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Meade sí, PRI no

En 1947, mi padre fue enviado a Montreal, Canadá, con su esposa y sus siete hijos, como representante de México ante la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional). La única persona que nos acompañó al aeropuerto fue Daniel Kuribreña, uno de los fundadores del PAN, junto con mi papá. Con toda su solidaridad y amistad, llenó su cajuela hasta el tope con el equipaje de esa numerosa familia. Desde la ventanilla del avión le dijimos adiós con una gran sonrisa de agradecimiento. Nunca hemos olvidado ese gesto.

Unos años después ya en mi colegio en México, tuve una compañera que se llamaba Leonor Meade. De todas las alumnas de primaria del colegio Francés de San Cosme de entonces, era la más aplicada y nunca se peleaba con nadie. Cuando el colegio se cambió al Pedregal, íbamos juntas en el mismo camión, las dos vivíamos en la colonia Cuauhtémoc. Durante el trayecto que duraba casi dos horas, sentadas una al lado de otra, prácticamente no hablaba. Un día, y como para sacarle conversación, le dije: «Qué bonito está tu anillo de perla». Me miró, sonrió y tímidamente agregó: «Te lo presto por unos días». Lo acepté y al cabo de dos semanas se lo regresé. Nunca se me olvidará su gesto generoso, el mismo que había tenido seguramente su tío.

Siempre que veo y escucho a José Antonio Meade en la televisión, con una actitud tranquila, conciliadora y hasta agradecida con la vida por haberle permitido llegar hasta donde llegó como servidor público, no puedo dejar de evocar las dos vivencias que tuve hace muchos años con dos miembros de su familia, su tío abuelo y su tía.

Dicho lo anterior, de los tres candidatos a la Presidencia en México y después de haber seguido atentamente las tres precampañas, entrevistas y declaraciones, llegué a la conclusión que el mejor candidato para presidente de la República es José Antonio Meade. Aclaro que nunca he votado por el PRI, al contrario, desde que empecé a escribir en la prensa (1982) lo he criticado, denunciado y hasta ridiculizado. Si aclaro públicamente mi intención de voto, es por respeto a mis lectores, porque pienso que es importante que sepan de qué lado estoy y por qué esta vez votaré por el candidato, mas no por su partido.

Tengo muchas razones para no apoyar esta vez a López Obrador, ni a Ricardo Anaya, ya las iré analizando a lo largo de la campaña. Lo que me parece curioso es que se hable tanto de la corrupción pero el único candidato que no tiene escándalos de corrupción en su entorno cercano, con su familia y en lo personal es precisamente Meade. Anaya tiene escándalos y dudas en el manejo de sus finanzas personales y las de su familia. AMLO tiene escándalos morales demostrables por sus nuevos aliados, elegidos de aquí y de allá cuyo común denominador es su cuestionable conducta, allí están Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia, Gabriela Cuevas, Cuauhtémoc Blanco, etc., etc. Se diría que esta selección de personajes tan extraños la hace a propósito para demostrar que «sus chicharrones truenan». Me da pavor su Constitución moral, sus referencias bíblicas y su alianza con el PES. No hay duda que está en riesgo la laicidad y la cordura del Estado.

De Meade no se sabe de parientes incómodos ni colaboradores cercanos metidos en casos de corrupción. Nada. La oposición está buscando pegarle, como no le encuentran escándalos de corrupción ni cuentas en el extranjero, ni casas, ni desvíos, porque simplemente él no se ha robado un peso, quieren achacarle la responsabilidad de lo que supuestamente hicieron otros secretarios. Esa es la estrategia. Acusarlo de lo que hacen otros. Un ejemplo es el último escándalo de las observaciones que hizo la Auditoría Superior de la Federación a la cuenta pública de Sedesol en la época de Rosario Robles. Quieren culparlo de ello, cuando es obvio que cuando fue secretario no era ni investigador ni ministerio público. Lo que le tocaba hacer era revisar lo que le dejaron y si había irregularidades o dudas, y reportarlas ante la Auditoría ¡y eso fue exactamente lo que hizo! No obstante hay cosas que no me gustan de mi candidato, por ejemplo, su apoyo in-con-di-cio-nal hacia el PRI, cuando no es militante y su falta de deslinde de Peña Nieto. Por eso digo:

¡Meade sí, PRI nooooo!

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