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Paola Maita
Photo Credits: Cristóbal Alvarado Minic ©

Las intermitencias de la democracia

El domingo 16 de julio participé en el primer proceso electoral organizado por la sociedad civil sin intervención del Estado, de la historia mundial. Jamás pensé que votar sería un acto de rebeldía.

Aparte, tuve otra primera vez: Una votación manual. Desde que voté por primera vez en el 2006, siempre lo había hecho a través de una máquina, así que la cuestión de marcar mis opciones en un papel me era completamente nueva. Además voté en otro lugar diferente al centro electoral en el que normalmente lo hago. No hice la interminable cola que caracteriza a los procesos electorales aquí en Venezuela y tampoco sentí ese pequeño malestar que me da en el estómago de ver a los Guardias Nacionales con sus armas largas custodiando la cola. Para sumar más detalles, nunca había caminado por las calles saludando y siendo saludada con tanto entusiasmo, ni estando convencida de todas las personas que veía iban a o venían de hacer lo mismo que yo. Fue un día de muchas primeras veces.

Han sido más de 100 días, muy duros sobra acotar; donde la calle ha variado su nivel de actividad pero nunca ha estado silente. De hecho, mientras escribo estas líneas, mi ciudad está trancada en varios puntos importantes. No puedo evitar preguntarme: ¿A dónde vamos?

Me encantaría tener una respuesta tan clara como la tuve ese domingo, donde no tuve ni que cuestionar si realmente era lo que quería. Fue una elección, como dicen los gringos, no-brainer, que no tuve que pensarla.

Está claro que la democracia está herida y que dentro de su convalecencia, hace apariciones de a ratos cortos. Los que votamos el domingo pudimos sentir un momento de fiesta de libertad, y luego el luto de una señora que fue asesinada en Catia (Caracas) por estar votando.

Es verdad que aún tenemos oportunidades de expresarnos, pero no sin jugarnos el pellejo en el acto. Si esto no fuese así, no podría estar escribiendo esto, ni mantener por elección perfiles abiertos en Twitter e Instagram, donde publico lo que se me antoja.

Creo en la libertad como la máxima guía y antorcha de las acciones humanas, porque sin ella la vida poco merece la pena vivirla. Qué lindo pensar que el lector que llegó hasta este párrafo fue porque quiso y que nadie lo obligó. Si hay algo que he aprendido en los últimos 18 años es que poder elegir lo que quiero y expresarlo es algo que no volveré a dar por sentado.


Photo Credits: Cristóbal Alvarado Minic ©

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