El término indignación y su adjetivación en “indignados” ha cobrado mucha relevancia en estos tiempos inverosímiles. Se habla con insistencia de la dignidad humana sin que se use el término debidamente. Parece una muletilla manoseada que no se sabe bien qué significa pero que luce mucho a la hora de lanzar discursos demagógicos y populistas. Una cosa es hablar de dignidad y de su derivada indignación, y otra, respetar esa dignidad, velar por ella y ser guardián de su permanencia entre los hombres.
La novela de Phillip Roth que lleva este título es pionera en el uso del término para denunciar la furia que se siente contra lo inaceptable, cuando se avasallan los valores inherentes a lo humano y se le despoja de toda consideración superior. Habría que empezar por señalar el significado de dignidad para entender bien qué es lo que enerva a Marcus, el protagonista de este drama histórico e íntimo que censura gravemente el comportamiento de la potencia norteamericana en los inicios de su descompuesta carrera por imponerse en oriente medio.
La dignidad es el valor que le asegura al ser humano su condición racional, dotado de libertad y de poder creador. Un ser que, por estas potencialidades puede modelar y mejorar su vida al tomar decisiones así: racionales, libres y creativas. Ser humano es saber y poder gobernarse a sí mismo en un mundo confiable.Cuando deja de serlo y el caos se hace dueño de la realidad los valores esenciales se desmoronan y lo humano va empobreciéndose hasta desaparecer.
Ese es el tema de toda la obra de Phillip Roth, la decadencia de los principio humanos que sirven de faro a la constitución de naciones ejemplares y que, al envilecerse causan la desgracia de sus pueblos. Cuando se verifica la degradación empiezan a entronizarse los anti-valores que, desgraciadamente, conocemos bien: la intolerancia, los prejuicios, el racismo, la hipocresía, la doble moral, el cinismo y pare usted de contar.
Marcus Messner es un jovencito judío de New Jersey lleno de ansias por surgir y destacarse , que sale de su entorno hiper protegido para estudiar lejos del hogar y fuera del control paterno, asegurándose un lugar libre y fuerte en el vasto mundo amenazador que lo está esperando. Encontramos un narrador en primera persona que parece contar su historia desde el presente donde ocurren los acontecimientos, pero que nos da un susto al comprobar, poco después de empezar a leer , que está bajo los efectos de la morfina , en la agonía que precede a su inminente muerte producida por las heridas de guerra que ha sufrido en Corea. Es la memoria de Marcus la que viaja hacia atrás para recomponer su propia historia: la historia de un viaje que empieza en el mundo conocido y seguro de la dignidad hasta el caos violento de una guerra indigna. En el medio Marcus se convertirá en víctima de fuerzas demoledoras que no puede controlar: el fanatismo, el patrioterismo, la banalidad, el rechazo a lo diferente, la promiscuidad, los intereses creados. Fuerzas que desencadenarán su fracaso y su desaparición. Fuerzas que empiezan a gestarse en los intestinos de una nación que va a perder el rumbo paulatinamente hasta extraviarse.
Si analizamos la obra en relación al resto de la narrativa del autor, podemos ver el mismo patrón simbólico que en la gran mayoría de ellas: la explicación de cómo USA cae desde su trono imperial hasta este país amedrentado por sus propios fantasmas que no soporta mirar su sombra.
El padre de Marcus, un honrado y sencillo comerciante judío presiente lo que va a venir. Representa a la Norteamérica simple, la de quienes tuvieron fe en una república abierta a los hombres de buena voluntad venidos de cualquier parte, que contribuyen a construir una nación digna, entendemos que racional, libre y verdadera. No esperaban el giro descomunal que dos guerras mundiales iban a provocar en el ánimo de sus dirigentes . La locura, la hegemonía planetaria, la invasión a territorios desconocidos, la supremacía arrasadora los catapultó a una vorágine de poder desmesurado, que, al igual que con Marcus, arrasó con lo más digno que tenían. El radicalismo que hoy los atemoriza es consecuencia de esa tormenta inmanejable que se llevó por delante los valores fundamentales, y con ellos, lo mejor de sus principios. Marcus muere y con él, la letra y el espíritu de un conjunto humano vencido por su arrogancia.
Están presentes también los tópicos obligados del pasaje por la juventud, antes de asentarse en la madurez que Marcus nunca alcanzará: el sexo tentador e irrefrenable, la rebeldía retadora, el cuestionamiento a la tradición, la religiosidad puesta a prueba. Situada en los años 50, la historia cuenta la experiencia vital de Marcus frente a los riesgos de la postguerra y el comienzo de las fallidas incursiones norteamericanas en tierras orientales donde nada saldrá bien. Como a Marcus no le sale nada bien en su corto paseo por la Universidad llena de aberraciones, de falsedad y de oscuras intenciones enmascaradas ante las que estaba completamente indefenso.
Como indefensos están ahora los norteamericanos comunes, que no pueden comprender porque hay una gran parte del mundo que los odia y espera verlos desaparecer para vengarse de sus erradas maquinaciones por la extensión de su poderío. O que sucumban bajo la violencia de sus coterráneos armados hasta los dientes y enfermos de miedo. O que se extingan bajo el liderazgo de un fantoche con delirio de grandeza. Cualquier cosa es posible y esa incertidumbre que siembra el desconcierto no puede menos que producir indignación.