Remota. Esa es la mejor manera de describir Marfa, que tiene nombre de mujer.
A tres horas del aeropuerto más cercano, con apenas 2000 habitantes, en el medio de una meseta en el Chihuanhuan Desert, se encuentra Marfa. Y se comienza a descubrir la magia que la envuelve.
Parte de esa magia se debe al paisaje. Seco, árido, desierto donde la vista no tiene límites. Cielo amplio y azul, pasto seco en una inmensa amplitud. En el medio de la nada… Marfa. Tormenta de arena… Marfa
Marfa nace como una parada de tren. Más tarde, en 1911, se instala allí un Campamento de Caballería Militar, para combatir a bandidos como Pancho Villa. Allí comienza otro tipo de magia.
El ejército se vio obligado a cerrar este campamento de caballería durante la gran depresión. Junto con el cierre, dado que los caballos eran caballos de guerra, vino el necesario sacrificio de los “nobles”. Marfa, que por geografía ya sabía que la vida es dura, con una tristeza profunda aprende de sacrificios.
Todavía los fantasmas de los “nobles” recorren la sabana. Se los puede oír relinchar durante la noche, entre los sonidos de los trenes que ya solo pasan de largo. Y hay un homenaje a “Louie”, el más viejo de los caballos, realizado por Claes Oldenburg and Coosje van Bruggen. Y el único Saloon de Marfa, centro de encuentro de locales y visitantes, se llama The Last Horse Saloon.
El campamento militar se vuelve a utilizar durante la Segunda Guerra, con el nombre de Fort D.A. Russell. Esta vez como base aérea. Durante ese periodo, Fort Russell alberga a prisioneros de guerra alemanes. Esta experiencia le proporciona a Marfa, no solo los murales pintados por los prisioneros, sino la capacidad de recibir extranjeros, sean de la armada, sean prisioneros, Marfa abre su mente y sus brazos a los visitantes.
Es entonces cuando se vuelve a cerrar la base militar y aparece en la escena “Marfana” Donald Judd. Magia. No solo Marfa se ve invadida entonces por otro tipo de “ejército”, sino que comienza uno de los experimentos más interesantes: la conversión de una base militar en albergue de instalaciones permanentes de gran escala. Donald Judd, John Chamberlain, Dan Flavin, Carl Andre, Ingolfur Arnarrson, Hiroshi Sugimoto, Ilya Kabakov, Roni Horn, Claes Oldenburg and Coosje van Bruggen, David Rabinowitch, John Wesley y la reciente “in progress” instalación de Robert Irwin en el antiguo hospital están en la actual Chinati Foundation.
Marfa alberga hoy también a International Woman’s Foundation, localizada en la antigua residencia del alto mando, Building 98, ahora invadido de arte, artistas en residencia y visitantes fundamentalmente europeos. Allí se encuentra mi pieza permanente, The Pressence of Emptiness.
Ballroom Foundation con fuertes conexiones con NY, es la responsable de una riquísima agenda de eventos, y de la tan popular instalación “Prada” de Elmgreen & Dragset.
Mary Etherington, significa un café au lait con excelente conversación en su galería.
Marfa no tiene normas. Marfa no tiene horarios. Todo transcurre y fluye a su propio ritmo. Y bajo una luz particular, los colores cambian en Marfa. El único protocolo de Marfa es una honestidad visceral. Es fácil hacerse adicto a Marfa Public Radio. Se llega horas antes al yoga en la Book Store para pasearse por la vasta selección de libros que no se entiende pueda existir en un lugar de tan pocos habitantes, hasta que simplemente… se entiende! Se descubre uno mismo en el Crowley Theater disfrutando de la Threepenny Opera extraordinariamente puesta en escena por locales, desde el bar tender de Cochineal, la dueña de Frida’s, o el cajero del Get Go y dirigida por Rob Weiner. Magia.
Tal vez la principal magia de Marfa radique en su gente. Un potpurrí de rancheros, artistas, curadores, galerista… que todos lucen una sonrisa. Todos profesan sus mejores instintos hacia sus congéneres. La colaboración y ayuda mutua es natural del desierto. Como lo es recibir al visitante. Como lo es tener paciencia con los neoyorkinos tensos vestidos de negro y apurados que la visitan. 24 horas más tarde, se arremangan la camisa, se sientan sobre el heno y con una copa de vino en la mano lucen una sonrisa.
Marfa la remota… Marfa la minimalista.