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Los bultos más pesados

La culpa no es de Chávez. No es de Maduro. ¡Es nuestra! Fuimos, y somos, una sociedad presa de su idiotez. Fútiles, ofuscados por la necedad y egos agrandados, abandonamos nuestro deber, nos negamos a creer que lo bueno y lo malo que podamos ser, que obtengamos, es obra de nosotros, de cada uno de nosotros. Pero, aborregados por el hombre a caballo, por el buen salvaje, por el perfecto idiota latinoamericano, preferimos creer que la causa de nuestras desgracias se encontraba en el prójimo. Sobre todo, Estados Unidos.

Hoy por hoy, cuando en Venezuela nos ahogan las desgracias, cuando la tragedia es cotidiana; volvemos sobre nuestros errores y, como los necios, seguimos hurgando en el destino, a ver si surge otro padrecito que nos libere del dolor, que nos complazca nuestras niñerías.

Chávez y Maduro, y todos sus conmilitones, son solo los síntomas de una enfermedad purulenta que desde hace más de cien años nos consume, nos condena, nos maldice. Son ellos las consecuencias de nuestros vicios, nuestros pecados. Son los bubones de una peste que nos corrompe, que nos envilece y nos conduce al inframundo, ese que hoy nos agobia con sus castigos. Queremos la libertad pero no hacemos nada para merecerla. Queremos la gloria pero no la construimos. Zánganos, como los de la fábula de La Fontaine, esperamos que sean otros los que se afanen, los que carguen los bultos más pesados.

La ruina nos alcanzó a todos. Su mugre nos salpicó la vida. Somos hoy, un país pobre y empobrecido. Somos una sociedad depauperada espiritual y éticamente. Sin embargo, podemos enmendar, podemos asumir el control de nuestro destino, porque podemos decidir, y cuanto antes mejor, ponerle coto a la élite que por inmundicias personales o dogmas atávicos, ha hecho de este país, un estercolero, un terreno yermo, un charco maloliente, plagado de matojos babosos y moscas.

Basta de aguardar a que la élite enmiende, a que enmiende el liderazgo opositor. La crisis va más allá de nombres. Trasciende a los felones, a los ingenuos y a los necios. Emerge de lo que somos, de lo que creemos, de nuestros vicios, y no la superaremos hasta asumir con madurez los errores, las culpas. No avanzaremos hacia la sociedad que anhelamos hasta que no enfrentemos a nuestros demonios y, con coraje, construyamos un modelo eficiente que haga de Venezuela un país próspero. Es hora de trastear los bultos más pesados, de que cada uno asuma el que le corresponde.

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