Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
esteban ierardo
Photo by: Nams82 ©

Los dos belgas

El pasado de un país puede mostrar personalidades históricas muy diferentes. En el caso de Bélgica, dos belgas ejemplificaban una absoluta diferencia moral: el primero fue declarado como “el belga más grande de todos los tiempos” por la Televisión Abierta Flamenca porque cuidó de leprosos en una pequeña isla en Hawái; el segundo belga organizó un régimen colonial en el Congo denunciado por su explotación feroz de los nativos, que por cualquier infracción eran castigados con el corte de una de sus manos.    

Lepra en la isla 

El primero de los belgas llegó un día de 1873 al puerto de Honolulú, en Hawái. En la isla pululaban enfermedades propagadas por comerciantes llegados de Europa y Estados Unidos, y también por los inmigrantes chinos que trabajaban en las plantaciones. La lepra castigaba con lesiones cutáneas, debilidad muscular, entumecía manos, brazos, pies, piernas. Muchos afectados fueron enviados a la aldea de Kaulapada, en la isla Molokai. Lugar de obligado exilio para, en un principio, más de 1200 personas entre hombres, mujeres y niños.

Al llegar a la colonia de leprosos, el primer belga respiró profundo. Fuera o no Dios quien le encomendó una misión; fuera que Dios exista o no para encomendar una misión, el hecho es que abrió sus brazos para proteger a los desprotegidos, que eran seiscientos en el momento de su llegada.

El gobierno de Hawái no cuidaba lo suficiente de la colonia. Esto encrespó los ánimos, sembró la discordia, provocó la lucha por los escasos recursos. Pero el primer belga los estimuló para volver a trabajar las granjas, pintar las casas, y convertir a alguna de ellas en escuelas.

En algunos años, la vida en la isla mejoró. La obra del sacerdote llegado de Bélgica empezó a difundirse. El rey de Hawái, David Kalakaua, lo homenajeó con el honor de Caballero Comandante de la Real Orden de Kalākaua I. La princesa Lydia Lili’uokalani, que luego sería la última monarca del Reino, visitó la colonia para entregarle la condecoración. La emoción le impidió leer un discurso. Entonces, la magnánima labor del primer belga tuvo resonancia internacional. Llegaron alimentos, medicinas, dinero, ropas. Edward Clifford, artista inglés, también devoto y muy preocupado por los métodos de curación de la lepra, lo visitó e hizo su retrato.

El anuncio de su día final lo tuvo cuando puso su pie en el agua caliente para un baño. No sintió calor. Supo entonces que la lepra le avisaba que no lo perdonaría. No dijo nada. Aumentó su trabajo. No desperdició tiempo. Construyó más casas. Ordenó el futuro de la colonia. Cinco años le tomó al bacilo de la lepra detenerlo. El primer belga ya no volvió a ver este mundo en 1899. Se llamaba Jozef de Veuster, también conocido como Damián de Molokai, o el Padre Damián. Cuatro décadas después volvió a Bélgica. Yace hoy en la Iglesia de la Congregación en Lovaina.

En 1959, Hawái se convirtió en el estado 50 de Estados Unidos. Entonces se les propuso a los hawaianos que eligieran una personalidad para que los representara con un busto en el Capitolio en Washington. Eligieron al Padre Damián.

Los sin manos en el Congo 

Y el segundo belga, en 1885 fundó el Estado Libre del Congo. Antes había enviado al explorador y aventurero estadounidense Henry Morton Stanley a explorar el país, al tiempo que anunciaba ayudas e iniciativas humanitarias en la región. Luego, el mentado Estado Libre se convertiría de hecho en una colonia, tras el famoso reparto de África en la Conferencia de Berlín. El Reino de Bélgica resignaba todo dominio del nuevo Estado, y lo reconocía como “propiedad privada” del segundo belga que insistía en que mejoraría la vida de los congoleños al acercarles la civilización moderna. También manifestó preocupación por el comercio de esclavos, por lo que fundaría “una asociación internacional para dar punto final a este tráfico odioso que es una desgracia para la edad en la que vivimos”.

Pero muchas veces, la palabra oculta una acción contraria. Entonces, el segundo belga envío un ejército de 16 000 europeos para asegurarse de que su Estado se convirtiera en un campo de trabajo esclavo. Necesitaba esclavos para la explotación de los recursos naturales del Congo: diamantes, marfil, caucho (1); este último también era explotado en la selva amazónica de Brasil, y en el sudeste asiático.

En 1887, John Dunlop inventó los neumáticos de caucho. La industria automovilística y de bicicletas creó un mercado que demandaba crecientes cantidades de caucho. El segundo belga exigió entonces que los desdichados congoleños entregasen altas cuotas del oro verde. Quien se resistía, o no cumplía con su cuota, se le amputaba una mano. Los funcionarios del Estado Libre ganaban más según aumentaran las cantidades de caucho por la mayor presión sobre los nativos.

Luego de que decayó la industria del caucho, el empeño extractivo se concentró en la explotación minera a través de la creación de la Compañía de Katanga, en 1891. Para entonces, el segundo belga era ya multimillonario. Aun se discute el número real de los muertos por la explotación colonial. Es probable que entre 1885 a 1908, la población se redujera a la mitad entre castigos por chicote o látigo, hambre, extenuación, y la inexistencia de atención sanitaria ante enfermedades pandémicas como la enfermedad del sueño (transmitida por las moscas llamadas tse-tsé), la viruela, la gripe porcina o la disentería.

El periodista británico Edmund Dene Morel fue uno de los primeros en informar al mundo del exterminio del pueblo congoleño. Recogió pruebas y testimonios. Las quejas surgieron también de personalidades relevantes como Arthur Conan Doyle, o Joseph Conrad, cuya novela El corazón de las tinieblas justamente se inspiró en su viaje por el Congo devastado por la violencia colonial. Luego de la muerte de la Reina Victoria, prima del segundo belga, la Cámara de los Comunes del parlamento de Gran Bretaña encargó a Roger Casement (2), nombrado cónsul británico en el Congo, que investigara las denuncias. Así produjo el informe Casement que tuvo un impacto mundial.

El segundo belga quedó expuesto, organizó su propia comisión investigadora que negó todos los abusos y exaltó su “obra civilizadora”. No fue suficiente. La oscuridad no podía ser tapada con unas cuantas palabras. Presionado en 1906, el segundo belga transfirió el Estado Libre del Congo al Reino de Bélgica. Tres años después, en Bruselas, murió de una hemorragia cerebral con el nombre de Leopoldo II, su Majestad rey de los belgas, nombrado así en 1865.  

A la hora del recuerdo 

La obra de Damián de Molokai suscitó la atención de Tolstoi que refiere sus logros en El reino de dios está entre vosotros. Gandhi declaró que el Padre Damián había inspirado sus campañas sociales en la India. Tuvo también sus detractores, como el reverendo presbiteriano Mr. Hyde que le lanzó diversas acusaciones como la de ser indisciplinado y la de atraerle las mujeres, entre otras. El gran escocés Robert Louis Stevenson visitó la colonia en Molokai poco después de la muerte del Padre Damián. Escribió entonces una célebre carta abierta para defender la obra del sacerdote belga atacado acaso por una secreta envidia a su reconocimiento, que continuó cuando la Iglesia católica lo beatificó en 1995; y, en 2009, el santo apóstol de los leprosos fue canonizado por el papa Benedicto XVIII, quien exaltó al Padre Damián por elegir una buena batalla, no las batallas que “llevan a la división, sino las que unen.”  

Una biógrafa del rey Leopoldo II trató de liberar al rey belga de la responsabilidad por los abusos. Pretextó que su ambición y no un espíritu criminal fue lo que levantó una estructura que se aprovechó de la mano de obra esclavizada de los congoleños. En Bélgica, fue llamado el rey constructor; impulsó el desarrollo urbanístico de Bruselas, ciudad en la que se realizó la Exposición Universal de 1897. Pero hoy, al menos fuera de Bélgica, su nombre solo es recordado por la muerte y el sufrimiento en la selva congoleña. En 1960, el Congo colonial se independizó y se convirtió en la República Democrática del Congo, pero no logró escapar de la tragedia. Durante 15 años, el Congo padeció la dictadura de Mobutu Sese Seko, modelo de autoritarismo y corrupción, cuya caída dio lugar luego a una guerra civil.    

El que imagina, y el que no 

Hoy, donde estuvo la colonia de leprosos existe el Parque histórico nacional Kalaupapa, entre escarpados acantilados, y las costas en las que las olas resuenan, sin fin, entre agua, sal y océano. Allí, el recuerdo de Damián de Molokai es inevitable. Algunos podrían sospechar que tal vez el Padre Damián gozó, íntimamente, con su fama y reconocimiento, y con la convicción de que su nombre no se desvanecería entre el viento. Pero esa es solo una sospecha maliciosa, que se desvanece cuando se observa una famosa fotografía de su rostro leproso y desfigurado en el final de su obra. Lo decisivo es que estuvo cerca de quienes padecieron la enfermedad que impone el ocultamiento y la distancia.

No es lo que se dice, sino el modo cómo se actúa lo que define la calidad moral de alguien, cuando su acción modifica positivamente su entorno humano. El actuar del Padre Damián, no sus palabras, compuso una ética del cuidado que impidió que muchas personas desventuradas se hundieran en un ocaso de soledad y desamparo completos.

Y en momentos de abatimiento, entre las estrellas y las rocas, el primer belga habrá imaginado cómo hubieran sido las vidas de las almas en la isla sin la maldición de la lepra. Pero el segundo belga, seguramente, nunca habrá intentado imaginar el momento en el que una filosa hacha separa una mano de su cuerpo.


Citas

  1. El modelo de explotación colonial del caucho en el Congo no fue único, fue imitado en el Congo francés, el Camerún alemán, y la Angola portuguesa.
  2. Roger Casement fue un diplomático irlandés que actuó por la independencia de Irlanda. Se hizo mundialmente conocido por su informe en el que denunciaba los abusos en el Congo bajo el gobierno colonial de Leopoldo II. En 1916 fue acusado de traición, de conspirar a favor de los irlandeses en contra del Reino Unido y fue condenado a muerte. Mario Vargas Llosa se inspiró en su vida para escribir la novela El sueño del celta (2010).

Photo by: Nams82 ©

Hey you,
¿nos brindas un café?