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Los sistemas cerrados

Un sistema social está conformado por un conjunto de unidades que interactúan entre sí. Las relaciones con el grupo se dan a través de subsistemas, el intercambio de energía e información se lleva a cabo de manera abierta o cerrada. El sistema se define en base a sus problemas para relacionarse, su estructura, la interdependencia, la capacidad de conciencia, la sensibilidad y los símbolos a través de los comunica con el mundo externo e interno.

El sistema cerrado niega el principio de equifinalidad, es decir las condiciones para interactuar de manera independiente. En los sistemas cerrados, solo hay un modo de llegar a un resultado, las reglas son estrictas y derivan de una jerarquía. Un ejemplo de sistema cerrado se observa en las religiones, los sistemas escolares y la milicia. Las religiones forman parte de las culturas de los países, debido a la necesidad de explicaciones de algunos fenómenos naturales. Nuestros ancestros adoraban al sol, la luna, ahí está el testimonio, en las pirámides y en los centros ceremoniales. Cuando llegaron los españoles con la religión católica construyeron templos en el mismo lugar para cambiarles sus creencias. Las explicaciones que escuchamos desde niños se comparten en el inconsciente colectivo, se convierten en creencias y se vuelven parte de las reglas del grupo al que cada uno pertenece. Como dijo atinadamente Albert Einstein “es más fácil romper un átomo que una creencia”.

Un sistema cerrado como el de las religiones respeta y da valor a lo que está escrito en sus libros sagrados: el Kanjur, Mahavansa, Bhagavad-Gita, el Corán, la Biblia, el antiguo y nuevo testamento, entre otros. La religión como sistema cerrado tiene vedados varios temas referentes a la sexualidad como el aborto, el matrimonio homosexual, los anticonceptivos y los preservativos. A partir del internet y las redes sociales, cualquiera con un dispositivo opina y se convierte en una influencia para el sistema abierto a las críticas.

Recuerdo que cuando niña no podíamos hacer preguntas sobre la biblia o el catecismo, todo era dogma de fe, no entendíamos qué significaba: “no desearás a la mujer de tu prójimo”, muchos años pasaron anter de entender que se referían a una relación extramarital. Es tanta la influencia de la religión que, en nuestra moral colectiva, compartimos la culpa y el peso del pecado original de Adán y Eva por haberse comido la manzana prohibida. Una creencia que a los jóvenes hoy en día les parece absurda.

Los sistemas cerrados al no adecuarse a los tiempos, se destruyen a sí mismos y es lo que pareciera que le está sucediendo a la iglesia católica. Hace unos años, los medios de comunicación rompieron la conspiración del silencio y así nos enteramos de las demandas millonarias que se han hecho en contra de sacerdotes que han abusado sexualmente de niños, varones en su mayoría, incluso algunos con discapacidad. Al Papa Francisco le ha tocado enfrentar el escándalo y las demandas que acusan de pederastia a los sacerdotes en muchos países del mundo. Hace unos días, el Papa, convocó a muchos clérigos. Casi 200 líderes de la Iglesia católica romana acudieron al Vaticano, hablaron cuatro días sobre responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia para abordar la crisis de abuso sexual infantil y la homosexualidad. La regla del celibato ha hecho que la represión como mecanismo de defensa inconsciente se salga de control: “aquello a lo que te resistes persiste”. Los instintos sexuales, esencia básica del ser humano, cuando son reprimidos salen como un volcán en erupción. Dice la sabiduría popular, la hormona mata la neurona. Los sistemas cerrados tienen que entrar en caos para que exista un cambio, o se destruyen y forman otros subsistemas. Lo más sano sería que se adaptaran a los tiempos de inclusión y modernización y se lograra una religión más democrática. Finalmente “Construyamos un templo tan grande en el que todos adoren a su propio Dios”.

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