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Los olvidados

El mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio, hace 25 años, los zapatistas dijeron «¡Basta!» al pueblo de México. Con la cara cubierta por un pasamontañas, el entonces llamado subcomandante Marcos, su vocero, terminó de leer, en la plaza de San Cristóbal, la Declaración de la Selva Lacandona con las siguientes palabras: «Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático».

El subcomandante Moisés, vocero en la celebración del aniversario en La Realidad, Chiapas, declaró ante 5 mil insurgentes zapatistas, los eternos olvidados que bajaron desde las montañas de sus localidades, con su paliacate rojo y su pasamontañas negro: «Se los digo claro, compañeras y compañeros bases de apoyo, compañeros y compañeras milicianos y milicianas: así lo vemos, estamos solos, como hace 25 años… Estamos diciéndoles lo que vimos hace 25 años: como que no nos miran, como que no nos escuchan… Se los repetimos, compañeros y compañeras: vemos que estamos solos». Dado el timbre de su voz y la contundencia con la que decía su discurso, era evidente su enojo, su indignación, pero sobre todo, su hartazgo. Los zapatistas llevan 25 años diciéndonos lo mismo: «Aquí estamos. Mírennos. Seguimos en las mismas. Continuamos en la miseria y en el olvido de hace siglos».

En este discurso llama la atención el tono de las críticas que el subcomandante Moisés le hace al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Según el zapatista, los proyectos del mandatario nada más «pretenden destruir al país y a los pueblos originarios» a través de consultas ciudadanas y pidiendo permiso a la Madre Tierra. Igualmente descalificó con dureza la construcción del Tren Maya (proyecto por el que no se les consultó en absoluto), la siembra de un millón de árboles y la Guardia Nacional que, para él, es lo mismo que el Ejército. Conforme avanzaba en la lectura de su discurso, iba aumentando el tono del subcomandante Moisés, quien llamó a AMLO «mañoso» y «tramposo». Tal vez en lo que se sienten los zapatistas más ofendidos es respecto a lo que ellos consideran, en sus usos y costumbres, una humillación: «O pidiéndole permiso a la Madre Tierra. No le creemos. Sólo porque la Madre Tierra no habla, sino le dijera ‘chinga tu madre, vete a la chingada’«. Una pregunta que hacía el vocero de los zapatistas constantemente era: «¿Le tenemos miedo, compañeros?». En una sola voz, se escuchaba el «no». Es cierto, los zapatistas no son miedosos, no le tuvieron miedo a Salinas de Gortari, ni a Zedillo, y mucho menos a Peña Nieto.

Al otro día de esta celebración, López Obrador insistió en decir, en su conferencia matutina, que respetaba los planes de los zapatistas, que no habría represión, ni censura: «Puede haber diferencias, pero eso no significa que se vaya a caer en una confrontación o en algún pleito. Tenemos un adversario que queremos vencer, que vamos a enfrentar todos los días, ese adversario es la crisis de México. Aunque quieran confrontarnos no habrá respuesta». Ante la pregunta de una reportera sobre si no le preocupaba el levantamiento de ese grupo armado, López Obrador recurrió a una de sus expresiones muy personales y para muchos incomprensibles. «No, no me van a cucar (provocar o asustar). Nadie me va a cucar». Y ante la insistencia de que se trataba de un grupo dispuesto a todo, agregó: «no pasa nada».

¿No pasa nada?, nos preguntamos inquietos. Sí, no pasa nada, hasta que pasa… En relación a esta expresión, no puedo dejar de evocar, por el fondo de estas tres palabras, lo que dijo Salinas en su último informe respecto a los perredistas: «ni los veo, ni los oigo».

He allí otra piedrita (piedrota) más en el zapato del Presidente porque, como dijera el subcomandante Moisés, el EZLN no le tiene miedo al nuevo gobierno.

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