera menos abstracta de lo que lo había hecho hasta ahora. Hay tanto que quiero contaros… Por ejemplo, no sé si sabéis que me gusta dibujar, aunque lo hago bastante mal o al menos no tan bien cómo creo que debería hacerlo.

He de admitir que, a pesar que siempre he creído que no llegaréis a mi vida, últimamente me lo cuestiono mucho más. ¿Realmente llegaré a teneros? ¿Llegaréis a existir?

Antes de seguir, quiero comentaros algo en lo que acabo de caer en cuenta. Os hablo de vosotros. Esto solo lo hago cuando puedo escribir o hablar con calma con la gente que es de aquí. Eso hace que piense una segunda cosa muy evidente. Jamás seréis de allí.

Probablemente, creceríais como vuestro padre, en una casa que tiene detalles diferentes a las de los lugareños, con palabras o frases que solo os pertenecerán porque os la diremos nosotros porque aquí no son comunes. No quiero que crezcáis extrañando un lugar que no conoceréis -porque de momento no tenemos intenciones de regresar- pero tampoco que os sea un universo totalmente desconocido… Quiero que seáis de aquí pero también un poco de allí.

Además de eso, también tengo que confesaros que me da ansiedad todo aquello que no puedo escoger. Con vosotros, no podré elegir la persona que seréis. Si sois concebido naturalmente, seréis lo que el azar saque de la lotería de nuestros genes. Supongo que os amaría, pero me aterra la idea de que seáis el tipo de persona que no me gusta y tenga que quedarme callada. ¿Acaso alguien es capaz de admitir abiertamente que no le gustan sus propios hijos?

No puedo hablar de los miedos que me dan vuestra potencial existencia, sin deciros que temo convertirme en otra persona desde el momento que os conciba. He tardado tantos años en encontrarme, entenderme, saber qué quiero hacer y defenderlo… Que la idea de volver a perderme es un miedo que nace de lo más profundo.

No quiero que os sintáis culpables. Entiendo que vuestra existencia no puede suceder sin ese cambio. Si llegarais a materializaros, soy consciente que esos cambios tendrían ocurrir, pero también entiendo que es humano mirar el abismo de lo desconocido y aterrarse.

Os repito: Tengo miedo. Por muchas razones. He visto a mujeres perderse en un mundo de pañales, tareas, escuelas, y compras de cartulinas de último momento. He sabido de personas que deciden conformarse con el trabajo que tienen porque es estable y les permite mantener a la familia, y dejan de lado eso que realmente les apasiona. He escuchado a una mujer muy valiente decir que se arrepiente de ser madre. Me han contado de mujeres que no encuentran un momento para ducharse decentemente. He visto a parejas fracasar en el intento de tener hijos y ser felices…

También temo lo que pueda pasar si no llegarais. Me preocupa desearos cuando sea físicamente imposible teneros, perder la posibilidad de explorarme y conocerme como madre, la vida familiar que no tendré, ser esa mujer a las que otras secretamente consideran insuficiente, la soledad de la vejez, no saber si me estoy perdiendo la posibilidad de conocer a mis personas favoritas…

Una última confesión. Veo al abismo a los ojos, y a veces me siento observada de vuelta. Ay, hijos-que-no-tengo, pienso tanto, de tanto en tanto, en vosotros… Os pienso como quien sabe que tiene un deber pendiente que no sabe si podrá cumplir.


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