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Los territorios indios (Parte II)

Los territorios indios (Parte I)


Interzone … where the law has been suspended

Aparcamos. En esta temporada del año no hay muchos visitantes en Sparrowhawk. Leo Primitive Area. Lo primitivo es un leitmotif en mi vida en poesía y lo vuelvo a encontrar aquí. Subo con mi cantimplora. El almuerzo en Iguana Café ha estado demasiado light para mi gusto. Siento que me falta grasa. Un wrap con verduritas y algo de jamón no es precisamente grasa.  Lo bueno es que conocí a algunos amigos de Justin como el artista local Murv Jacob, los músicos James y Sarah, también estudiantes de la Universidad Northeastern. Me compré una camiseta de la iguana. Estas criaturas tienen algo que me llama la atención. Pueden cambiar de piel como yo.

Sparrowhawk ubicado en el Noroeste de Oklahoma y en las faldas de las Ozarks es famoso por sus impresionantes vistas del río Illinois y porque los jóvenes se divierten con sus canoas. La policía en el verano vigila de cerca las acciones de los jóvenes. Se prohíbe beber alcohol, pero lo hacen de distintas maneras como inyectando la bebida macerada con grass y cerezas dentro de sandías y otras frutas tropicales. 

Mientras subíamos por el sendero escuchábamos disparos de cazadores. Justin comentó: “Espero que no nos peguen un tiro pensando que somos venados”. Me sonreí y le contesté que si eso sucedía Tahlaquah adquiriría un nuevo significado: “two are gone”. Caminamos hasta llegar al mirador favorito de mi guía donde se aprecia mejor la magnificencia del río Illinois que corre con fuerza abajo.

No tenía ningún tipo de instrumental para hacer senderismo, era una costumbre mía, incluso mis zapatos eran de suela lisa así que tuve que bajar con mucho esfuerzo y cuidado tomándome con firmeza de árboles y ramas. Finalmente el esfuerzo tuvo su recompensa. La vista era única y transportadora. El cielo era amplio. Uno puede sentirse realmente en la frontera, en otro mundo. Nos tomamos los respectivos selfies y dimos la vuelta. Nos manejamos entre los árboles mejor que Curious George, caminamos de regreso pisando las hojas secas. Ya no se escuchaban disparos. Ahora era el bosque mismo que nos hablaba. En el regreso la conversación tomó ribetes un poco extraños. Como curiosidad puedo añadir que antes de llegar al mirador del río Illinois imaginé una forma extraña de naturaleza antropomórfica con grandes garras agazapada detrás de unos árboles, un ser arcano y primordial, una criatura prediluviana que al momento en que uno osara acercarse, como en las películas de terror, te saltaría encima.

Justin: El río Illinois llega hasta Arkansas pero allí pierde su belleza.

Yo: Tahlaquah tiene algo que atrae gente extraña me contaste. 

Justin: Hay algo mágico y oscuro con este lugar.

Yo: Murv dice que Tahlaquah es como un imán energético que atrae a personas que pueden reconocer esa energía. 

Justin: Cuando escribí mi tesis de maestría sobre la música de esta región del mundo tomé prestado un término de Burroughs: Interzone. Tahlaquah es una especie de Interzone donde los cuatro ejes que constituyen América (East West South North) confluyen. Por eso los hippies de los sesenta migraron hasta aquí. Efectivamente es un lugar extraño. Incluso hay una secta, Sparrow Hawk Village, que vive en una de las montañas. Una vez levantaron una cruz pintada de negro, visible desde la carretera. La edificación provocó airadas reacciones de los habitantes del pueblo. Pensaban que se trataba de un culto satánico. Antes de que te vayas tienes que conocerla. 

Yo: De chico leía muchas historias de ocultismo, creía en las civilizaciones antidiluvianas, en la geometría no euclidiana y en la teosofía de Madame Blavatsky, la autora de Isis develada. También había leído que antes mucho antes ocurrió algo masivo en Norteamérica de trascendencia espiritual, es más o menos lo que creen los indígenas de aquí. Hay fuerzas enfrentadas.

Justin: Mi madre que se mudó de California hacia aquí buscaba esas cosas, digamos, espirituales, una utopía, un ideal. Pero fue mi abuelo, un aprendiz de arqueólogo, que venía cargado de ese tipo de saber. Él era escocés. Creía en cosas raras.

Yo: Siempre imaginé que después del juicio de Salem, ciertas personas huyeron y se establecieron en esta parte del mundo o en California por alguna razón desconocida.

Justin: Hay algo sobrenatural aquí. Un lado oscuro. Los cherokees lo consideran un centro energético, a la vez lo ven como un agujero negro que va a devorar tu alma, y que te puede enloquecer hasta hacerte desaparecer. Ellos cuentan una historia, descreen del psicoanálisis. En esa historia una mujer vive en el bosque, una lady, tú caminas por cierto claro a una hora cualquiera y allí ella te da alcance y te devora. Nunca nadie sabrá nada de ti. El bosque tiene mucha hambre.

Encendí un cigarillo. Por fin llegamos al estacionamiento del Primitive Trail. Durante toda la conversación podía ver cómo la imagen de mi auto se hacía más y más grande entre ramas y árboles de todos los tamaños. Efectivamente los disparos de los cazadores habían cesado. Posiblemente habían cazado suficientes venados, patos o ardillas. Y ya estaban de regreso a casa. Justin me dijo que íbamos a explorar un lugar llamado Devil’s Bath donde uno se puede sumergir y desaparecer por un buen rato debido a su curiosa profundidad. Allí una vez de niño mi guía se encontró con restos de animales sacrificados como tortugas y ardillas. Probablemente era producto de algunos juegos sádicos de naturaleza infantil o incluso se trataba de prácticas de algún culto o secta, gente extraña al fin y al cabo. Siento que este lugar puede sacar lo mejor y lo peor de uno es eso lo que los indígenas denominan el agujero negro y el centro de energía espiritual. El White y Black Lodge de Twin Peaks. Hay diferentes formas en las que se puede regresar del desierto o del bosque si es que se logra regresar del todo. No hay duda que se deja algo de uno en el viaje a lo desconocido. Sin embargo hay algunos que prefieren perderse para siempre en estos lugares. Encendí el motor y volvimos a la ciudad para tomar algo en Iguana Café. De allí a Devil’s Bath. Pensaba que éramos como el oso y el conejo de las historias indígenas. Pero esta vez el conejo asustaba al oso un poco.

Salimos de la casa de David Castro, hermano de Justin, en Tulsa promediando las once de la mañana. Era una mañana soleada. Me gustan las mañanas soleadas de diciembre. Justin se vino conmigo. 72.4 millas o una hora y cuarto de camino es la distancia entre Tulsa y Tahlequah, asentamiento situado en el corazón de la nación cherokee, en las estribaciones de la cadena montañosa conocida como Ozarks. Justin natural de California como varios que se asentaron en esta parte de los Estados Unidos considera Tahlequah su hogar. El camino, es decir, la carretera reflejaba por momentos el trabajo del hombre americano por transformar el paisaje y asegurarse que el estado sobreviviera a cualquier desastre natural, luego se cedía lugar a la geografía salvaje y aparecían más curvas y colinas. Pasamos de la I-224 E a la US 412 E y de allí continuamos por la OK 82 S hasta la ciudad que significa “Two is enough”. Unas quince millas antes bajamos la velocidad justo en la entrada de Hulbert, pueblo conocido por su odio a los forasteros. Su mejor manera de demostrarlo es esperar a que los conductores cometan cualquier error al volante. Justamente, el cruiser policíaco estaba listo, esperando medio oculto al lado del Starbucks. Como el pueblo de Hulbert compuesto de una gasolinera y un café no ofrece literalmente nada interesante a los visitantes, estos lo evitan manejando a través de él lo más rápido posible. A Tehlaquah nosotros le pusimos un nombre de broma “Whatever” y nos reímos. Al llegar al centro decidimos parar en Iguana Café para almorzar algo. Allí Justin me presentó a sus amigos de infancia, músicos y estudiantes de Northeastern State University. Justin es un gran músico, guitarrista y compositor, pero él me señala, como los que saben, que ellos sus amigos que prefirieron permanecer en las faldas de las Ozarks son mucho más talentosos que él con los instrumentos. Pude comprobarlo la noche víspera del año nuevo 2015 cuando tuvimos una fiesta en casa de uno de ellos, Annie. De pronto hizo su aparición el artista local Murv Jacob con un café en la mano. Era un hombre grande de unos sesenta años con una sonrisa peculiar, ojos profundos y una gorra de los Red Sox de Boston, mi equipo de béisbol, por cierto. Sus trabajos cubren las paredes del Iguana Café, recrean la mitología de la nación cherokee: rituales de fuego, liebres, cuervos, osos negros y animales de todo tipo. La galería de Jacob Murv se ubica junto al café y allí afuera él mismo pintó un mural que celebra la historia del pueblo donde la liebre y el oso negro se dan la mano. La leyenda dice “Two Is Enough” o “Whatever” como nos gusta decir a Justin y a mí. Aprovechamos para caminar hasta el alma mater de Justin, el campus de Northeastern State. Destaca la arquitectura de ladrillo del edificio principal de la universidad y Centennial Plaza donde se han grabado los nombres de los siete clanes en inglés y en el silabario Cherokee. Leo:

a ni gi lo hi (Long Hair), 

a ni sa ho ni (Blue), 

a ni wa ya (Wolf), 

a ni go te ge wi (Wild Potato), 

a ni a wi (Deer), 

a ni tsi s qua (Bird), 

a ni wo di (Paint)

En la Plaza también se encuentra la estatua de uno de los héroes míticos de la nación cherokee, me refiero a Sequoyah (1770–1840), creador del silabario que permitió a los indígenas escribir y leer en su propio idioma. El éxito fue tan grande que incluso el porcentaje de alfabetismo era mucho más elevado dentro de las poblaciones cherokees que entre las poblaciones caucásicas. Justin agrega otros detalles que dan una idea más compleja de los pueblos indígenas norteamericanos como el comportamiento de la nación cherokee durante el infausto evento conocido como Trail of Tears. El presidente Andrew Jackson pasó el Indian Removal Act en 1830 lo que obligaba a la migración de las naciones indígenas que se consideraban incapaces de asimilarse a los valores culturales del país de las barras y las estrellas. Las naciones indígenas fueron evacuadas hacia los Territorios Indios, lo que luego se llamaría Oklahoma. Los cherokees buscaron impedir su traslado alegando su grado de civilización frente a las demás naciones indígenas que consideraban bárbaras, poco civilizadas por carecer de sistema de escritura. Al final las negociaciones fracasaron y fueron obligados a migrar como el resto. Hay una idea sobre lo indígena que ha sido difundida por los movimientos New Age desde los sesenta que contrasta con la historia de los mismos indígenas. Por ejemplo, en los Territorios Indios había esclavos afroamericanos y existía la pena de muerte. Además se produjo una guerra civil entre los clanes cherokees que junto con el apoyo de algunos clanes a las confederados durante la Guerra Civil que enfrentó a la Unión de Lincoln y a la Confederación de Davis sirvieron de excusa para que el gobierno federal vencedor continuara castigando a las naciones indígenas. Así se rompieron más tratados y se abrió Oklahoma a la migración caucásica. Antes de subirnos al auto para hacer un poco de senderismo le toqué la ventana a Murv Jacob y le hice unas muecas. Murv estaba trabajando en una nueva obra con su cafecito al lado. Me sonrió. Seguro pensará que soy un tanto excéntrico. Creo que lo soy. 

Una de las cosas que más me llamó la atención de la decoración de las casas en las que me quedé a dormir fue un mural lleno de fotografias de amigos y familia que cubría por lo menos veinte años de historia común. Era gracioso. Como una novela cada día iba conociendo a los distintos personajes del mural. Varios de ellos habían cambiado muy poco. Seguían siendo músicos y aventureros, buscadores, almas errantes que habían encontrado en este rincón del mundo un espacio: su Interzone. Justin afirma que el muro de fotos está asociado a la pertenencia a los clanes escoceses, no sólo hay clanes cherokees en Tahlequah por lo visto. La mayoría de las casas donde dormí fueron construidas por familiares o los mismos individuos que la habitaban. Un elemento a destacar de la herencia escocesa, me indica Justin, es el talento natural para el trabajo con la madera y la construcción de viviendas, las mismas que en lugares más sofisticados de los Estados Unidos serían calificadas como Eco-Friendly Houses. Aquí a eso no le daban mayor importancia. Simplemente se trata de otra manera de vivir, de entender la vida. Además los hippies aquí paran armados lo que los distingue sin duda de sus pares californianos y de otros lugares. 

La noche de víspera de año nuevo había fiesta en la casa de Annie. Al DJ le decía que amaba la música americana, que había crecido con ella y él de lo más contento me ponía canciones de todo tipo que identificaba con facilidad. Bebimos mucho, demasiado. Reventamos cohetes de forma increíble como no lo hacía desde niño. Se incendió el grass y cuando el fuego empezó a crecer lo apagamos rápidamente con arena y mantas. Se tocó música de Ryan Adams, sonaba Bob Dylan con su Like a Rolling Stone, probé un delicioso chili. Me encanta el chili, es una de mis comidas favoritas de los Estados Unidos. Por momentos me retiraba a apreciar la inmensidad del cielo y sus estrellas que en esta parte del país se pueden observar con mucha claridad, me gusta verme en las Pleyades y en Lira. Amanecimos finalmente en la casa del padre de Sarah y Annie. Así me encontré con un par de conocidos: Sakiamuni Buda, el guardián de los exteriores de la casa, y con Madame Blavatsky. El padre de Sarah era un hippie armado creyente en el esoterismo. ¿Madame Blavatsky y su teosofía que llevó hasta la misma península indostánica en los Territorios Indios? No me era de extrañar en lo absoluto. Justin tenía razón, Tahlaquah atrae a gente extraña. Se anunciaba una tormenta de regulares proporciones para el dos de enero. Ya era hora de regresar a casa. No quería retrasarme más días ni quedar atrapado en las montañas, me encanta mi libertad. Decidí ser proactivo con la amenaza de la tormenta. Cinco horas y media me separaban de Jonesboro AR, muchas colinas, montañas, lluvia, la carretera mojada y resbalosa. La visita a Tahlaquah había valido la pena. El Interzone era real. Lo sentí en esas horas de la mañana del primer día del 2015 cuando me ubiqué entre la escultura de Buda y la camioneta Dodge abandonada. Allí escuchaba cómo el ladrido de los perros se perdía en la profundidad del bosque. Me imaginé a esa dama cherokee, de la que me había hablado Justin durante el paseo por Sparrowhawk, esperando por alguien en ese lugar. Abrí los ojos. Había sobrevivido al Rum Cake que el tío texano de Sarah mandaba como regalo de fiesta todos los años. Sabía más a Rum que a Cake. Prendí el motor, encendí la radio, sonaba Spandau Ballet. Se me vino a la cabeza una frase de Madame Blavatsky:

“Everything in the Universe, throughout all its kingdoms, is conscious … endowed with a consciousness of its own kind and on its own plane of perception”. Me acomodé la fedora de los Saints de New Orleans y escribí “Whatever” en mi cabeza. Estaba listo para volver a casa.  

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