“Llegué a mi cuevita brooklynense esta madrugada lluviosa y fría. La encontré silenciosa pero no me sentí solitario. Las siete orquídeas que habían florecido antes de viajar a São Paulo siguen abiertas. Mantienen su vivaz color áureo con destellos plateados. La kalanchoe ha perdido varios manojos de sus flores de cuatro pétalos naranja. Sin embargo, un nuevo manojo de botones nació durante mi breve ausencia. Podré ver cómo crecen hasta abrirse en flores brillantes.
Esta mañana gris y húmeda, durante mi caminata hacia la universidad, noté que todas las azaleas han florecido. Tanto los arbustos de los jardines de mi barrio como los del campus de Brooklyn College están cargados de flores violeta o blanco. Las de color violeta brillan con intensidad, aunque llore el cielo triste. Y las blancas regalan paz y serenidad.
Junto a una de las entradas a mi edificio floreció un arbusto. Me esperaba hoy para sorprenderme y darme la bienvenida con sus flores. En mayo se engalana con flores albas por varias semanas. Cuando llego al campus y entro a Boylan Hall, siento que me reciben ángeles”.
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