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sergio marentes
Photo Credits: Juan Ruitiña ©

Los tristes y los limpios

La noticia dice que, al hombre de la fotografía, una especie de roca con ojos, un animal viejísimo que sabe fumar, se le conoce como El hombre más sucio del mundo. Se trata de un viejo iraní y cuenta que luego de vivir diferentes decepciones, además de numerosos problemas emocionales en su juventud, decidió alejarse de todo lo que tenía y buscar el desierto. Que, desde entonces, hace ya más de seis décadas, el agua no sabe lo que es tocar su piel. Que no tiene más posesiones que su pipa, en donde fuma heces secas de animales, un casco para arroparse del frío en las ideas y todo aquello que le caiga encima y permanezca allí por más de un parpadeo. Que se alimenta de carne podrida de animales muertos. Que su favorita es la de puercoespín. Que come piel de armadillo. Que toma cinco litros de agua diaria. Que intenta no cortarse el pelo sino quemarlo usando la misma fogata que lo calienta en las noches. Que duerme cuando quiere y donde puede, mientras pueda hacer un hueco en la arena y entrar en él. Dice muchas más cosas de las que dice, como la buena literatura, pero dice mucho menos de lo que dice, como el mal periodismo. La noticia no va más allá de la información, y por eso hay que leerla con una alta dosis de imaginación. No cualquiera es capaz de crear en su cabeza a un hombre tan sucio como el dinero, mucho menos si este está en un periódico y no en un libro de cuentos.

Luego de digerir un poco lo de este maestro de la vida, investigué sobre la figura de El hombre más sucio del mundo y, contra cualquier pronóstico y todos mis prejuicios, llegué a la misma conclusión a la que él mismo llegó, y por la que, tal vez, tomó la decisión más importante de su vida: el hombre más feliz del mundo es el hombre que menos cosas tiene del mundo. Decidí entonces que quiero ser feliz con lo que no tengo. Quiero ser feliz con los libros que no he leído, con los que no he escrito, con lo que no soy ni seré. Ya lo había decidido cuando aprendí a leer, pero no lo sabía hasta hoy.


Photo Credits: Juan Ruitiña ©

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