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arturo serna
Photo Credits: oswaldo ©

Mi lucha

Mi vida está signada por la lucha. No soy otra cosa que el fuego lento o voraz que se inmiscuye en el campo de batalla de otros fuegos. Yo no soy el otro. El otro es mi contrincante, mi enemigo o el obstáculo que me impedirá llegar a mi objetivo. Esta es la lección del boxeo.

Es cierto que cuando se interpone el amor, la guerra, lógica inevitable de la vida, puede detenerse. Solo en esas pausas valerosas e inseguras es que se detiene el conflicto. El resto no es silencio sino furia inseparable, fuerza y enfrentamiento.

La historia de mi vida tiene un punto de inflexión: el deporte es la bisagra que divide los periodos. ¿Quién sería hoy sin el boxeo? Allí nacen las hipótesis, las formas del tiempo para sobrevivir en la selva. Sin el boxeo no sería aquel que ve la historia del pensamiento como el campo nítido y rugoso de las luchas de clases, de grupos, de individuos, de mentes.

No son Hegel ni Marx los que guían mis días. No aprendí la dialéctica en las aulas sino en el ring. Mi beligerancia, mi pobreza, mis derrotas y mis victorias exiguas se han originado en el cuadrilátero. Todo lo demás es elucubración posterior. La filosofía, en mi caso, es la continuación de la pelea por otros medios.


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