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roberto ponce cordero

Lecciones de ciencias políticas en The Godfather

Considerada una de las obras clave de la historia del cine (el primer gran blockbuster moderno, el primer filme de mafia desde adentro, la consagración temprana de uno de los grandes autores cinematográficos y de todo un movimiento como el New Hollywood de los setenta del siglo XX, una película consenso que, como la música de los Beatles, básicamente no hay nadie que tenga corazón y que no encuentre grandiosa, etc.), The Godfather de Francis Ford Coppola (1972), basada en la –en sus tiempos– famosísima novela homónima de Mario Puzo (a la que supera con creces), es un artefacto cultural que, 45 años después de su estreno, es realmente imperdonable desconocer, por el lado de los estándares mínimos de noción de la historia y, por qué no decirlo también, del puro placer estético. Pero, además, esta verdadera epopeya fílmica constituye una lección ilustrada de ciencias políticas y de arquetipos de líderes políticos en la práctica que es de alto interés y, me atrevo a decir, de suma utilidad hasta nuestros días.

Así, en esta clásica película que, por supuesto, llevó a dos más, no menos clásicas (a diferencia de tantos autores, le tengo mucho cariño, y también mucho respeto, no sólo a The Godfather Part II [1974], como todo el mundo, sino incluso a The Godfather Part III [1990]), tenemos al patriarca Vito Corleone, maleante de la vieja escuela, más empresario que maleante y más interesado en crear redes familiares y clientelares y en manejarlas de acuerdo a un férreo código ético de valores más o menos tradicionales, aunque traspasados por la violencia, que en hacer dinero de manera burda y apresurada. Interpretado por Marlon Brando en un papel que le diera a este actor su segundo Oscar (premio que el actor, escandalosamente, rechazó), se trata de uno de los personajes más emblemáticos de la historia, ya sea del cine o de cualquier otro arte narrativo: incluso quien –incomprensiblemente– no haya visto The Godfather sabe cómo habla Vito Corleone, cómo suspira Vito Corleone, cómo son las mejillas hinchadas y los ojos cansados de Vito Corleone y cómo se mueve su mano, tan levemente, para decidir si alguien vive o hay que mandarlo a matar. Es la pieza fundacional de la familia.

Luego, tenemos a los tres hijos (en este universo de arquetipos del poder político del siglo XX, no tienen cabida alguna las mujeres –ni siquiera Connie [Talia Shire], la hija del patriarca–, como dolorosamente deja claro el final de The Godfather, cuando literalmente le cierran la puerta en la cara a Kay [Diane Keaton], la esposa del nuevo Padrino, en una escena que nadie que la haya visto podrá olvidar). Santino “Sonny” Corleone, eternizado por una performance de masculinidad encantadora, insaciable, irascible y latentemente lunática de James Caan, es el primogénito y el miembro de la familia que más activamente está trabajando por heredar el negocio de Vito. Para lo propio, participa de manera entusiasta… acaso demasiado entusiasta, en las actividades criminales del consorcio Corleone, sin preocuparse por darles un barniz de legalidad. Sonny es fuerte hasta decir basta pero carece de mesura y se deja guiar por sus instintos. Como todos sabemos, porque The Godfather es, al fin y al cabo, parte del ADN cultural del mundo en el que vivimos, la impulsividad, la visceralidad y esa incapacidad de analizar fríamente los intereses y a los actores en juego son, al final, su perdición. De hecho, son los atributos que lo matan.

El segundo hijo, Frederico “Fredo” Corleone, es un humano mediocre y un pusilánime que no tendría mayor relevancia para la historia si no fuera porque, tanto en las familias como en la política, los pusilánimes y los mediocres suelen tener mucha relevancia. Fredo es incapaz de “controlar” a su esposa (cosa que, en el universo de The Godfather, se espera de figuras casi exageradamente patriarcales como las de un sistema de padrinazgos como la mafia); Fredo no sabe cómo manejarse en negociaciones internas y, acaso de forma aun más grave, en negociaciones externas; Fredo es influenciable, inmaduro, celoso, bajo, inconstante, débil, cobarde; Fredo es desleal, pecado supremo en la lógica de la lealtad familiar incondicional y a rajatabla en la que todo desvío se paga con la muerte. Fredo es bastante chueco, la verdad… John Cazale, el gran actor de carácter que interpreta al personaje, personifica, en las dos primeras películas, esa chuequedad (¡ay, otro artículo algún día para buscar los elementos que redimen a esa chuequedad, que la hacen productiva en un contexto de violencia como es precisamente el de The Godfather!). Como todos sabemos, Fredo paga sus desvíos con la muerte, en efecto, y esto a manos de su propio hermano menor (bueno, el hermano menor lo manda a matar; los grandes empresarios no se ensucian nunca directamente las manos).

El hermano menor es Michael Corleone, el personaje titular (se equivocan, simplemente, quienes creen que “El Padrino” del título es Vito), interpretado por Al Pacino en un rol que no solamente definió su carrera sino que ha quedado para la historia como uno de los más brillantes tours de force del séptimo arte. En resumen, Michael es el héroe trágico que, pese a sus propios apetitos iniciales y a su talante cuasi idealista, analítico y hasta intelectual (¡él tenía tanto por delante y era tan… American! ¡Tanto patriotismo! ¡Se enroló voluntariamente para luchar contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial!), se ve inmerso, a regañadientes, en el modus vivendi del delito y de la violencia. Pero, una vez que ingresa a ese complejo mundo, es el que mejor lo entiende y lo administra. Así, simultáneamente seducido y asqueado por la droga que es el poder, Michael pasa toda su vida adulta manejando los negocios sucios de su padre, extraoficialmente primero y, después de la muerte de éste, como Padrino en toda regla, de manera altamente eficaz y racional, es decir brutalmente… pero también pasa toda su vida adulta lamentando tener que manejar esos negocios sucios y queriendo buscar perspectivas de escape, si no para él en vida, al menos sí para su esposa, para sus hijos, para su alma atormentada y finalmente condenada ya para siempre por el peso de sus tantos pecados. Como todos sabemos, también, la suerte está echada y, para Michael, no habrá salvación ni terrenal ni celestial.

¿Sí o no que conocemos, todos, a líderes políticos o a figuras del espectro amplio de la acción política o social que, más o menos, coinciden en rasgos generales con estos arquetipos? Allí donde los líderes populistas latinoamericanos, tan fosforitos, suelen ser como Sonny, por ejemplo, un cobarde como Donald Trump es tan claramente un Fredo que hasta parece parodia de él. Me cuesta decirlo pero Michael, el día de hoy, es claramente Putin. Criminales “honorables” como Vito creo que ya no tenemos mucho en stock.

Por mi parte, quizás mi personaje favorito de The Godfather no sea ninguno de los hijos arquetípicos, ni el patriarca bigger than life, sino uno de los miembros adoptivos de la familia, el consigliere Tom Hagen, interpretado por Robert Duvall y quien, pese a carecer del apellido Corleone, es un elemento fundamental del funcionamiento de toda la empresa. Casi siempre se lo ve sentado en un sillón, inclinado hacia delante, con las manos juntas en expresión reflexiva y con un lenguaje corporal que grita deferencia pero también voluntad de influir en el Padrino de turno –ya sea con Vito o con Michael–, durante largas sesiones en cuartos oscuros y llenos de humo (¡tan Nixon!) en los que se discuten los temas de la política de la compañía y de los competidores (¿qué es la mafia sino el emprendimiento capitalista por otros medios?) y se diseñan estrategias, se analiza resultados, se calculan los riesgos y costos y, en definitiva, se crean realidades por medio de palabras, de gestos y de silencios. Ese personaje brillante y oscuro es con el que me identifico más.

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Javieres Xavier LC
Javieres Xavier LC
7 years ago

Una de las películas preferidas de Stanley Kubrick (en algún lugar leí que era su favorita, pero anda tú a saber…). Parece que muchos coinciden en que es una de las pocas películas que es mejor que el libro. Me adhiero, sobre todo en lo que respecta a la narrativa, sin embargo recuerdo que en muchos aspectos el contenido del libro era más realista, más violento, más creíble que los personajes de la película, la que a momentos se vuelve telenovela (de alta clase, pero). Siempre me he preguntado si en la película omitieron todos esos detalles por cuestiones de… Seguir leyendo »

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