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Luchar contra la pobreza en América Latina

Acción y reacción. No debe sorprender. Vivimos en un mundo globalizado. La crisis económica de la cual sólo ahora parecieran comenzar a salir las economías industrializadas, también tuvo efectos significativos en los países de América Latina. Y se ha manifestado, entre otras cosas, en la desaceleración del ritmo de crecimiento que, de no revertirse los pronósticos, podría agravarse el año que recién comenzó. De hecho, si damos crédito a las estadísticas de la Cepal, el crecimiento de América Latina, en 2014, fue de apenas el 1,1 por cientoy en 2015 no debería pasar de un tímido 2,2 por ciento.

El desempeño de la economía mundial, por supuesto, no resulta de mucha ayuda. La demanda global sigue manifestando algún dinamismo. Es verdad. No obstante, es aún excesivamente debil. Por su parte, la tendencia a la baja de los precios de las materia primas pareciera no ser un fenómeno coyuntural. Al contrario, todo indica que será la realidad con la cual deberá confrontarse América Latina en los próximos años.

La crisis económica al afectar el aparato productivo, a la postre, tuvo repercusiones negativas en el bienestar de la población y en su calidad de vida. Decimos, en los niveles de pobreza. Era de esperarse. De hecho, la pobreza en 2014, de acuerdo a la Cepal, alcanzó el 28 por ciento de la población de América Latina. En números redondos, 167 millones de personas. El proceso de reducción de la pobreza, el cual caracterizó la primera década del de este siglo, pareciese haberse estancado. No sólo no ha logrado avanzar desde 2014, sino que la tendencia pareciera ser nuevamente al alza., a pesar de los esfuerzos de los gobiernos para mejorar la calidad de vida de la población.

Pobreza e indigencia. Dos caras de la misma moneda. De hecho, en la medida en que ha crecido la pobreza, en la misma medida lo ha hecho la indigencia. Siempre ha sido más fácil pasar de la pobreza al peldaño más bajo que al más alto. Es así como la pobreza extrema, siempre de acuerdo a la Cepal, ha aumentado progresivamente al pasar del 11,7 por ciento en 2013 al 12 por ciento. A saber, un incremento de 3 millones de personas. Los latinoamericanos que hoy no tienen como satisfacer las necesidades fundamentales son 71 millones.

Parecidos que matan. Al igual que la “pobreza por ingresos”, también la “pobreza multidimensional” se vio afectada por la crisis económica. Su nivel, entre los años 2005 y 2012, había decrecido al pasar del 39 por ciento al 28 por ciento de la población. Nivel, este, que se mantuvo sin muchos altibajos hasta nuestros días.

La “pobreza multidimensional”, a diferencia de la “pobreza por ingresos”, toma en cuenta diferentes ámbitos: la vivienda, los servicios, la educación, el empleo, la protección social y el estandar de vida (los ingresos y la posesión de bienes duraderos, en primer lugar). Una persona, e acuerdo a esta fórmula de medición, se considera pobre si carece al mismo tiempo de estas dimensiones. 

Particular interés, en el contexto que ha sido ilustrado, despiertan los casos de Argentina, de Mèxico  y, por sus caracteristicas particulares, el de Venezuela. 

En Argentina, las entidades públicas, desde algún tiempo, han dejado de difundir estadísticas e informaciones sobre los niveles de pobreza en el país. Esto, sin embargo, no ha sido impedimento para que organismos privados se sustituyeran a las fuentes oficiales. Y dieran a conocer sus investigaciones.

La pobreza, en el país austral, se atribuye esencialmente a los niveles excesivos de inflación. Los expertos más optimistas estiman que la pobreza pudiera estar afectando al 18 por ciento de la población. Los más pesimistas, en cambio, se aventura a estimarla en alrededor del 36,5 por ciento. En todos casos, no menos de 8 millones de personas viven en condición de pobreza.

Los números que maneja la Central de Trabajadores Argentinos, alineada con el gobierno, no difieren mucho de los anteriores. De hecho, de acuerdo a la CTA los pobres en Argentina se estiman en 7 millones 500 mil. 

Si la pobreza golpea casi o más de 8 millones de personas, la pobreza extrema condena al desespero alrededor del millón 800 mil argentinos. Y la cifra pareciera estar en aumento.

México, por su parte, nos presenta una realidad llena de contrastes. En efecto, en el país conviven multimillonarios y millones de pobres. En fin, quienes viven en el lujo inimaginable y quienes, en cambio, en la pobreza… también inimaginable. 

México, en el censo “Wealth and USB Billonaire”, se ubicó el año pasado en la casilla número 21, en una clasificación que toma en cuenta los 40 países con el mayor número de multimillonarios. A saber, de personas que cuentan con una riqueza superior a los mil millones de dólares. El número de multimillonarios, que en 2013 eran 22, ha crecido al cierre de 2014 . Ahora son 27; un incremento del 23 por ciento. Sus activos, calculados en 137 millones de dólares en 2013, se han incrementado en unos 32 mil millones. 

Las riquezas de los multimillonarios méxicanos contrasta con la pobreza de 53 millones de personas que viven en el mismo país. Su número, al igual que el de los multimillonarios, también crece. Mas, a ritmos superiores. En 2010 se estimaba existiesen 52 millones 800 mil personas. En 2012 eran 53 millones 300 mil.

Por otra parte, se ha reducido el número de personas en condición de pobreza extrema. Este pasó de 13 millones a 11 millones 500 mil. Los esfuerzos de los gobiernos, en la aplicación de políticas sociales, están obtieniendo algún resultado. Se espera que estos efectos se irradien hacia los niveles superiores de pobreza permitiendo mayor fluidez en su reducción y en el fortalecimiento de una clase media productiva.

Venezuela, por su parte, nos presenta una realidad muy compleja. El país, de acuerdo a la Cepal, después de años de lenta reducción en los niveles de pobreza, vuelve a experimentar un incremento.  El número de pobres, según las cifras que maneja la Cepal, aumentó en 6,7 puntos porcentuales. Decimos, pasó del 25,4 por ciento en 2012, al 32,1 por ciento en 2013. 

La tasa de indigencia, por su parte, pasó de 7,1 por ciento a 9,8 por ciento. En 2014, la población, de acuerdo a un estudio realizado por las prestigiosas Universidad Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Simón Bolívar, golpeará alrededor del 48,4 por ciento del total de los hogares venezolanos. El estudio destaca que entre 2005 y 2013, el país, gracias a los altos ingresos petroleros, vivió una etapa de estabilidad económica relativa la cual permitió a una importante porción de la población mejorar su poder adquisitivo y salir de la pobreza. No obstante, a raíz del incremento acelerado de la inflación y de otros fenómenos económicos, la situación comenzó a revertirse el año pasado. Y la pobreza comenzò nuevamente a crecer. 

Este incremento de la pobreza, sin embargo, cobra fuerza a pesar de los esfuerzos del gobierno por aumentar el gasto público y, peor aún, a pesar del gasto social. El modelo manifiesta signos claros de agotamienjto. De lo contrario, ¿cómo explicar que cuanto más gasta el gobierno en amortiguadores y demás programas sociales, tanto más crece la pobreza?

Nadie duda de las potencialidades de América Latina para asegurar el crecimiento económico y una mejor calidad de vida. Reducir la pobreza no es sólo un imperativo moral. Es sobretodo una necesidad económica. Sacar de la pobreza a los millones de latinoamericanos que hoy viven en condiciones precarias, significa incrementar el consumo. En consecuencia, la producción y el empleo, la riqueza y, en última instancia, el bienestar social. Para ello, sin embargo, se necesitan políticas económicas y sociales integradas y coordinadas que permitan un gasto público productivo.

Los gobiernos han hecho y hacen esfuerzos para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y para permitir  permeabilidad  en la escala social.  Y han puesto énfasis en las estrategias para reducir la pobreza. Sin embargo, hasta ahora, han sido insuficientes o, en el peor de los casos,  mal coordinadas.

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