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sergio marentes
Photo Credits: Ondřej Šálek ©

Lo ya dicho que no ha sido escuchado

La sabiduría del mundo está condensada en los adagios populares, en esos que millones han repetido por milenios sin terminar de comprender todo su significado e importancia o, simple y llanamente, sin escuchar lo que están diciendo. Esto porque acaba de inventarse la plantilla de creación de adagios, que es, palabra más, palabras menos, la máquina más diabólica inventada por el hombre. Se trata de un simple formulario en el que, a partir de dos o tres hechos concretos, se va creando el más adecuado que, segundos después, tras ser procesado por la inteligencia artificial, como casi todo hoy en día, resulta ensasillado en las diferentes categorías. Puede ser un adagio sin origen determinado, un refrán nacido en medio de unas gotas de licor, una sentencia declarada por algún emperador, la máxima clásica que es de todos y es de nadie, el dicho del barrio, el precepto que nos es enseñado como mantra desde niños, el proverbio proveniente de la religión más popular del mundo, o cualquiera que se nos ocurra. Es decir que, en muy poco tiempo, ya la humanidad dejará de pensar en qué responder y se concentrará en lo importante, en qué preguntar.

Dicho lo anterior, me permito renunciar al futuro de nuestra especie si las cosas se ponen de ese color. Aclaro, eso sí, porque nunca se sabe lo que el futuro pueda retroceder, que si algún temerario inventa la máquina que haga lo contrario, que invente todas las preguntas posibles del mundo, me dono a la ciencia para que me pongan en frente de una de ellas hasta que uno de los dos explote o se funda.


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