Lunático Espíritu de la Navidad

En occidente se celebra esta semana una de las fiestas más extendidas del ciclo anual: la Navidad. Es la conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazareth, uno de los grandes maestros de la humanidad. La tradición cristiana hizo coincidir esta efemérides con los antiguos rituales romanos y celtas, en honor al dios del Tiempo. Las llamadas “saturnales” se realizaban en las frías noches invernales, para invocar, mediante danzas alrededor del fuego, el renacimiento del Sol, símbolo de la vida, el calor, la energía y la luz.

En el origen de los pretéritos festejos paganos y cristianos está el fenómeno geoastronómico del Solsticio. Es el momento en que el Sol culmina su travesía hasta el Trópico de Capricornio y comienza su retorno hacia el ecuador. Es la noche más larga en el hemisferio norte, marcando el inicio de la estación climática del invierno en esas latitudes; aunque al mismo tiempo, determina el inicio del verano, en las regiones del sur.

Las poblaciones nórdicas integraron las tradicionales fiestas en honor al dios Sol con las creencias y prácticas impulsadas por el cristianismo primigenio y crearon una figura mítica que representaba la emoción viva de esas festividades, a la que denominaron “Espíritu de la Navidad”. El instante en que se produce el Solsticio es el que determina el descenso a la Tierra de ese espíritu de alegría, hermandad, amistad y gozo que caracteriza a la Navidad.

A fin de darle forma a esa entidad no física que representa el calor del afecto y de la solidaridad, de la alegría y la generosidad, se le personificó y humanizó como un hombre mayor, sonriente y bonachón, que aparecía en esas fechas con presentes y dádivas para los más pequeños, envuelto en ropas que lo protegían del intenso frío. Tal figura se fue transformando con el tiempo en San Nicolás, Santa Claus o Papa Nöel, uno de los símbolos –junto al pino, el pesebre, la nieve o los cánticos- de la eterna Navidad.

El Solsticio del 21 de diciembre representa el verdadero inicio del ciclo anual, aunque en el calendario gregoriano, adoptado por la mayor parte de las naciones de la Tierra, no se considere el comienzo formal del año nuevo sino hasta once días más tarde. Así, se conjugan alrededor de la fecha solsticial la Navidad y el Año Nuevo. Tiempo para la reflexión, la unión, la solidaridad, la alegría, la paz y el encuentro, propio de todo ciclo que termina y de todo proceso a punto de comenzar.

El Solsticio de este año se produce a la medianoche del 21 de diciembre, cuando el Sol ingresa al signo de Capricornio, coincidente con el Perigeo lunar. El Espíritu de la Navidad desciende esta vez a la Tierra con la Luna en fase de crecimiento, ejerciendo más influencia en las fuerzas de la naturaleza, por su mayor cercanía y tamaño, mientras transita por Tauro, signo asociado a la sensualidad, la materia, el colorido de la naturaleza y lo específicamente terrenal.

En esta oportunidad, la fiesta de Nochebuena viene acompañada con el regalo de un Plenilunio. No se presentaba una noche navideña con Luna Llena desde 1977 (hace 38 años). Ello le proporciona a estas fiestas un carácter especial: la sensibilidad, las emociones, las ilusiones, los misterios, la intuición y la pasión sirven de abono al fértil terreno en que aflora la esperanza.

La Luna comienza a transitar por su propio signo de Cáncer, enfrentada al Sol que da sus primeros pasos en Capricornio. El díscolo corazón retando al control de la razón. El Espíritu de la Navidad se cobija bajo el manto caprichoso de la blanca Luna. Será una peculiar y alocada noche, propicia para la aventura, la aparición del hombre lobo y el vuelo de las brujas. Es la noche del tiempo, del corazón, de la alegría, del sentimiento ciego y de la pasión.

LOS EVENTOS ASTRALES MÁS SIGNIFICATIVOS DE LA SEMANA (21 al 27 diciembre, 2015)

Horario Costa Este América (- 05:00 GMT).  astrologuia.wordpress.com

Photo credits: Jason Devaun