Libertad es una palabra infinita por su significado que va mucho más allá de lo explicable, que traspasa la mente y el cuerpo. A ella la llevamos, sin excepción, todos los seres vivos desde el nacimiento, y aunque en alguna circunstancia de la vida intenten robárnosla, jamás la perdemos porque nace, vive y muere en nuestra mente.
Todo intento que atente contra ella es un crimen, excepto el que aplique para castigar a aquél que ha cometido un delito. Del resto, la libertad no tiene precio, no se compra ni se negocia. Porque no hay como decidir qué queremos ser o hacer, hacia dónde queremos ir, por donde caminar, qué pensar o imaginar.
Soñar… No hay mejor cosa que hacerlo despierto con lo que se añora, luchando por alcanzar el deseo de estar, de llegar, de tener, de conseguir ese algo posible, porque si se puede soñar, se puede lograr.
Libertad es el vuelo que no tiene retorno, que llega tan alto que no se toca ni se ve, pero que se alcanza con el pensamiento, con el deseo de recordar un pasado preciado o un futuro de cuentos.
Libertad es el camino obligado, que conduce por anhelos que se consiguen con acciones simples o complejas, con los años, pero sobre todo con ganas ATREVIDAS. No con ganas pasivas porque la libertad no es tranquila, es más bien peligrosa, tanto como nos arriesguemos a hacer de ella nuestra mejor arma de combate.