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Mitla oaxaca mexico
Photo Credits: Arian Zwegers ©

Los canteros de Mitla

¿Quiénes fueron los canteros de Mitla? ¿Cómo vivieron? ¿Los obligó la sumisión a su quehacer? ¿Los guió la devoción? ¿El arrebato místico de su cosmovisión? ¿El amor a la belleza?¿Se expresaron personalmente a través de la cantería? ¿Sintieron placer al elaborar sus obras de arte?

Mitla, Oaxaca, es una antigua ciudad zapoteca (poblada a partir de 100 d.C.), cuyo auge sucedió durante el período posclásico de las culturas mesoamericanas (700 -1521 d.C.). Después del abandono de la ciudad de Monte Albán (800 d.C.), Mitla se destacó como el centro cultural y político zapoteca antes de ser dominada por los mexicas del altiplano, que establecieron allí una guarnición militar (1450 d.C.).

Esto lo había aprendido en la Casa de las Culturas de Oaxaca, el día anterior a mi visita a Mitla. Pero una cosa es aprender en un museo y otra estar en el sitio donde un pueblo vivió y su cultura floreció.

El sol inclemente abrasaba la tierra caliza, apenas cubierta por algunos cactus, magueyes, nopales y encinos, cuando nos acercamos a la zona arqueológica de Mitla. Bajo la tenue sombra de un guaje, observamos los muros externos del palacio principal. Sobre una base construida con piedra y mortero se levantaban, a manera de pared, tres niveles de tableros encajados dentro de marcos de piedra perfectamente tallada y encajada sin argamasa. Cada tablero se adornaba con diseños geométricos elaborados con grecas, es decir, con pequeñas lajas labradas y engarzadas de tal forma que formaban patrones geométricos precisos.

Mientras caminábamos alrededor del palacio, bordeándolo hasta llegar al patio principal frente a su entrada, intenté distinguir los distintos patrones geométricos de los tableros. Nuestro guía nos había dicho que eran dieciocho. Yo identifiqué once. Intenté interpretarlos a mi manera, dadas mis referencias personales, sin consultar antropólogos ni arqueólogos con criterio científico. Vi diamantes, espirales, cruces, jaguares en hilera, olas del mar, corrientes de ríos, filas de montañas, lenguas de fuego, ventiscas y, por influencia del poeta Octavio Paz, laberintos de la soledad y plazas de la comunión.

Continué interpretando la cantería geométrica al observar los impactantes muros rojos y rectangulares y la fachada del palacio desde el patio exterior. Lo hice también al subir los nueve escalones altos hasta el atrio, atravesar uno de los tres pórticos en forma de paralelogramo y cruzar el patio de seis columnas monolíticas y cilíndricas para ingresar al patio interior del palacio.

En este patio y en el interior de los cuatro recintos que lo rodeaban, observé de cerca no sólo los diseños geométricos de los tableros en paredes y dinteles, sino también la perfección de cada gresca. Todas las lajas eran sólidos impecables, paralelepípedos engarzados con delicadeza artística y solidez de ingeniería arquitectónica.

En la intimidad profunda de aquel palacio, no me interesaba saber quiénes habían sido los nobles y sacerdotes que manipularon las creencias de su pueblo para gobernar, ni quiénes sus cómplices militares. Quise saber quiénes habían sido los artistas que crearon aquella belleza arquitectónica piedra por piedra, laja por laja. Quise imaginarlos cortando, tallando y puliendo piedra. Quise percibir, a través de su legado anónimo y pétreo, el vivo placer que sintieron al realizar su obra estética y humana.


Photo Credits: Arian Zwegers ©

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