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Maldido Zoom!

Querida Malú:

Te conozco hace muchos años y sé quién eres y lo mucho que vales: política de izquierda, comprometida, feminista hasta la médula y siempre dispuesta a dar la cara en cualquier circunstancia. En tu carrera no han faltado los golpes bajos, las envidias y obstáculos de toda suerte. Sin embargo, tú nunca has cejado, al contrario, estas “grillas” te han servido como acicate para seguir adelante. Como dice una amiga mutua: “Malú, es un alma libre”.

Cuando me invitaste, en 1995, para que te apoyara como candidata del PRD, para la gubernatura de Guanajuato, frente a Vicente Fox, lo hice a sabiendas de que hubieras sido una espléndida gobernadora y un gran ejemplo para miles guanajuatenses cuyo estado no deja de ser conservador; entonces y ahora aún no está listo para ser gobernado por una mujer y menos de izquierda. Me sentí dos veces orgullosa de ti, cuando fuiste diputada plurinominal a la LIX Legislatura y encabezaste la Comisión Legislativa encargada de las investigaciones en contra de Manuel Bribiesca Sahagún, hijo de “Martita”, quien entonces era nada menos que la esposa del presidente, Vicente Fox. No estabas equivocada, sus nombres aparecen como en el libro “El Traidor”, de Anabel Hernández, en el que la autora cuenta de qué manera controlaban los puertos marítimos mexicanos y surtían el Cártel de Sinaloa.

Decidí escribirte, Malú, por tu carta tan valiente y claridosa que tuviste a bien dirigirnos, debido al maldito zoom de tu computadora. Tú lo llamas “un desafortunado incidente”, pero imagino que como política profesional, ha de haber sido terrible, ya que te sucedió nada menos que durante la comparecencia virtual con el Gobernador del Banco de México y con compañeras y compañeros senadores. Los temas a tratar eran la situación económica de México y cómo hacerle frente a la “nueva normalidad” en los próximos meses. Como bien lo explicas, con todo lujo de detalle, en tu espléndida misiva: “En una parte de la sesión, sin darme cuenta y mientras la cámara de mi computadora se encontraba encendida, me cambié de ropa mostrando mi torso desnudo”. Tú sin embargo no te diste cuenta, hasta que te llamó el senador Armenta y Ovidio. Por ello, en tu carta te disculpas con tus compañeras y compañeros legisladores, así como con Gobernador del Banco de México y los medios de comunicación que seguían en vivo la transmisión. Líneas abajo aclaras que no pides disculpas: “por haber mostrado mi cuerpo desnudo, sino porque al tratarse de una sesión formal parlamentaria toda persona que en ella participa debe guardar ciertas normas de respeto y conducta para asegurar que esas sesiones virtuales puedan conducirse apropiadamente. No domino las nuevas formas tecnológicas de comunicación a distancia, lo cual me ha jugado malas trastadas como la del día de hoy.
Pero de ninguna manera me disculpo ni me disculparé, por haber mostrado mi cuerpo desnudo, pues como siempre lo he dicho desde mi convicción feminista, las mujeres no tenemos por qué avergonzarnos de nuestro cuerpo, de nuestro senos.
Soy una mujer de 66 años de edad, que ha amamantado a cuatro hijos, tres de los cuales hoy son profesionistas y hombres responsables y me siento orgullosa de que mi cuerpo los haya alimentado; soy una mujer que ha militado en la izquierda por casi 40 años y que ha ocupado diversos cargos públicos por mi férreo compromiso en la defensa de los derechos humanos de las niñas y las mujeres de este país; soy una mujer que no se avergüenza de su cuerpo sino que lo quiere y lo cuida, soy Malú Micher y no me da vergüenza haber mostrado por accidente una parte de mi intimidad, porque el pensar que una mujer es sólo su cuerpo es justo la idea que ha permitido la cosificación femenina contra el que he luchado desde siempre”. Más contundente y honesta, no podías haber sido. Tienes toda la razón, Malú, nunca hay que avergonzarnos de nuestro cuerpo así tengamos 100 años. Nunca hay que avergonzarnos de nuestros senos, sobre todo aquellos con los que amamantamos a nuestros hijos y que ahora se ven cabizbajos. Pero sobre todo, nunca hay que avergonzarse de hablar con la verdad.

Ahora, te admiro y te quiero más mi querida Malú.

Guadalupe

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